A 45 años de “La Noche de los Lápices”
Por Analía Ávila | Ilustración: Nora Patrich
Yo era el rey de este lugar
hasta que un día llegaron ellos.
Gente brutal, sin corazón,
que destruyó el mundo nuestro.
Charly García (Sui Generis)
Entre el 9 y el 21 de septiembre de 1976, fuerzas de la última dictadura cívico militar secuestraron a diez estudiantes de entre 16 y 18 años de colegios secundarios de la ciudad de La Plata. El hecho fue llamado “La Noche de los Lápices” y se conmemora cada 16 de septiembre, ya que fue el día en que sucedieron la mayor parte de los secuestros.
Los adolescentes eran militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), alineada con Montoneros, y de la Juventud Guevarista. María Claudia Falcone, María Clara Ciocchini, Claudio de Acha, Horacio Ungaro Daniel Racero y Francisco Muntaner, continúan desaparecidos; otros fueron liberados después de pasar por centros clandestinos y cárceles, donde sufrieron también torturas: Emilce Moler, Pablo Díaz, Gustavo Calotti y Patricia Miranda.
Este 45 aniversario se conmemora a la espera de las causas penales por el Pozo de Banfield y el Pozo de Quilmes, centros clandestinos de detención por donde pasaron los jóvenes y que fueron los más grandes que funcionaron en la provincia de Buenos Aires durante la última dictadura. El juicio que iba a iniciarse en 2020 quedó suspendido por la pandemia. Otros centros fueron el Pozo de Arana y la Brigada de Avellaneda.
En una entrevista que AGENCIA PACO URONDO realizó a Emilce Moler en 2020, manifestó: “A pesar de ser una historia bastante conocida ha sido muy invisibilizada desde la militancia política. Me parece que tiene que quedar claro, sobre todo por los chicos que hoy no están, que se trató de militantes políticos que, a su corta edad, eran muy comprometidos, con ideas claras sobre la militancia política. Por otro lado, hacerlo extensivo a los cientos de jóvenes menores de 18 años que continúan desaparecidos, ya que a veces solo se recuerda “La Noche de los Lápices” que tuvo seis compañeros desaparecidos, cuando en realidad fueron más de 300 los que también desaparecieron”.
La noche de los lápices, de María Seoane y Héctor Ruiz Núñez
La primera vez que se escuchó hablar de “La Noche de los Lápices” fue durante el Juicio a las Juntas de 1985 con el testimonio del sobreviviente Pablo Díaz, cuando se condenó a prisión perpetua a los genocidas Jorge Rafael Videla y Emilio Massera.
En julio de 1986 se publicó La noche de los lápices, de los periodistas María Seoane y Héctor Ruiz Núñez, en editorial Contrapunto. La presentación se hizo en el Centro Cultural San Martín (ciudad de Buenos Aires) ante casi 3 mil personas en el contexto de “la primavera alfonsinista” y cerró el encuentro Fito Páez cantando “Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Basado las declaraciones de Díaz, fue uno de los primeros documentos sobre el terrorismo de Estado de la última dictadura.
El libro comienza en el escenario del 9 de mayo de 1985 con el juicio público a las ex cúpulas militares, y un fragmento del diálogo entre Pablo como testigo (en ese entonces de 27 años) y el juez D’Alessio. Se trata de una frondosa investigación donde los autores recopilaron recuerdos de familiares y amigos de las víctimas, y recorrieron sus cuadernos y papeles personales, para dar a conocer sus sueños y luchas en medio del contexto reinante de terror y autoritarismo. El libro se convirtió en un clásico y fue traducido al alemán, italiano y portugués.
El 4 de septiembre de 1986 se estrenó la película homónima basada en el libro de Seoane y Ruiz, dirigida por Héctor Olivera, que termina con la liberación de Pablo hasta entonces el único sobreviviente que había hecho pública su historia. El film fue rodado en la ciudad de La Plata y protagonizado por Alejo García Pintos, Vita Escardó, Pepe Monje, Pablo Novak y Leonardo Sbaraglia. En 2003 la película se exhibió en el Primer Festival Internacional de Derechos Humanos de Ginebra, Suiza, y todavía se sigue presentando en las escuelas.
Emilce Moler: el libro de una sobreviviente
El libro La larga Noche de los Lápices. Relatos de una sobreviviente, de Emilce Moler, fue publicado en 2020 por editorial Marea. Fue declarado de interés cultural en los Concejos Deliberantes de La Plata, Almirante Brown y Ensenada.
El periodista Martín Granovsky afirma en el Prólogo: “Es un testimonio en carne viva y a la vez una reflexión en voz alta sobre esta historia, que no es solo la de ella sino la de toda su generación: las pasiones de aquellos años, la frescura (distinta a la “inocencia”) con que estos adolescentes abrazaron sus ideales y los riesgos asumidos. También, es una respuesta a las nuevas generaciones en democracia”.
Este libro, el primero de Moler, está compuesto por relatos breves basados en sus experiencias y en escritos que hizo en la cárcel. Emilce, estudiante del Bachillerato de Bellas Artes de la ciudad de La Plata y militante de la UES, fue secuestrada por fuerzas del Ejército Argentino cuando tenía 17 años de casa de sus padres, en la madrugada del 17 de septiembre de 1976. Estuvo detenida-desaparecida durante seis meses en tres centros clandestinos de detención donde sufrió distintos vejámenes: el Pozo de Arana, el Pozo de Quilmes y la comisaría de Valentín Alsina, en Lanús. Después estuvo presa en la cárcel de Villa Devoto, y luego hasta los 20 años estuvo bajo libertad vigilada.
El gesto de Emilce fue diferenciarse de los personajes que construyó la película de Olivera, ella relata que no se identificó con esa noción algo rígida que se mostraba de la militancia. Tampoco recuerda haber cantado el “Tomala vos, dámela a mí, por el boleto estudiantil” en las marchas de 1975; también resalta que los hechos de “La Noche” no fueron solo debido al reclamo del boleto, se despega de esa imagen romantizada, manifiesta que fue debido a la actividad militante de ella y de sus compañeros. No obstante, expresa que poco a poco se fue apropiando de esa historia y encontrando una forma propia de narrarla, por la memoria de sus compañeros desaparecidos.
Otro gesto, ahora desde lo literario, es que Emilce narra con un tono intimista, desde lo sensorial, con aromas, sonidos, sentimientos y espontaneidad. El desagradable olor de la acaroína con la que desinfectaban las celdas. La alegría por recuperar sabores familiares, como esa tarta de jamón y queso con masa casera que le llevaron sus padres a la cárcel. “Cada bocado me llevaba a mi vida de antes del infierno”, recuerda. También hace foco en los objetos a los que se aferraba, como su cuaderno de tapas rojas donde plasmaba letras de canciones, recetas de cocina, dibujos sombreados con lápiz negro; lo menciona como “trofeo de resistencia, mi espacio de libertad”. Quien lee acompaña a Emilce en su dolor y sus silencios (aunque no hay golpes bajos), en reflexiones sobre sus padres, el perfil de su amiga Perla Medina, la rutina diaria en la cárcel con sus compañeras, las crueldades de las celadoras. El tiempo de los relatos se va alternando entre su presente de la escritura del libro, el tiempo de la escritura en la cárcel y los flashbacks, saltos temporales hacia el pasado, donde se reencuentra con la mirada de esa adolescente militante de las asambleas, peñas y volanteadas; y también regresa a su infancia, la escuela primaria en un colegio religioso, el contexto de los programas de TV de los años 70 como La Nena y La familia Falcón, las publicidades de productos importados, las galletitas Merengadas con Vascolet.
La sensación de sentirse vieja cuando recuperó su total libertad, sobrevuela varios relatos. “Mis veinte años me pesaban mucho”, o “Soy vieja, muy vieja. No tengo voluntad de nada”.
Moler desde su presente expresa que vivió un despertar a la política con el kirchnerismo: “Después de tanto tiempo de ser opositora a los distintos gobiernos, poco a poco me hice ‘oficialista’. Era una sensación extraña, pero volví a sentir esas cosas tan básicas y tan profundas de mi adolescencia. Fueron años apasionantes, arrasadores, intensos, llenos de vida, de cantos, banderas y jóvenes que volvían a militar sin miedos”.
Día de Nacional de la Juventud
El proyecto de ley que establece el 16 de septiembre como Día Nacional de la Juventud para recordar a los adolescentes de “La Noche de los Lápices”, fue impulsado en 2006 por el entonces presidente Néstor Kirchner, pero al no avanzar en el Senado, luego volvió a ser presentado 2012. Finalmente, tras ser avalado en octubre de 2013 por Diputados y ser aprobado con modificaciones en el Senado, la iniciativa volvió a la Cámara baja para su sanción definitiva en 2014.
A 45 años, los lápices siguen escribiendo, los chicos y las chicas presentes, ahora y siempre.