Documental “Sol de noche”, a 45 años del Apagón de Ledesma
Por Martín Tesouro
Por decisión del autor, el artículo contiene lenguaje inclusivo.
Un sol de noche, una pequeña llamita que lucha contra la inmensa oscuridad, en un acto de corazón quijotesco, el fulgor batalla frente a la tormenta, ante el vendaval se yergue y enarbola la memoria, la verdad y la justicia, banderas inclaudicables que susurran pesadillas en la calma de los tiranos, que envejecen entre opulencia y adulaciones, con las arcas llenas de poder, de odio, de sangre e impunidad. Envejecen los prestidigitadores del horror y eso apremia porque multiplica la pena ver cómo se pavonean en libertad, ostentando su condición en la cara de un pueblo que no pudo (hasta el momento) llegar a los oídos de una justicia que lejos de ser sorda, juega a hacerse la ciega y a desoír lo que lo que todos saben, lo que las piedras exudan, lo que es tácito en un territorio que mantiene costumbres feudales.
El documental Sol de noche (2002), de Pablo Milstein y Norberto Ludin, con la producción ejecutiva de Eduardo Aliverti, relata la historia del doctor Luis Arédez, intendente de Libertador General San Martín, y Olga Márquez de Arédez. Luis fue desaparecido por rebelarse ante el atropello de la empresa más poderosa del noroeste argentino y trabajar para dar justicia y dignificar la vida de los zafreros. El departamento de Ledesma es el escenario donde tuvo lugar “El apagón de Ledesma”. Entre el 20 y 27 de julio de 1976 se efectuaron cortes al suministro de energía eléctrica del municipio jujeño. Con el pueblo sumido en la penumbra secuestraron a 400 personas, en vehículos de la empresa, utilizando las instalaciones del ingenio para la detención y la tortura de operarios, estudiantes y militantes.
La obra se inicia con un entierro, acto esencial de los seres humanos, y la voz de algodón profundo de Eduardo Aliverti emana las palabras labradas por Marcelo Birmajer; nos apunta a la conciencia para hablarnos de la importancia del rito funerario. Tan triste como la necesidad de usar las palabras para explicar un momento en el que prima el silencio. Silencio y paz, tranquilidad de saber que quien amamos yace ahí, en un lugar determinado, dignificado su cuerpo. Desde el primer momento, Sol de noche nos azuza la sensibilidad y trae a primer orden un tema que desgarra a la humanidad desde el origen de los tiempos: el derecho y la necesidad de despedir a nuestros muertos.
“Ningún hombre es cualquier hombre”
Luis Arédez fue médico sindical, director del hospital e intendente de la ciudad de Libertador General San Martín con el retorno a la democracia en 1973. Como médico, fue un ejemplo de entrega y vocación de trabajar para quienes más lo necesitan. Dedicó gran parte de su vida a la atención y cuidado de los hijos de los zafreros, lo que le provocó el ensañamiento de la empresa y la necesidad de abandonar Ledesma. Luego de intentar asentarse en Tilcara y vivir apaciblemente, Luis decide regresar a su ciudad. Por su idoneidad es convocado a presentarse a intendente. De inmediato, asumido el cargo, concretó políticas de regulación que afectaban los negocios hasta ahora absolutamente fuera de control que la empresa venía realizando desde finales del siglo XIX. Esos recursos se destinaban a la mejora de las condiciones de vida de un pueblo condenado. Luis fue secuestrado en su casa la noche del 24 de marzo del 76 y lo liberaron tras casi un año de tortura. Retomó su puesto de trabajo en el hospital Escolástico Zegada hasta el 13 de mayo de 1977. Continúa desaparecido hasta ahora. Las palabras con las que lo evocan sus familiares, amigos y compañeres de trabajo, y también sus enemigos, hacen sentir la pérdida de un gran ser humano.
“Jujuy no es cualquier provincia y Ledesma no es cualquier ciudad”
Sol de noche expone con precisión el rol directivo de la oligarquía argentina en la última dictadura cívico religiosa militar. Uno de los aspectos más notables del documental es el lugar que ocupan las voces de los protagonistas de los sucesos, principalmente la voz que representa a la empresa Ledesma.
La actitud que el poder judicial ha tenido en las causas por los crímenes cometidos por el poder económico en participación directa con el plan de exterminio perpetrado genera muchas sensaciones acuciantes. Hasta el momento, los terratenientes más grandes del país no han sido procesados.
“Hay que saber coimear”, repite Mario Paz (exjefe de relaciones públicas del ingenio Ledesma) hasta causar escozor. El hombre que ejecutaba las políticas decididas por el directorio del gigante jujeño se divierte hablando, para referirse a la manera en la que consiguió obtener los favores necesarios para erigirse uno de los ingenios más importantes de Latinoamérica y una dinastía que extiende sus tentáculos subrepticiamente. Dice mucho, más de lo que nos gusta escuchar, pero guardando con malevolencia los datos que intentan perpetuar en el silencio.
El trabajo logra exponer las voces de los poderosos, su idiosincrasia genocida, racista, infame y negacionista, hipócrita inmensurable. Pronto nos urge el accionar de la justicia al oír rememorar con soltura el protagonismo de este imperio económico en la concreción del accionar represivo. Sol de noche brinda las pruebas del servilismo que jugó el Estado con la oligarquía nacional, el componente que hasta ahora ha logrado mantenerse más ajeno a la opinión pública y que como protagonista intelectual impune acrecentar sus ganancias y poder en todas las esferas de la vida pública.
“Pobreza espiritual”
Otro punto fuerte se alcanza cuando nos encontramos con la entrevista a Aurelio Martínez, cura de Libertador. El español manifiesta su adhesión a las políticas de exterminio y da cuenta de tener conocimiento sobre la condición de los desaparecidos.
Lejos, muy lejos, del camino de luz e igualdad por el que murió el Cristo que disfruta ver crucificado. Así se van corriendo velos y mostrando a los responsables del dolor, sus roles y sus jugadas. Tal es el terror de que sus privilegios se afecten que no distingue entre un comunista y un radical. Las palabras de Martínez acarician lo grotesco. La escena cierra con la iglesia plena de fieles en el momento de la comunión de les niñes.
La cámara se interna en la zafra, transita la piel curtida de quienes enfrentan la resignación, y con la exposición sin maquillaje de la vida en la Ledesma del siglo XXI, más nos ayuda a entender las razones por las cuales han decidido la destrucción de Milagro Sala. La ilimitada capacidad de intervención del grupo económico implica un estado que esté a su merced, que trabaje en la ilegalidad y satisfaga su deseo y necesidad de desamparar toda luz de organización popular que enfrente su despotismo. En Gerardo Morales halla un arlequín a su medida.
“Ninguna mujer es cualquier mujer”
Olga no tenía pensado ser un emblema de resistencia. Ella era una ama de casa, madre de cuatro niñes que tenía una vida relativamente tranquila hasta el 24 marzo, cuando empezó el calvario que la transformaría en una luchadora incansable por la verdad, la memoria y la justicia. Mediante Olga se hace visible el otro elemento que compone a una dictadura: la indiferencia de una parte importante de la sociedad. De los secuestrados la semana recordada como “La Noche del Apagón”, 47 de ellos continúan desaparecides. Sin embargo, Olga ha transitado su dolor y su lucha con mucha soledad. La misma ciudad por la que su marido había dado la vida ahora le daba la espalda y acusaba de loca, mentirosa, hasta que finalmente la invisibilizaba. En una imagen desoladora, el documental regala una alegoría atroz. Como el sol de noche que durante los apagones batalló contra la oscuridad del horror, ella, enferma de respirar la porquería que inunda el aire de Libertador San Martín, con su pañuelo blanco, cada jueves, sola, realiza la ronda en una plaza inerte a su historia. La cámara se aleja. La guitarra nos enreda en un grito de justicia. Como cada jueves, Olga marcha sola.
(Los subtítulos corresponden a citas del documental)
Ficha técnica
Dirección: Norberto Ludin; Pablo Milstein
Producción ejecutiva: Eduardo Aliverti
Producción periodística y entrevistas: Javier Rubel
Dirección de fotografía y cámara: Ariel Ludin
Guion: Javier Rubel, Norberto Ludin, Pablo Milstein, Ariel Ludin
Locución: Eduardo Aliverti
Música: Pablo Green, Julio Klandniew
Edición de sonido: Droopy (Hernán Risso Patrón)
Textos: Marcelo Birmajer
Producción: Beatriz Zardaín
Año: 2002