La discapacidad en primera persona: "Yo te presto mi hombro: ¿Me prestás el tuyo?"
Por Liliana Urruti y Noelia Velozo
Proyecto Etnográfico pretende vehiculizar tu sentir como persona con discapacidad o recordar al familiar fallecido por la pandemia. Queremos que otros sepan de vos. Quiénes somos, qué queremos, qué sentimos, hacia a dónde vamos. Tu historia cuenta. Contanos la tuya y enviala a: proyectoetnográfico@gmail.com.
Necesitamos una definición cultural de la discapacidad porque entendemos que es la única manera de que nuestros reclamos sobre derechos incumplidos sean escuchados. Estamos ensayando algunas definiciones culturales, todavía incipientes, de lo que significa perder a un ser amado en soledad, sin asistir a su entierro, sin la despedida final.
Entendemos que ambos senderos nos ayudarán a tomar conciencia que muchos sobrevivientes del Covid-19 quedarán con algún tipo de discapacidad.
En esta instancia, dos líneas, aparentemente paralelas, se cruzan: Yo te presto mi hombro. ¿Me prestás el tuyo?
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Historia de Marcela
Viajamos de Buenos Aires a la provincia de Córdoba para recomenzar una vida más tranquila, mi marido, mi hija y yo.
Luego de 3 años, mucho dolor y cansancio mi marido fallece de Cáncer.
Quedamos lejos de la familia y solitas. Comenzamos tratamiento psicológico para ver si Mili (mi hija) volvía a ser la niña independiente que era antes de la muerte de su padre, ya que luego de esto, con sus 8 años se pasó a mi cama, dejo de hacer muchas cosas sola, hasta ir al baño sin ser supervisada le costaba.
Cuando comenzamos una “mejoría”, llevándola a realizar distintos deportes, comienza la pandemia! Nos hace aislarnos, y otra vez todo un retroceso porque yo trabajaba desde casa y ella también con su colegio. Otra vez juntas las 24 hs. Del día. Otra vez éramos una simbiosis.
Primero dijeron, no asustar a los chicos, sino brindarles información. Pero mi hija lloró y se asustó cuando su amiga perdió a su abuelito por este bicho y lo había visto 2 semanas antes y hasta jugó con ellas. La secretaria del Cef (Centro de Educación Física) dónde Mili iba a practicar hockey y patín, esa secretaria tan amable a la que Mili le comía sus galletitas de arroz cada vez que íbamos a pagar la cuota y a la que tanto quería, también se la llevó el Coronavirus. El enfermero que atendió todo un año a su papá, siempre con una sonrisa, también…
Mi miedo más grande se estaba por materializar cuando el 25 de junio, me da positivo de Covid a mí, mamá sola con los familiares lejos.
Los síntomas llegaron todos juntos, 7 días aguante en casa con tos y dolores en músculos que no sabía que existían. Hasta que tuve fiebre de día y de noche. Me acerque al hospital y luego de placas y análisis me dijeron “te tenemos que internar con oxígeno, no saturas bien y estás con neumonía debido al covid”.
Mi cabeza solo pensaba en Mili, pero gracias a Dios existen los amigos, esa familia que uno elige, dónde comenzaron a correr para hacerla sentir segura.
Hubo momentos en los que dije de esta no salgo. Acostada boca abajo, en el hospital, le pedía a Dios que me dé más vida para ver crecer a mi hija.
Una semana después, la abrazaba, ese abrazo tan esperado. Le doy gracias a la vida, a Dios, al universo por dejarme disfrutarla más. Esa oportunidad no la tuvo el abuelito de la amiga de Mili que murió solito porque nadie podía pasar, ni la secretaria del centro de educación física, ni el enfermero de mi marido que dejó a 2 bebés con su mamá.