Volver a las fuentes oligárquicas: la farsa mediática electoral de Cambiemos, por Santiago Asorey
El problema de las analogías históricas es que nunca funcionan para realizar caracterizaciones precisas del proceso histórico que se intenta medir. Está claro, que las nuevas configuraciones ideológicas, las nuevas identidades discursivas nos obligan siempre a replantear las descripciones del enemigo del pueblo. Si Cambiemos fuese igual a la oligarquía tal cual la oligarquía se expresaba en 1920, hoy no serían un Gobierno electo mediante la mayoría de la sociedad, que incluye a vastos sectores del pueblo trabajador.
Parte del talento político de Cambiemos fue reinventar a la oligarquía en un lenguaje posmoderno efectivo, que tuviese un anclaje en la cultura de masas, que es distinta a la cultura popular. Ya que la cultura de masas se encuentra intervenida por todos los mecanismos propios de la mercantilización. El triunfo de Cambiemos fue de alguna manera el triunfo de la cultura de masas sobre la cultura popular, que es propia de la tradición de los pueblos y se resiste al marketing político. Pero esto es parte de otra discusión.
Más allá de la complejidad de esa transformación señalada, lo que es evidente es la posibilidad de señalar constancias identitarias. Se trata de identificar las marcas que delimitan una continuidad genética en Cambiemos que nos permitan ver el linaje entre el macrismo y la histórica oligarquía terratiente de nuestro país: Las mil familias patricias de doble apellido que hoy encabezan ministerios (junto a los CEOS como aliados por supuesto).
El ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno, lo intenta subrayar muy claramente, “estos no son neoliberales, son la oligarquía.” Usan el Estado. Pero lo usan a favor de ese sector de la economía primaria que es el dueño de la tierra. El problema es que esta claridad que resalta Moreno, es conceptual y no necesariamente perceptiva.
Vidal no se muestra como una oligarca, sino como una madre de clase media que tiene la "enorme valentía" de luchar contra "las mafias", así en abstracto, y el presidente inclusive tomó cursos de oratoria para dejar los modismos de clase. El punto es donde están las huellas, las marcas que delatan esa pertenencia a la oligarquía que puede disfrazarse de mil colores del marketing político pero que resultan imborrables.
El oscuro manejo electoral y la manipulación en la carga de datos para evitar la imagen del triunfo de Cristina en la Provincia de Buenos Aires es sin duda una de esas marcas. Porque uno de los sellos más arraigados en la esencialidad del brazo político de la oligarquía es el fraude electoral. En las últimas horas, se multiplican denuncias de electores de Unidad Ciudadana que encuentran sus votos no registrados en mesas de votación. Todavía no conocemos los alcances de estas denuncias. Habrá que esperar para entender la gravedad de lo que estamos hablando. Pero la forma en que Cambiemos dejó sin escrutar porcentajes de distritos ese mismo domingo para evitar la tapa de los diarios con una Cristina triunfante revela un gen oligárquico. Un ADN propio de la farsa electoral que es la marca que identifica al enemigo. Existen muchas dimensiones del fraude posible. Una de esas dimensiones es la de negar los votos del pueblo en el escrutinio para impedir la visibilidad de la voluntad popular. El escrutinio definitivo podrá revertir esta situación. Pero el engaño del festejo impuesto mediáticamente por Cambiemos el domingo por la noche logró lo que buscaba que era dar una imagen de triunfo. Porque un oligarca nunca puede dar la imagen de estar vencido. Porque crecieron aprendiendo que siempre ganan ellos. Por eso, odian a quien los vence, a Cristina, a Peron y a Evita.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs).