Guevara y Perón: un emisario cubano visita al General en España
Por Lois Pérez Loira | Ilustración: Silvia Lucero
Los distintos contactos secretos entre los emisarios del General Perón y el gobierno Cubano fueron dando sus frutos y profundizando una estrecha relación política.
Jorge Serguera uno de los hombres de confianza del Che, es el primer alto funcionario cubano que se entrevista con Perón. La fecha más probable es abril de 1963. En su libro de memoria señala sobre esta entrevista: “Salí de La Habana de regreso a Argel para encontrarme con Perón, apenas hizo comentario alguno al respecto. A mi llegada me hospedé en el Hotel Plaza. Luego de dormir el cansancio, localicé a Luco y Villalón. Por la tarde vino uno de ellos y por la noche volvió para decirme que Perón me esperaba al día siguiente a las once de la mañana.”
El General Perón residía en un barrio de las afueras de Madrid llamado Puerta de Hierro. El presidente tenía un chalet que lo había bautizado como “La Quinta 17 de octubre”. Era de grandes dimensiones, con un jardín muy amplio y arbolado. Por lo general, en la puerta había agentes de seguridad españoles, que informaban de la llegada de las visitas. La persona que ejercía en cada momento como secretario personal, le enviaba a los que cuidaban la entrada de su casa, la lista de los posibles visitantes.
Serguera nos sigue relatando: “Me percaté de la presencia de dos agentes de la policía política de Franco, los abordé para su sorpresa y los señalé mi itinerario y la razón me tenía en España. Fingieron mil veces; afirmaron que su presencia era sólo para brindarme protección frente a los cubanos contrarrevolucionarios que allí pululaban. De todas maneras, me dije, el gato sabe dónde está el ratón, pero sólo el ratón sabe dónde está el queso. Hay que ser infantil para creer que uno puede burlar un aparato de inteligencia en cuestiones tan burdas. Esa noche, fría, me fui al hotel temprano. Luego de leer los periódicos y ya en la oscuridad, traté de imaginar el diálogo con Perón. Para mí inimaginable. Sentía curiosidad por conocer al hombre del justicialismo. Había algo que para mí era incomprensible. ¿Cómo era posible que, salvo excepciones, todas las tendencias políticas se reclaman peronistas? Pero, sobre todo, ¡peronista sin Perón! Porque si hubiera muerto tal vez sería comprensible, para mí, bajo el auspicio de las diferentes interpretaciones. De todas maneras en Latinoamérica era un caso sui géneris. De pronto me di cuenta de que Perón me iba a preguntar por Che. De Fidel era más fácil, pero aunque no se lo pregunté estaba seguro de que Che nunca había hablado personalmente con Perón y, sin embargo, la circunstancia subrayaba un conocimiento. Fue entonces que reconstruí mentalmente algunas características del Che. Me levanté temprano. Era el día de Perón. A las diez de la mañana llegó Luco. Veinte minutos después dejamos el hotel Plaza en la Gran Vía y comenzamos a buscar las afueras de Madrid. Media hora más tarde nos deteníamos en un apartado reparto frente a la casa del general Juan Domingo Perón.
Atravesamos el pequeño jardín de la entrada, la puerta fue abierta por un doméstico. Al pasar, dejando a un lado el pasillo un pequeño salón. De pie, junto a Villalón, Perón nos esperaba. Alto, de 68 años, de pelo negro todavía, tal vez tinte, corpulento, no parecía un hombre viejo. Bien conservado y fuerte, con un saludo muy cordial, logró desembarazarme de un alto porcentaje de tensión. Con un fuerte carisma y muy dueño de sí mismo, exhibiendo una soltura profesional, comenzó con preguntas y sonrisas que lograban pendular mi ánimo, ansioso a veces, otras al borde de la perplejidad. Luego de varios minutos me relajé y comencé a valorar. Al principio respondí con monosílabos. Hizo referencia a las informaciones recibidas por sus acompañantes de su viaje a Argel. Preguntó por Fidel y por Ernesto. Luego de dejar claro que venía de La Habana le entregué el maletín subrayando que el Che se lo enviaba. Lo tomó, lo apartó sin abrirlo y sin dar importancia me instó:
"– Continúe.
– Trajeron café y agua mineral. Presentó a su esposa.
– Perón acotó:
– Ustedes saldrán airosos de la embestida norteamericana.
– A continuación hizo un largo rodeo y desarrolló esta idea, culminando-:
– Los norteamericanos son unos intervencionistas a los que cada vez le será más difícil mantener sometida a América Latina. Creo que se producirán cambios radicales en el continente suramericano que contribuirían al triunfo de vuestra política-
Acto seguido le sugerí la idea de mudarse a Argel y lo interesante que sería luego aceptar residir en La Habana. Sonrío y afirmó que lo pensaría. Entonces se refirió a la Argentina.
–Los últimos acontecimientos son muy favorables, el gobierno se halla entre la represión o el derrumbe. Todo variará muy pronto -
Todo esto lo dijo ponderando mucho sus ideas.
Había dicho mucho y no había dicho nada. El resultado del encuentro estaba a medio camino. Todo los micrófonos secretos del mundo nada podían deducir de aquella conversación; yo tampoco. ¿Profesionalidad? Para mí lo único que estaba claro es que no quería comprometerse. Sin embargo el binomio del Caribe lo había provocado incitándolo a una acción, totalmente tácita en la entrevista.
Un rostro de póker face y una sonrisa con un cordial saludo para Fidel y Ernesto me despidieron. Al regreso mi alegría no se cansaba de enlazar la inteligencia, penetración, agudeza juventud de aquel hombre. Villalón estuvo de acuerdo conmigo:
– ¡Es genial! Lástima que no gobierne en estos momentos en Argentina.
–Esto último sí lo creía, en esto no disimulaba.
¿Qué quería Perón? Una alianza, que comenzaba con el envió del maletín. ¿Para qué lo necesitaba? Para fortalecer su organización política interna. Sin duda aquí hay elementos clave no puede ignorarse la autoridad y prestigio de Juan Domingo Perón con la autoridad de Che y la aplicación de un método podía ser determinante para asunción del poder por ambos.
¿Hasta dónde estaría informado Perón de los próximos pasos de Che dentro de Argentina? Yo no puedo dar respuesta a esta pregunta. El único que puede saber esto es Fidel. Si tuviera que explicármelo políticamente preferiría suponer que se estaba gestando una alianza.
No fue éste mi último encuentro con Perón. Aquel mismo año me reuniría con él dos veces más, siempre en su casa en Madrid. En adelante no tuve ningún otro contacto con el ex presidente argentino no volví a recibir indicaciones de La Habana a este respecto. O bien todos se convencieron de que este personaje no quería comprometerse, de momento, con nosotros o los contactos siguieron por otras vías; pero esto aunque no me consta lo dudo.”.
Valentín Luco, quien narra en su libro en primera persona este encuentro, intenta atribuirse, haber sido el único testigo de esta entrevista. Mientras que Serguera señala también a Héctor Orlando Villalón entre los asistentes.
Luco relata en sus memorias los detalles del encuentro entre Serguera y Perón. “Así fue y en la segunda ocasión me acompañó a Madrid… Él entrevistó al General Perón en nombre del Presidente Fidel Castro, yo asistí a dicha entrevista como única persona presente. Fue una larga entrevista, Serguera traía varios ofrecimientos para el General de parte de Fidel Castro. Además de grandes saludos y las conversaciones sobre la situación de América latina y el Caribe, lo más importante fue que el embajador Serguera entregó a Perón en nombre del Jefe de la Revolución Cubana varios presentes, y una larga carta escrita y firmada de puño y letra por Fidel, en la cual le ofrece a Perón la posibilidad de residir en Cuba, la ciudadanía si así lo deseaba, y todo lo que pueda ser necesario en la vida del ex presidente.
Perón con mucha emoción agradeció a Serguera los ofrecimientos de Fidel y le dijo: No esperaba otra cosa, pero que él no quería alejarse de Europa porque tenía un contacto más directo con Argentina para poder trabajar por su regreso al país.”
Aquella entrevista fue el inicio de una próspera relación entre el general Perón y el Gobierno cubano. Con el dinero entregado por Serguera en aquel maletín donde se estima que superaban el millón de dólares, el General Perón pudo organizar el primer intento de retorno a la Argentina, que terminó frustrado el miércoles 2 de diciembre de 1964, en el aeropuerto de El Galeão, en Río de Janeiro. Lo acompañaba una comitiva que incluía, entre otros, al empresario Jorge Antonio, a los sindicalistas Augusto Vandor, Andrés Framini y Delia Parodi, entre otros.
Las autoridades militares brasileira retuvieron a la comitiva del “Operativo Retorno” y fueron devueltos a Madrid en el mismo avión de Iberia que habían viajado.