Encuentro entre Perón y el Che: la versión de Pacho O' Donnell
Por Lois Pérez Leira | Ilustración: Obra "La piedad. Eva Perón devora las entrañas del Che Guevara", Daniel Santoro
Varios periodistas y escritores argentinos instalaron en los últimos años la hipótesis del encuentro del General Perón y el Che Guevara en Madrid.
En los últimos años el escritor e historiador Pacho O´ Donnell a partir de la edición de su libro “Che: el Argentino que quiso cambiar el mundo”, instala en los medios de comunicación la teoría de los dos encuentros en Madrid de Guevara y Perón. Para ello utiliza algunos testimonios que le fueron contados. Especialmente recurre a las declaraciones del destacado periodista Rogelio García Lupo y al biógrafo del General Juan Domingo Perón, Enrique Pavón Pereyra. La primera versión de este encuentro lo relata en distintos escritos y entrevistas García Lupo. Luego de la revolución cubana en 1959, Lupo acompañó a Jorge Masetti en la fundación de la Agencia de Noticias Prensa Latina, junto a Rodolfo Walsh y García Márquez, entre otros. En aquellas circunstancias conoció al Che, luego se volvió a encontrar en Punta del Este, en la Conferencia de la OEA. García Lupo, relata este encuentro haciéndolo protagonista y fuente indirecta a Julio Gallego Soto, un hombre de confianza del General Perón, que fuera secuestrado y asesinado durante la dictadura militar argentina.
Señala Lupo: “Julio Gallego Soto se llevó muchos secretos a la tumba cuando un comando militar lo desapareció para siempre en 1977, pero en algún momento entre 1965 y su último día sintió la necesidad de relatar a su amigo, el contador público y experto en cuentas fiscales Alberto T. López, cómo había sido aquella noche en la que Perón lo mandó a buscar y en su residencia de Madrid le propuso en presencia del Che que tomara a su cargo “los fondos de la liberación”". Los acontecimientos transcurren según García Lupo en la residencia de Puerta de Hierro, Madrid, en 1964; el contacto había tenido lugar entre el 17 de marzo y el 17 de abril de ese año. Durante ese tiempo Guevara había viajado a Ginebra. Según García Lupo, Alberto T. López quien tenía una relación laboral con Julio Gallego Soto, encontrándose muy enfermo y antes de morir, quiso dejar constancia de los comentarios que le había dicho su amigo Gallego Soto, sobre cómo este había presenciado el encuentro de Guevara y Perón. Según García Lupo ante su inminente muerte quiso dejar este testimonio y escribió a mano, algo menos de dos mil palabras registrando la narración que le hizo Gallego Soto, el día que “un acontecimiento inesperado había despertado su memoria y lo había vuelto a un pasado del que sentía la necesidad de descargarse. Por cierto los citados manuscritos nunca fueron vistos o reproducidos para ser consultados. Las fuentes familiares indican que la relación entre Alberto T. López y Julio Gallego Soto eran simplemente profesionales, no existió entre ellos ninguna otra relación, más allá de la estrictamente laboral. No era ni un amigo personal, ni un hombre de confianza en lo político, por lo menos así lo recuerda la hija mayor del primer matrimonio de Julio Gallego Soto.
García Lupo introduce los antecedentes del encuentro relatando el viaje de Guevara a la Conferencia de las Naciones Unidas de Ginebra de 1964.
“…Guevara viajó de La Habana a Ginebra el 17 de marzo de 1964 para representar a Cuba en la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo. El Che llegó a Ginebra desde La Habana con escala en Praga. Y Gallego Soto estaba en Praga por esos días, en una gira que había iniciado con su familia, de la que tomó distancia en algunos tramos porque el viaje de placer también incluyó algunos negocios, según dijo su esposa a su hijo. (Otro testimonio indirecto que lo hace partícipe a su hijo menor que era un niño) En Ginebra, Guevara pronunció un discurso, ofreció una conferencia de prensa a 80 periodistas de todo el mundo y concedió una entrevista de 25 minutos a la televisión Suiza. La reunión se extendió a una semana para el Che, que inició una peregrinación por tren a París, sin destino fijo, reapareciendo recién el 14 de abril en Argelia como invitado del presidente Ben Bella. Después de dos días con Ben Bella el Che retornó a Praga para seguir viaje a La Habana, donde aterrizó al cumplirse un mes de su partida. Es en este entreacto, cuando Guevara vagaba por Europa sin rumbo, cuando tuvo lugar la cita con Perón que Gallego Soto relató a su amigo Alberto T. López, y éste escribió la narración que citamos. El comportamiento del Che por aquellos días de 1964 resulta cuanto menos sorprendente. No solamente se mostró en público con frecuencia sino que hasta se exhibió provocativamente en París. Allí fue visto paseando sin custodia con un impermeable caqui y su boina negra por los alrededores de la Sorbona. Lo vieron en las pizzerías del bulevar Saint Michel, en las librerías del barrio latino y en el Théatre des Nations, en Place Châtelet, donde actuaba el ballet de Cuba.
Durante tres semanas aparecía y desaparecía, estaba en Europa aunque no se sabía exactamente dónde, y hubo quienes lo tomaron por un tipo que se disfrazaba del Che Guevara. Sus rastros se confundieron, del mismo modo que volvieron a confundirse cuando entró y salió del Congo o cuando alcanzó el suelo boliviano con una escala en Madrid y otra en Montevideo, (el Che nunca hizo escala en Montevideo) que forman parte de los enigmas que los biógrafos del Che aún no pudieron descifrar. La CIA llegó a imaginar que había más de un Che, algún sosia que se exponía públicamente para esconder al verdadero.” Los miembros de la embajada cubana en Francia que los acompañaron durante esa estancia en París, como así también su comitiva oficial y sus acompañantes de seguridad, desmienten cualquier tipo de traslado de Guevara a Madrid. La CIA controlaba cada traslado que realizaba el Che, de múltiples maneras, por ello su paso por la capital francesa y sus posteriores movimientos los realiza de forma pública y con todas las medidas de seguridad, para salvaguardar su seguridad. El diplomático Juan Cruz, uno de los funcionarios cubanos que trabajo en las áreas políticas, en la embajada de este país en Francia, señaló: “Yo estaba en París en los años 62 al 64 y estuve allí con el Che, cuando pasó por esa ciudad, para continuar a Argel, para verse con Ben Bella. Durante el tiempo que estuvo con nosotros, nunca tuvimos información sobre este hipotético encuentro entre Guevara y Perón. El Che estaba de forma continua, acompañado por nuestra gente”. La hipótesis de pasar la frontera de forma clandestina por parte del Che, tanto en tren, como en carretera o en avión, desde Francia hasta España, era imposible. De forma inmediata sería detectado y detenido por el férreo control policía franquista, a no ser que lo hiciera con otra identidad. Durante esa gira oficial Guevara mantuvo su vestimenta militar, su barba y su fisonomía tradicional. La otra versión posible es que entrara con permiso del gobierno español, en calidad de miembro del gobierno cubano. En este caso todos los medios de comunicación estarían tras sus pasos, como así también la propia policía española. Solamente cabría el paso del Che por la frontera de los Pirineos, como así lo hicieron los antiguos militante de la resistencia española y esto ya sería parte de la ficción política. A pesar de ello los hechos principales que narra García Lupo son los siguientes:
“El relato recogido por López contiene diversas consideraciones sobre la misión que Perón y el Che, de común acuerdo, le habían propuesto a Gallego Soto y la afirmación de no haber aceptado a pesar de la presión y la certeza de que “los pedidos del Viejo no eran para ser desoídos”. Julio Gallego Soto fue agente de Perón para las operaciones confidenciales de mayor riesgo. Conocía las cuentas numeradas de los bancos de Nueva York, Barcelona, Montevideo y París, donde era mayor la discreción y también podía reconstruir de memoria la historia de los contradocumentos y las transferencias de fondos que respaldaban los pactos políticos del jefe del justicialismo. Gallego Soto fue un eximio conspirador que construyó como una obra de arte su bajo perfil, a pesar de haber vivido momentos históricos junto a Perón o por cuenta de Perón.” Así cuenta García Lupo la forma en que Julio Gallego Soto presencia la hipotética entrevista: “Gallego Soto estaba en el Hotel Plaza de Madrid cuando una noche, poco antes de acostarse, fue visitado por un fraile que, sin anunciarse previamente, golpeó a su puerta con un mensaje de Perón. El general le pedía que fuera inmediatamente a su casa de Puerta de Hierro, a pesar de la hora, acompañado por el fraile, que lo llevaría en el auto en que había llegado. Una vez en destino y antes de pasar por la guardia del edificio, Gallego Soto se deslizó hasta el piso del auto para no ser visto. Cuando el auto se detuvo y el sacerdote le dijo que ya podía salir, el mismo Perón estaba allí para recibirlo. Voces que reconoció como cubanas le llamaron la atención porque comentaban unas fotos iluminadas sobre una mesa con palabras tales como: “Ahí le tienen solo, ahí con su mujer y su hijo, en ésta caminando por la calle Florida”. Se trataba de sus propias fotos, tomadas sin que se hubiera dado cuenta. Entonces Perón le dijo que lo había “convocado para una tarea que requiere una gran reserva y una buena administración”. El general pensaba que era el hombre para la función “por lo mucho y bien que lo conozco”. Gallego Soto se defendió cuando Perón le reveló que se trataba de administrar los “fondos de la liberación”, varios millones de dólares destinados a una acción que el Che Guevara se proponía llevar a cabo. Fue entonces cuando Perón se dirigió a alguien que había permanecido en la oscuridad “y para mi sorpresa vi aparecer a un sacerdote capuchino que había estado presenciando la escena anterior y que, al alzar la pantalla de luz, mostró ser el mismísimo Che”. No solo el Che estaba en la casa de Perón que había entrado disfrazado de sacerdote capuchino, sino que había varios cubanos más. Será el propio Pacho O'Donnell quien amplié la versión que le comentó García Lupo, que a su vez le relató en un momento de inspiración ante de su muerte Alberto T. López, el historiador señala: “Encontró a Perón rodeado por personas con uniformes verde olivo. Casi todos eran barbudos, y Perón parecía pasarla muy bien con ellos, porque hablaban en voz alta y se reían a carcajadas. Gallego Soto los identificó como cubanos. Después, Perón se puso serio y le dijo que lo había convocado “para una tarea que requiere una gran reserva y una buena administración”. El General pensaba que era el hombre para la función “por lo mucho y bien que lo conozco”. De esta parte de la historia se desprende que el Che entró disfrazado de fraile capuchino, para evitar ser descubierto por los agentes de seguridad del franquismos, la CIA y los servicios argentinos, mientras el resto de la comitiva entraron a la Casa 17 de octubre con su ropa verde oliva, sus boinas de guerrilleros y con sus rostros barbudos. Otra de las posibilidades es que entrara toda la comitiva disfrazada de capuchinos, como una típica procesión madrileña de Semana Santa. Y esto sería parte de una risueña y dantesca fantasía de algún historiador habido de vender libros. Está claro que esta hipótesis es totalmente absurda. El General Oscar Fernández Mel asistente en Sierra Maestra y amigo personal de Ernesto Guevara, ha declarado ante esta versión, que es totalmente falsa y disparatada. Guevara nunca se hubiera prestado a semejante parodia, no era parte de su conducta, ni estilo. En caso de que hubiera existido la entrevista con Perón señaló: “la hubiera hecho de forma pública como la realizó con la mayoría de los dirigentes internacionales de aquellos años. Lo de el disfraz de cura del Che, me parece una comedia de humor negro, eso lo puede decir alguien que no conociera al Che. Además con un grupo de gente vestidos de verde olivo y que llega disfrazado, es totalmente un disparate histórico”. Acotó Fernández Mel. Mientras tanto “Tona” la viuda de Emilio Aragonés consultada al respecto señaló que en varias conversaciones con su marido éste le señaló de forma reiterada que el Che nunca se había entrevistado con Perón. Tanto ella como su marido cuando fue Embajador de Cuba en la Argentina, mantuvieron una estrecha relación con el General Perón. También Jorge Serguera en su libro Che Guevara – la clave africana, no le consta que el Che y Perón se hubieran entrevistado en Madrid. Tanto “Tona” como otros amigos del Che coinciden en que la confusión o la reinvención de la hipotética entrevista en Madrid, está basada en las reuniones mantenidas por Jorge Serguera y Emilio Aragonés, con el líder peronista.
Continuará.