INVAP, pieza clave del desarrollo nacional (a pesar de las operaciones de Greenpeace)
Por Leandro Andrini
En una carta a la militancia peronista escrita por Aldo Duzdevich indica que “Greenpeace no puede decidir nuestra política económica”. En concordancia con lo expuesto en este título, agrego que no debemos dejar de remarcar que Greenpeace es una obstructora de todo tecno-desarrollo soberano, como lo viene sosteniendo con su activismo informe tras informe (ver, por ejemplo, El Informe de Greenpeace sobre INVAP), y siguiendo el razonamiento del ministro de Desarrollo Productivo de la Nación, Matías Kulfas, se trata más de falacias propagandísticas que de sólidos argumentos. Esto es, la búsqueda del impacto por emotividad, tan caras a las fake news y a la posmodernidad/“posverdad” que reina por estas épocas.
Voy a aprovechar la oportunidad para hablar de una persona extraordinaria que quienes militamos en el campo de las cuestiones tecnocientíficas y académicas hemos tenido la posibilidad de conocer: Martín Isturiz. Para entender su protagonismo en las políticas públicas, la investigadora y concejala platense por el FdT Yanina Lamberti ha escrito una brevísima pero no menos contundente semblanza para la revista Ciencia, Tecnología y Política, semblanza que nos da dimensión del posicionamiento de Isturiz en y con el mundo.
Martín Isturiz fundó en 2002 –mientras Greenpeace escribía informes boicoteando al INVAP– el Grupo de Gestión de Políticas de Estado en Ciencia y Tecnología. Este grupo proponía reflexiones relevantes sobre temas de ciencia y tecnología, “interpelando a las autoridades de turno, a aquellos con poder de decisión y acción, más allá de su signo político”. En estas interpelaciones estaba siempre presente, de diversas maneras, la idea que la ciencia y la tecnología deben ser tratadas como bienes sociales y estar al servicio de nuestro pueblo.
¿Son la ciencia y la tecnología “bienes sociales”? Responder esta pregunta excede este espacio, y debemos decir que son “bienes” en disputa ideológico-política. Caso contrario, no estaríamos hablando sobre los daños que causan las campañas de Greenpeace al tecno-desarrollo soberano.
Tampoco debemos desentendernos de la simplificación bivalente a la que nos llevan las campañas actuales, distribuidas en extremos de “bien absoluto” / “mal absoluto”, incluidas formaciones en las que la dialéctica y/o la complejidad quedan pulverizadas bajo mera opinión sin contraste fáctico o desentendiéndose de la posterioridad fáctica de sus actos políticos (Aldo Duzdevich recorre con humor e ironía algunas de estas posiciones). Esto no nos exime por nada en sopesar los riesgos en cada una de las actividades, cualesquiera que sean tanto las actividades como los riesgos. También ahí está lo político: en la asunción de sabernos en comunidad demandante-demandadora de condiciones dignas de vida, y que estas demandas implican recursos de diferente índole a todo nivel.
Vuelvo a INVAP y a Martín Isturiz. El 2 de mayo de 2016 quienes dictábamos el curso de postgrado “Ciencia – Tecnología – Sociedad” en la Facultad de Ciencias Exactas de la Univ. Nac. de La Plata tuvimos el placer de contar como profesor invitado a Martín. Su clase fue “El Desarrollo en Ciencia y Tecnología en el periodo 2003 – 2015”. Conservamos sus diapositivas de donde tomaré lo que sigue (lo entrecomillado será lo propio de la clase), con la esperanza de poder transmitir todo lo que Martín lograba transmitir. Agrego que deseo que quienes nos sumamos a un debate lo hagamos como sabía hacerlo Isturiz: con inusitada cordialidad y respeto a pesar de las diferencias (incluidas las insalvables) porque ahí también tramitaba su compromiso con la humanidad.
Su clase comenzó con “Algunas diferencias entre Ciencia y Tecnología”. Para ello definió a la ciencia como un “conjunto de conocimientos cuyo objetivo es intentar conocer las causas de los fenómenos y establecer leyes que permitan predecirlos”. Y nos aclaró que “la ciencia habitualmente genera conocimiento sin utilidad inmediata”, como por ejemplo la teoría matemática sobre ondas electromagnéticas (Maxwell, 1865) o el efecto fotoeléctrico (Einstein, 1905/1915). Y definió a la tecnología como el “conjunto ordenado e integrado de conocimientos utilizado para la producción de bienes y/o servicios”, como puede ser la radiotransmisión –de ondas electromagnéticas– (Hertz, Marconi, Braun y otros, circa 1900) o el láser (Townes, Básov, Prójorov, Maiman y Schawlow, circa 1960), tecnología que a partir de la década del ’80 comenzó a ser utilizada para almacenamiento masivo de datos (nacimiento del disco compacto). Sintetizando, podemos decir que “el motor de la ciencia son las preguntas” y el “motor de la tecnología son las respuestas”.
Isturiz nos preguntó si “¿puede crecer la ciencia sin tecnología y la tecnología sin ciencia?”. La respuesta en este tiempo es “no”. Y este “no” proviene en que “ambos conjuntos se acoplan”, es decir, “en la actualidad ciencia y tecnología son interdependientes”, por lo que es común hablar de “tecnociencia”.
Esta introducción le servía a Isturiz para establecer un lenguaje común. Para construir un estilo preciso de definiciones, y aplicarlas en lo sucesivo de su exposición.
Tomamos el punteo que sirvió de vindicación de las políticas públicas en Ciencia y Tecnología (CyT). Así es que “a partir de 2003, en cuanto a ingresos en CONICET, sobre la base de un esquema de 1500 becarias/os y 500 investigadoras/es, se quintuplicó en becas y triplicó en investigadoras/es”. “TODOS los organismos de CyT (INTA, INTI, CNEA, CONICET, etc.) por lo menos se duplicaron en RRHH y presupuesto, con una mayor cantidad de subsidios y montos de los mismos”. “En diciembre de 2007 se creó el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva”. “Se crearon muchos institutos en CONICET. Se creó Y-TEC y ARSAT, entre otras”. “Se crearon 17 Universidades Nacionales”. “Se amplió la infraestructura existente en 190.000 metros cuadrados”.
Esto muestra que “hubo decisión política clara y valorable para fortalecer al sector CyT” (que también merece, por supuesto, “una valoración crítica”).
“Desde 2003 uno de los objetivos principales fue incrementar la inversión privada del 30 al 50% para el 2010, definido en “Bases para un Plan Estratégico de Mediano Plazo en Ciencia, Tecnología e Innovación” en 2005, y luego en el Plan Nacional de CyT (PNCyT) 2006-2010 – Bicentenario”. “La inversión no se modificó y ese objetivo se reiteró para el año 2020 en el PNCyT Argentina Innovadora 2020”. Además, “el eje de estas políticas ha sido la vinculación entre organismos públicos y empresas privadas, sobre la base de proyectos generados, o adaptados, por el sector privado y financiados, o subsidiados, por el sector Público”.
A su vez, Isturiz planteaba una mirada crítica, sobre la base de “problemas coyunturales/estructurales” que impedían la resolución de “problemas recurrentes en CyT”. Entre otros temas, una “conducción política descentralizada” del área de CyT en conjunto con una “fragmentación institucional” inconexa; una “descompensación presupuestaria de los organismos debido a los bajos recursos destinados a la resolución de problemas” concretos que aquejan al país; una “inversión insuficiente por crecimiento”; “sistemas de evaluación” desacompasado de las problemáticas que requieren soluciones tecnocientíficas (problemáticas del país); una “burguesía nacional rentista con poco espíritu industrialista para salir de una primarización de la economía”; una “extranjerización de la economía y concentración oligopólica”; “sustitución de importaciones con bajo contenido tecnológico que no disipó el escenario de restricción externa”; una muy “pobre planificación industrial”; estimulación de “proyectos focalizados en campos disciplinares o de poca envergadura – poco expansivos, sin efectos sistémicos”; y problemas de recursos humanos, a lo que dedicaremos el siguiente párrafo.
“Los gobiernos no tienen en cuenta el perjuicio económico causado por la exportación de mano de obra altamente calificada. El país pierde mucho dinero cuando solventa durante años los estudios de una persona y ésta desarrolla su actividad laboral en el exterior”, dice el economista Mariano De Miguel, uno de los autores del informe Escenas en la batalla global por el talento. Sobre esta realidad, Isturiz nos indicó que en el periodo 2010 – 2015 no ingresaron a CONICET 6.196 doctoradas/os, por lo que no hubo una absorción de recursos humanos altamente calificados (aunque CONICET no debiera ser la única posibilidad existente, y aquí se instala otro debate). A la vez, mediante el programa RAICES, en 12 años, retornaron al país 1.250 investigadoras/es. En 2006, por cada profesional con título universitario que se iba a trabajar a España, el país perdía del orden de 955.000 dólares, y 785.000 dólares por cada profesional con título técnico. En esas épocas, emigraban por año 7.700 recursos humanos altamente calificados, siendo 1.600 con título universitarios y más de 6.000 con títulos técnicos universitarios o terciarios.
Vale la lectura que recomendó Martín –en aquella clase– a la entrevista con el académico chileno Miguel Rojas-Mix en la que se sostiene que “en Haití el 84 por ciento de los profesionales formados por la universidad se van a trabajar afuera. Y son profesionales cuya formación ha pagado el país más pobre de América, esto quiere decir que un país pobre está subvencionando a los países ricos con materia gris”. O más drástico, “hay más médicos de Ghana en EE.UU. que en el continente del que provienen, y África sí que necesita médicos”.
En “otras consecuencias previsibles de no hacer uso pleno de la tecnología disponible” el maestro Isturiz nos indicaba que “el sector científico no va a crecer indefinidamente sobre sí mismo porque no va a haber financiación si no hay expansión tecnológica” y “un sector tecnológico pequeño no puede actuar como red de absorción que evite emigraciones ni resolverá la fragmentación institucional ni permitirá generar un Sistema de CyT”. Para ello el objetivo debe ser “tener un sistema de CyT sólido y sustentable”, donde “sustentable implica interacción que dé respuestas a la sociedad haciendo transferencia en forma de bienes o servicios, con conectividad y fluidez entre ambos sistemas y con objetivos claramente definidos. Además, debe ser inclusivo absorbiendo RRHH”. Así es que “en ese marco, la deriva a una mayor inversión es inexorable. Ante la falta de inversión del sector privado, la presencia del Estado es fundamental”.
Isturiz, caracterizado por una elocuencia y una didáctica superlativas, evitó en aquella clase todo pensamiento que deviniera en mera abstracción académica, por cuanto efectivizó su conceptualización con un ejemplo práctico y real. Y aquí el esquema que ejemplifica su ideario.
Se sitúa una “Necesidad Pública”, en este caso las comunicaciones, el tráfico aéreo, la localización de incendios, el control de la pesca furtiva, el mapeo de inundaciones, la trazabilidad de radio-isótopos sobre la geografía territorial, etc. Sobre esa “necesidad pública” se diseña el “efector” (en este caso INVAP).
Este “efector” impactará sobre disciplinas específicas diversas, intercomunicadas muchas de ellas, y encontrará relación directa con organismos de CyT, universidades, PyMEs, etc. En la figura pueden leerse las disciplinas sobre las que impacta INVAP tanto como la relación con distintos actores del complejo de CyT nacional y/o provincial, público y privado. INVAP efectiviza la construcción de satélites, de radares y de reactores nucleares.
Para Isturiz esto tiene las ventajas señaladas en las cinco flechas: 1. Promueve la vinculación por lo que rompe con las fragmentaciones y evita los compartimentos estancos. 2. Tracciona la investigación básica por doble vía: para recurrir a conocimientos establecidos tanto como para establecer nuevos conocimientos. 3. Se promueve la expansión tecnológica, lo que evita ostensiblemente las emigraciones y permite el arraigo de personal altamente calificado, generando asimismo puestos de trabajo de calidad. 4. Propende a generar autonomía tecnológica (tecnocientífica), contribuyendo a condiciones de ampliación soberana (desarrollo soberano). 5. Genera marcos de asesoramiento y trasvasamientos de conocimientos, que evita la proliferación de consultoras (muy en particular internacionales).
En mayo de 2016 Isturiz nos indicaba que INVAP es una “empresa estatal de alta tecnología de la provincia de Río Negro en la que en el año 2002 trabajaban 340 personas y hoy el plantel estable es de 1.360, donde debido a las características multidisciplinarias de sus proyectos, se relacionan cerca de 700 PyMEs y varios emprendedores personales que con sus capacidades específicas le suministran el 80% de las provisiones necesarias”. Además, “la creación de miles de puestos de trabajo calificados en diferentes organismos de CyT (CNEA, CONAE, CONICET, ARSAT, etc.) y PyMEs”. “En el Directorio de INVAP están representados todos los estamentos de la empresa. Reinvierte el 85% de las ganancias y el 15% se distribuye horizontalmente entre las/os trabajadoras/es”.
La continuación de la clase versó sobre “otros ejemplos de necesidades públicas”. Fueron indicadas “necesidades estratégicas” como pueden ser “la desertificación de suelos, problemas asociados a la deforestación incontrolada, energías alternativas, producción pública de medicamentos y/o vacunas, Biomedicina, Minería, Banco de semillas con patentes públicas, pesca y recursos marítimos, reconstrucción de la industria naval y Astilleros (que en la actualidad demanda un gasto anual de 7500 millones de dólares)”. “Necesidades sociales” como pueden ser “control de uso de agroquímicos, Chagas, presencia de arsénico en aguas, viviendas económicas y urbanización en sectores populares, racionalización del transporte, etc.”. O “necesidades económicas”, como pueden ser la “asistencia tecnológica al sector público y privado que promueva la incorporación de RRHH calificados, reducción de gastos, sustitución de importaciones, estrategias para evitar la restricción externa, extranjerización de la economía, fuga de capitales, etc.”. Es más, estas “necesidades públicas” nombradas pueden tener intersecciones entre sí. “Todas son complejas, de envergadura y de resolución interdisciplinaria”.
“Actuar sobre necesidades públicas produce efectos dinamizadores que se caracterizan por ser expansivos – sistémicos – prospectivos. Además, necesitan de innovación permanente. Resolviendo necesidades se sustituyen importaciones, se promueven desarrollos tecnológicos, se genera soberanía y se sienta una base para el futuro”. Por otra parte, “se contribuye a resolver problemas estructurales propios del sector CyT y, además, a atenuar la restricción externa, un problema central
Martín Isturiz cerraba su clase. Nos dejaba el esquema en blanco, para que definamos la “necesidad pública” (que siempre será compleja, y requerirá un abordaje interdisciplinario), contando con el diseño de un “efector” que impactará en diferentes disciplinas tecnocientíficas, y se interrelacionará con universidades – organismos de CyT, PyMEs, etc., para originar un producto o servicio, resolviendo problemas estructurales y consolidando un sistema de CyT sustentable.
Y nos indicaba que el “eje principal de las políticas nacionales en CyT debería ser el desarrollo de proyectos públicos destinados a resolver necesidades nacionales o regionales; sean éstas de carácter estratégico, social o económico, en un marco de desarrollo e inclusión social”.