Coco: la construcción de la muerte en el público infantil
Por Melany Grunewald
La reciente película de la producción Disney Pixar ha roto taquillas en todo el mundo. Fue dirigida por Lee Unkrich, cuya trayectoria en Pixar no es moco de pavo: ha comenzado como montajista hasta codirigir grandes éxitos de la productora como Monsters Inc y Toy Story 2. Su primer largometraje como director fue Toy Story 3. Por lo tanto, el techo para Coco estaba alto. Aun así, lo superó.
Si hay algo que caracteriza a Pixar más allá de la animación (tan diferenciable en un principio) es la capacidad de argumentar una temática profunda y traducirla a un lenguaje acorde al contrato de lectura para con su público. Un público infantil que se ve atraído por el marco de un peculiar universo. En Buscando a Nemo podemos ver la historia de un padre que busca a su hijo junto a una discapacitada mental; la pareja de viejitos de UP que no pudo tener hijos; los padres de Dory buscando herramientas para enseñarle cosas a su hija de manera que lo pudiese retener (como con cualquier chico especial), las capacidades y el talento del artista en Ratatouille, y un buen etcétera.
En este caso, Coco lleva al público infantil nada más y nada menos que a la muerte como temática: Miguel Rivera, un niño de unos 10 años desea ser músico pero su familia no lo permite por una vieja tragedia en generaciones anteriores. En el Día de los Muertos, Miguel pasa al mundo de los difuntos. Mientras aquellos que ya no están pasan a reencontrarse con sus familiares vivientes, Miguel busca a su tatarabuelo músico para mostrarle que él también lo es.
México es el marco ideal para tratar esto ya que, culturalmente, la muerte se acepta de una manera que se expresa en rituales cargados de sentido simbólico. Además de eso, visualmente es atractivo por sus colores y sus calaveras pintadas, algo que encaja muy bien en la estética de la animación; los muertos son simpáticos esqueletos que se pintan la calavera. Aunque Disney históricamente se sitúa en diferentes partes del mundo para contar historias, lo que diferencia a Coco en la presentación de personajes, lugares y acontecimientos es el cuidado de no banalizar la cultura mexicana. Prueba de ello da el haber superado la venta de los 24 millones de entradas en ese mismo país, donde se estrenó antes incluso que en Estados Unidos en octubre de 2017, convirtiéndola en la película más taquillera de la historia cinematográfica de México. Por supuesto que hay juegos que hacen a un estereotipo, como la abuela amenazando a todos con una chancleta, pero lo que se percibe en general es la construcción del mexicano como amiguero, compadre y familiero. Al mismo tiempo, la familia del protagonista cuenta con un interesante rol de la mujer trabajadora que levanta todo un negocio familiar mientras cría a sus hijos.
Se podría decir que Disney siempre apeló a los golpes bajos, sin embargo Coco no es el caso. El argumento tiene giros no convencionales que, aunque estén cargados de emoción y hagan lagrimear a los grandes, muestra a la muerte como un traspaso natural e inevitable. La película tiene un poderoso mensaje en cuanto al olvido, que resulta ser la muerte final: las personas olvidadas entre sus descendientes vivos desaparecen en el mundo de los difuntos. Coco logra visualizar el Día de los Muertos como un momento de encuentro con los seres amados en vida, una fuerte comunión familiar y de amor.