La asombrosa historia del retrato de Bernardo de Monteagudo
Por decisión del autor, el artículo contiene lenguaje inclusivo.
La biografía de Bernardo de Monteagudo tiene algunos grises. No tiene la estirpe impoluta e inmaculada que poseen Manuel Belgrano o José de San Martín. De todas formas hizo grandes aportes a la Patria Grande.
Hay un detalle notable y nada menor en la biografía de este prócer y que tiene relación con las artes visuales. El retrato pictórico es un género dentro de la pintura clásica en el que se pretende representar no sólo la apariencia exterior de un sujeto sino reflejar sus principales atributos identitarios. Como afirmó Aristóteles, “el objetivo del arte no es presentar la apariencia externa de las cosas, sino su significado interno; pues esto, y no la apariencia y el detalle externos, constituye la auténtica realidad”.
El rostro de Monteagudo fue difundido a través de una imagen falsa. El equívoco fue responsabilidad de Mariano Pelliza, el primer biógrafo del prócer, quien publicó en 1880 su libro Monteagudo, su vida y sus escritos, en dos tomos. Pelliza se dio cuenta allí que no se conocía retrato alguno de Monteagudo y esto lo impulsó a crear uno. Había investigado y llegó a la conclusión equivocada que Monteagudo se parecía a Bernardo Vera y Pintado.
Sobre esa base le pidió al dibujante Henri Stein que realizara un retrato supuesto de Monteagudo, tomando como base el rostro de Vera y Pintado, con algunas modificaciones. Ese retrato fue una litografía incluida en la primera biografía de Monteagudo y desde entonces se difundió como la imagen real.
Décadas después, otro biógrafo argentino de Monteagudo, el tucumano Manuel Lizondo Borda, descubrió un retrato realizado por el pintor V. S. Noroña en 1876 y en el cual aparece con rasgos mulatos. Noroña se había basado para su retrato en otro anterior, que Monteagudo se había hecho hacer cuando estaba en Panamá, cuyo destino actual se desconoce. Al publicar su biografía de Monteagudo en 1943, Lizondo incluyó una fotografía en blanco y negro del cuadro de Noroña. Luego de 1966 se perdió el rastro del destino del cuadro original.
El parecido del prócer con aquel retrato realizado por Henri Stein siempre estuvo en duda, hasta que en 1896 se descubrió que no era más que una copia de aquel retrato del prócer chileno Bernardo Vera y Pintado.
Siempre se hizo referencia a los ancestros africanos de Monteagudo. Sus más fervientes opositores no cesaban de increparlo refiriéndose a él con los motes de mulato o zambo, que son categorizaciones coloniales despectivas basadas en el color de piel de lxs afroargentinxs descendientes del tronco colonial. Desde luego, sus némesis decían esto como improperios para atacar y mancillar su nombre. En aquella época, la referencia a un origen racial impuro era considerada una fuente de desprestigio. Es cierto, hasta sus enemigos políticos reconocían públicamente sus atributos morales e intelectuales pero solían usar este tipo de apodos para desmerecer sus capacidades, atribuyéndole una extensa serie de comportamientos indeseables a través del uso negativo detrás de estas palabras con las que eran denominadas comunidades enteras de descendientes africanos.
La historiografía blanca, con sus descendientes de barcos que vinieron de Europa, insiste en utilizar aquella litografía de este prócer; que resulta tan alejada de la realidad y del verdadero rostro de nuestro héroe de la independencia.
Estamos ante un claro blanqueamiento de imagen de un prócer independentista. Demasiado evidente, ¿cierto?
El blanqueamiento racial forma parte de la praxis social, política y económica usada en varias naciones postcoloniales que llevan a un supuesto ideal de blancura. El blanqueamiento como concepto tiene sus orígenes en Latinoamérica y se emplea como sinónimo de lo que también se conoce como blanqueamiento racial. Sin embargo, el blanqueamiento puede considerarse tanto en el sentido simbólico como en el biológico. Simbólicamente, encarna una ideología que surgió de los legados del colonialismo europeo, narrados por la teoría de la colonialidad del poder de Aníbal Quijano, que promueve un imaginario de dominación blanca en las jerarquías sociales. Biológicamente, es el proceso de blanquear al casarse con un individuo con piel clara para producir descendencia con dicha piel.
Esta práctica nefasta es frecuente a lo largo de la historia y tiene como fin la invisibilización de los afrodescendientes y sus aportes a la cultura de un pueblo. Una práctica similar se realiza en la escena hollywoodense. En la industria del cine en Estados Unidos se produce con bastante frecuencia lo que se llama blanqueamiento cinematográfico o fílmico, que consiste en otorgarles papeles en el reparto de las películas a actores o actrices que representan históricamente personajes no blancos a personas blancas. Esto incluye tanto a afroamericanos como a descendientes de los pueblos originarios u otros pueblos.
Es importante señalar estas cosas, aprehenderlas para poder deconstruirlas. Es menester que los afrodescendientes dejen de ser invisibilizados detrás de estos filtros que huelen a racismo y xenofobia.