Los libros y la noche: riesgo de despidos en la Biblioteca Nacional
Por Diego Kenis
“Doné mi archivo completo: siete décadas de trabajo periodístico y editorial. Más de ochenta cajas con recortes, apuntes, manuscritos, cartas, documentos oficiales, que le dieron sustento a mis notas”, cuenta Rogelio García Lupo en la carta que un grupo de escritores, periodistas y artistas y familiares y herederos destinó a los ministros de Cultura, Pablo Avelluto, y de Modernización, Andrés Ibarra, para expresar su temor por eventuales despidos en la Biblioteca Nacional, a cuya custodia cada uno puso sus materiales y recuerdos más preciados.
Las ochenta cajas donadas por García Lupo atestiguan capítulos de su vida, que son también episodios de la historia de la prensa argentina y latinoamericana: su participación en la comisión parlamentaria que abordó el Caso Satanowsky que investigó Rodolfo Walsh, la fundación de Prensa Latina y el día a día del Semanario CGT descansan al cuidado de los trabajadores de la Biblioteca Nacional que Jorge Luis Borges lamentó no poder leer.
No es el único archivo. Se cuentan por decenas las donaciones de familiares. Las cartas de calabozo de monseñor Jaime de Nevares y las del periodista Juan José Salinas desde el exilio, los manuscritos de Álvaro Yunque y Aníbal Ford, los papeles personales de Cipe Lincovsky y los archivos de Ediciones de la Flor son sólo algunos de los testimonios que guarda a la historia la principal biblioteca del país, que nació junto a la Revolución de 1810 y es valorada en el mundo.
“Los posibles despidos de personal y de especialistas en la Biblioteca Nacional, podrían vulnerar el tratamiento y cuidado del material y los contenidos del contrato de donación”, que “tuvo un tratamiento de excelencia en Archivos y Colecciones, y una parte se encuentra resguardada en la sala del Tesoro”, refieren los herederos de Bernardo Canal Feijóo, que donaron sus archivos a la institución.
“La decisión de desprendernos de papeles y archivos personales para incorporarlos al acervo cultural de la nación, no fue fácil ni espontánea. Fueron los trabajadores de la Biblioteca los que nos buscaron, los que estimaron que los papeles que teníamos arrumbados en algún rincón de nuestra casa merecían los mejores cuidados porque se trataba de documentación histórica. También estimaron importante preservar nuestros testimonios orales”, dicen los firmantes.
A los trabajadores, agregan, los conocen y respaldan “porque hemos gastado largas jornadas en charlas y cafés con ellos y nos brindaron la confianza necesaria, por su seriedad y compromiso, para que dejemos en sus manos lo más importante que teníamos: pasajes imborrables de nuestra vida, o de la vida de nuestros seres queridos”.
“Conocemos sus nombres y sus rostros, para nosotros no son números. Sabemos el compromiso de trabajo de las diversas áreas y la excelente atención a los investigadores. No nos corresponde a nosotros detallarlo, el trabajo está a la vista de cualquier usuario”, indican. Una larga lista de habituales concurrentes a la Biblioteca que adhieren al documento respalda la afirmación. Entre ellos se encuentran Carlos Ulanovsky, Pablo Llonto, Mario Sabato, Guillermo Saccomanno, Daniel Divinsky, Vicente Battista, Rep, Ezequiel Fernández Moores y el ex cónsul italiano en Buenos Aires Enrico Calamai.
“Damos fe de su trabajo y queremos que permanezcan en la Biblioteca como custodios naturales de nuestros documentos. Nos solidarizamos con ellos y acompañaremos su lucha en el caso de que ocurra el peor de los presagios”, advierten los firmantes en la misiva dirigida a Ibarra y Avelluto, que mañana miércoles 2 anunciará junto a su par italiano Darío Franceschini el lanzamiento de una agenda de trabajo conjunto en la esfera cultural. No estaría mal que el primer ítem estuviera dedicado a enseñar al premier Matteo Renzi la obra que Borges sí escribió y a Avelluto la importancia de la Biblioteca Nacional que dirigió en los tiempos de una oscuridad cada vez más parecida a este brusco anochecer.