Cambiemos de parecer
Por Agustín Pisani
Las PASO despertaron una serie de artículos para intentar comprender la cultura del votante argentino. Discusiones a partir del artículo de Alejandro del Carril, el "neo-anal-liberalismo" de Alejandro Modarelli, los psicólogos k de Federico Andahazi y Alfredo “Leuco” y las figuras posibles de quienes votan por un gobierno que aumenta la pobreza económica, institucional y democrática.
El tema de la semana: por qué la gente vota a cambiemos si esto le implica ir en contra de sus propios intereses. La cultura es el voto y el voto es cultural, acá mis pensamientos al respecto.
Pararon de contar para festejar y sacarse la foto. En tiempos de derechas y posverdad, parecer significa más que ser y en términos de propaganda Cambiemos maneja un tono publicitario acorde con su gobierno de CEOs.
Parece ser que ganaron. Parece ser que estamos mejor. Parece ser que combatimos al narcotráfico. Parece ser que estamos más seguros. Parece ser que por fin recuperamos los derechos que nos da el poder adquisitivo. Parece ser que recuperamos la cultura, la decencia, la franqueza, la imagen y hasta incluso recuperamos la ética. Parece ser que recuperamos a la república perdida. Hasta que si parece ser que volvimos al mundo. Parece ser que cuando parecer ser es política de Estado, somos todos víctimas del ceoliberalismo, porque: “Si te ven mal te maltratan y si te ven bien te contratan”. Carece porque parece.
La transparencia es claramente un rasgo de Cambiemos. Son claros. Roban votos con la brutalidad de dejar al partido opositor en 0 votos. Reprimen a docentes o a jubilados frente a las cámaras. Andan descalzos en pleno invierno y vacacionan lejos durante inundaciones. Hacen dibujitos mientras les piden explicaciones por la desaparición forzada de Santiago Maldonado. Están del bando que desaparece a Santiago Maldonado. Tienen presos políticos a pesar de las advertencias de organismos internacionales; desmantelan industrias pidiendo que se dediquen a otra cosa. Les sacan pensiones a discapacitados, dicen que van marcha atrás y luego apelan. Avanzan claramente, sin ocultar nada. Son ases del errorismo de Estado. Nos deben respuestas y nos aumentan la pobreza pero con el valor puesto en la sinceridad. Dejan sus ahorros afuera y te advierten que va a seguir aumentando todo, aun sabiendo que el aviso no anula la traición. Iban a sostener lo que estaba bien y a mejorar lo que no funcionaba. El Pro (Cambiemos) nace y se sostiene de un profundo sentimiento anti y sin embargo sigue persuadiendo a una parte importante del electorado.
Acá es donde quiero depositar el voto. En el otro. En aquel que elige a representantes neoliberales, incluso posibilitando un empeoramiento de su calidad de vida. La inteligencia estética de Cambiemos actúa impunemente porque cala en los intereses que investiga gracias a la big data y apela, a su vez, a viejos mecanismos evangelizadores (por ejemplo, el timbreo que, dicho sea de paso, sucede en espacio privado, no público). En este sentido, pilares como la meritocracia o el aspiracional juegan un rol clave. La cultura del esfuerzo permite que el sacrificio sea cada vez mayor porque en algún momento llegará esa recompensa o en caso de que eso no suceda, la persona puede estar tranquila consigo misma porque ha hecho lo correcto. Así, haciendo lo que hay que hacer.
La víctima de un abuso transita un enamoramiento con el abusador que parece ser la solución o al menos la mejor opción. Someterse al poderoso puede ser fantasear con ser el poderoso. Identificarse no es necesariamente un mecanismo argumental que sí puede traducirse en votos. Sí, se puede.
El abusado tiene chances de romper con el vínculo, desimplicarse, pero no siempre tiene las herramientas como para hacerlo. El otro sos vos. Hayas votado a una u otra opción. Todos estamos bajo el mismo techo, jugando un mismo juego. Ellos tienen una foto y nosotros sabemos que esa foto no es verdad. Para lograr el distanciamiento hay que señalar lo evidente. Esto es una puesta en escena.
En la propuesta Cambiemos se aplican las leyes del marketing. Sostienen la promesa inalcanzable, operan como un producto ordinario del mercado. El futuro es su fuerte porque el presente siempre les es adversidad. Se victimizan y se proclaman desde una épica de cotillón como la salvación: “Si no ganaban ellos éramos Venezuela o íbamos rumbo al 2001”. Hacen política pero dicen ser apolíticos y ese oxímoron es factible de aceptar ya que lograron que se piense al país como empresa. Apelan desde un emocional antiracional a consumirlos, a elegirlos cada vez, porque en ellos el deseo puede postergarse hacia el infinito. Seguimos buscando la explicación de cómo vota la gente, pero falta pensarnos a nosotros respecto de esa gente que los elige.
Una realidad se impone y es que Cambiemos necesita mostrarse ganador y exitoso aunque le cueste legitimidad o legalidad. Se alimenta de la victimización del pueblo que sufre y padece consciente y, en algunos casos, algo inactivo; o nutre el sadismo de quienes se inmolan por poder llegar a beber alguna gota derramada. El aspiracional opera, la identidad se construye por semejanza o por oposición. El ADN nuestro lleva la voz de los inmigrantes que buscaban el ascenso social y querían que su hijo fuera "dotor". Todos somos un poco eso.
El otro sos vos y parece ser que no estamos dando la batalla cultural inteligentemente. Lo que ves es lo que hay. Hay dos tercios en contra de este gobierno. El cuco está en la niebla, sólo hay que meterse en la niebla para ver que el cuco no está. En este mismo lodo, todos manoseados: el yo no lo voté o pagame la boleta entra en su lógica violenta, en la del pueblo contra el pueblo.
Pienso que parece ser que la mejor opción es la empatía, es lo que nos define como compañeros ciudadanos. Escuchar, comprender, acompañar y brindarle al otro la posibilidad de desarrollar un pensamiento crítico que deconstruya su realidad para construir un futuro mejor. Un futuro otro. Pero no le mastiquemos el caramelo a nadie, démoselo entero. El camino es personal, las herramientas las brinda la sociedad. No les demos el pescado, enseñémosles a pescar. No existe bando que no quiera encontrar a Santiago Maldonado. Es cuestión de llegar a ese andar mental. Cuestión de que el otro entienda que cuando va en contra de sí mismo, va en contra de todos y todas, y salga de la negación, el ocultamiento o el orgullo cegador.