Amar, coger, sufrir y hacer revuelta
Por Sofía Guggiari / Ilustración: Gabriela Canteros
La nota contiene lenguaje inclusivo por decisión de la autora.
y ahora que ya no creo en el amor
por primera vez estoy preparado para amar
Paul Preciado. Un departamento en Urano
Dime como amas y te diré...
¿Qué afectos e imágenes devienen de la palabra amor? ¿Son Romeo y Julieta muriendo por darlo todo? ¿Es una mano tierna, amiga y familiar cuando todo se derrumba? ¿Es la imagen de una familia feliz? ¿Es todo eso que obtenemos cuando conformamos una pareja? ¿O será ese instante con unx amante o varios, en el que se goza sin nombres ni promesas? ¿Si duele no es amor? ¿El amor es crisis o estabilidad? ¿El amor es algo que se da, se tiene o se produce?
Pareciera que el amor romántico, así como fue transmitido culturalmente, es ante todo una promesa; de pertenencia, de pasión, de intensidad, de reconocimiento, de estabilidad, de felicidad. Como dice la filósofa Sara Ahmed en La promesa de felicidad, la expectativa de felicidad implica la repetición de ciertos guiones preexistentes -por ejemplo el guión familiar heteronormativo- y esto brinda una imagen de futuro posible. ¿Quién no quiere un futuro? ¿Quién no quiere ser parte de una trama en este mundo? Salirse de estos guiones, rebelarse frente a los pasos “a seguir” y por lo tanto desarmar ese futuro ya esperado, implica ser, estar y causar problema, y así relaciona directamente la desobediencia con el castigo y la infelicidad.
En los guiones de amor romántico familiar y heterosexual, en esa foto que ya todxs conocemos, queda capturada para la reproducción social, la potencia y despliegue del lazo amoroso, su irrupción y su fuerza; ahí en ese espacio de total codificación: la esfera de lo privado y lo doméstico. Así se dividen, se excluyen y se clasifican las experiencias eróticas, sexuales y amatorias, controlando lo incontrolable, prediciendo lo impredecible.
Y este contrato que promete esa felicidad y ese futuro standar, hace estragos; porque, por ejemplo, patologiza lo que en las parejas/compañerxs se supone que no funciona -como si una pareja tuviera “que funcionar”-, obliga a sostener relaciones en pos de un ideal a costa de mucho sufrimiento o excluye, marginaliza o infantiliza las experiencias erótico-amatorias que no se amoldan a esa forma pre-establecida del amar. Entonces adviene el peor castigo por no pertenecer, el terror de los cuerpos que desean esa vida que brota de lo inesperado: la promesa de soledad o de infelicidad.
Heteronormatividad: pareja/soltería, pensamientos en cuarentena
El necesario “quedate en casa” para cuidarnos, produjo una vuelta, desde mi percepción, conservadora a lo doméstico. Que impactó en las configuraciones, percepciones, proyecciones del amor y lo erótico. Desde su costado más idealizado, fantasioso y lúdico, hasta su lado más frustrante, deserotizador y tedioso. (dejo por fuera el tema de las violencias de género domésticas, que nada tienen que ver con el amor) En este punto tengo la sensación de que "lxs solxs" significamos un enigma. ¿O no?
-¿Estás bien sola?- me han deslizado con cierta pena por pasar la cuarentena en soltería. ¡Si! ¡No hubiera estado mejor! ¡Jamás en toda mi vida había disfrutado tanto de mi soledad! A veces, claro, me entristezco; a veces, claro, también extraño la compañía, como quien extraña la vida y la transgresión cuándo se está en el encierro, pero la pregunta es ¿estar soltera es algo para entristecerse? ¿Y si se disfruta de esa soledad y de la sexualidad en esas condiciones, se está en un problema?
A las solteras no nos falta nada, aunque la imagen de una mujer "suelta" (lo suelta es irónico, aunque devela el significado de la palabra soltería) pero alegre, produzca todavía, y a pesar de todas las transformaciones socio-históricas, un signo de interrogación. Una imagen casi peligrosa: una “hetero insumisa” como dice Itziar Ziga, activista y escritora española. Por que no encaja con el guión de promesa de felicidad ¡Pero menos encaja su alegría!
Tampoco milito el empuje a la individualidad y libertad consumista: la idea de que solxs es mejor y consumiendo. Creo, con una fe ciega o con un amor acaso loco, que siempre es mejor con otrxs, en sus formas múltiples del lazo y de comunión. Y para serles sincera, me considero muy enamoradiza, disfruto del compañerismo y de la vida compartida. Pero ante todo, y a medida que fueron pasando los años, me voy encontrado con el ejercicio de una autonomía y de una cierta y singular manera de amar que me develó todas aquellas veces en las que actué, pensé y me vinculé en relación a una necesidad de tutelaje por parte del varón o a la necesidad de esa imagen de la foto que prometía felicidad. Nada más lejano y esto es crucial. Estar sin ninguna "pareja estable", sin sentir que es una frustración; o en estar en pareja, sin percibir que "no queda otra" o “peor es nada”. A pesar del miedo a la soledad o infelicidad intento imaginar una vida potente y llena de alegría fuera del guión preestablecido.
Y la idea no es pensar en una vida sin desencuentros o sufrimientos amorosos, esa idea purista de que “el amor no duele”, si no poder hacer cartografía de los modos en que se nos presentan ciertas ideas, concepciones y sentires en relación al lazo amoroso.
En este punto soy spinetteana: "no todo por pasado fue mejor, mañana es mejor"
Revuelta: amor y sexo
¡Si el amor es una promesa, que sea una promesa de revuelta feminista!
El amor siempre implica un riesgo; y la vida también está ahí, en ese peligro de lo ambiguo de lo erótico de lo inexplicable e incontrolable de amar, calentarse y revolcarse. La revuelta feminista, en este punto, no apela a anular ni el peligro ni el riesgo, todo lo contrario, convoca a nuevos desafíos; llama a desterritorializar lo que se concibe como “amor romántico” o hacer estallar la captura que la heteronormatividad hizo de este y de lo erótico en nombre de la reproducción social hétero-capitalista, en donde queda sometida la potencia de actuar y proscribe la fuerza del amor como lazo público, colectivo y transversal, algo que la pandemia dejó al desnudo.
El feminismo, se pregunta por las condiciones socio históricas en la que ocurre ese amar, ese desear, ese coger, ese sufrir; o más bien denunciar cuando el amor, el deseo, el sexo o el sufrimiento se piensan como conceptos o vivires puros y aislados y entonces así se invisibilizan las relaciones de poderes que estos conceptos esconden.
Silvio Lang, performer, cuir y amigo, se pregunta: “¿qué formas no idealizadas de amar, tocar, relacionarnos, luchar, cuidar, gozar, hacer espacios y crear temporalidades podemos producir en común y hacer esfera pública alternativa?” Continúo las preguntas iniciadas por él: ¿Podremos producir lazos y fuerzas amatorias y eróticas distintas, insurgentes, sin juicio o sin tanto temor a la soledad o a la infelicidad? ¿Podremos inventar nuevas familiaridades que salgan de la norma?
Por lo menos apuesto a que sigamos haciéndonos las preguntas necesarias para que la imaginación y la curiosidad se desplieguen sin el miedo al castigo por salirnos del guión. Mientras nos seguimos explorando como mundos, como cuerpos en relación siempre a lxs otrxs. Explorando nuestros erotismos, nuestros disfrutes sexuales como experiencias lúdicas y éticas. Nuestras formas de amar, coger, sufrir porque no, si es parte de la vida pero siempre, siempre, haciendo revuelta.