Estado: Brasil
Por Santiago Gómez
Desde Florianópolis
Fui en colectivo hasta la asamblea legislativa de Florianópolis leyendo la cobertura de quienes estaban en la Plaza protegiendo a Hebe, sintiendo orgullo inmenso de mi pueblo y cuando llegué a la reunión del PT la cara de Cadú decía: vamos atrás del PCdoB. Se cagaron, pensé. Hizo un gesto para que lo acompañara, se prendió un cigarrillo y apartados de la militancia que esperaba que empezara el plenario me contó los detalles. Cuando terminó de fumar subimos al auditorio y estuve otra vez en una asamblea impostada, donde la votación sería una pantomima, porque todo ya había sido arreglado antes de levantar la mano. Qué miedo que le tienen los comunistas a la mayoría, pensé. Creen que la política es una cuestión de consciencia y siempre lo creerán, entonces no tienen problema alguno en sentarse alrededor de una mesa, después de que te hicieron pasar semanas y semanas de reuniones, discutiendo qué sería mejor, diciendo que lo más importante es la unidad, que quizá lo mejor sería que el candidato fuera otro o la candidata, como va a terminar sucediendo. Cerraron el PT de vice y la candidatura a intendenta se la dieron al Partido Comunista do Brasil. Treinta años lucharon contra el estigma de comunistas.
“Un idiota es aquel que no aprende del pasado, un desinformado que no escucha al informado, un idiota por debajo del nivel, un idiota es el que cree que todos son idiotas menos él”, canta Calle 13 mientras escribo. La canción me atrae pero también me molesta. No es cierto, me digo. No se le puede decir idiota al desinformado. Dejate de hinchar las bolas, Gómez, escucho en mi cabeza, disfrutala, es solo una canción, no podés andar analizando todo. No me gusta la palabra "idiota", así como tampoco me gusta cuando dicen “es la política, estúpido”. Ni estúpidos, ni idiotas, simplemente la mayoría no tuvo las mismas facilidades para acceder a la información como la clase media ilustrada, porque ni siquiera es una cuestión de inteligencia. El músculo está, salvo que a unos pocos los pusieron a ejercitarlo, me decía el fin de semana pasado, cuando conocí la canción manejando por la ruta entre sierras, contento de poder alegrarme por los distintos tonos de verdes que nos rodeaban. Cómo harán los pintores, me pregunté.
“La única frontera es la lengua”, le dije a Laura, rompiendo el silencio en el que me había subsumido hacía unos cuantos minutos. ¿Qué?, preguntó sorprendida. Que la única frontera real que existe es la lengua, esto podría ser Córdoba; es cierto que acá las sierras son tupidas como morros, pero mirá al costado, campo, vacas, yuyito, maíz. Ella se rio. Lo tuyo es increíble, dijo, te pasás media hora sin decir una palabra, salís con que la frontera es la lengua y vos esperás que yo entienda de qué hablás. Volví al silencio y a disfrutar los colores.
Nos detuvimos en un shopping al costado de la ruta para sacar plata de un cajero, estábamos sin efectivo y no sabíamos si habría peajes. No hubo en 600 kilómetros. Nuestro destino era un hotel cerca de un parque con piletas termales, dos noches que Laura compró con un cupón por internet. Preferí que no nos detuviéramos a almorzar para llegar cuanto antes, para aprovechar las piletas, y propuse que nos metiéramos en el supermercado a comprar unos panes de queso en la panadería. Solo atendía una mujer. Jueves, diez de la mañana. El número anterior estaba en manos de un hombre de más de sesenta años, descendiente de japoneses, hay muchos en San Pablo. Seguro era uno más de los que se jubilaron y se vinieron a vivir a la playa.
Una sola empleada, rezongó el ponja. Pero qué bien que trabaja, le devolví. Por el tono se dio cuenta que no era brasilero y empezó, como empiezan todos, bueno, ustedes ya saben cómo es Brasil ¿no?, el asunto de la corrupción. No es solo de Brasil, es mundial y estoy seguro que el dueño de este supermercado evade impuestos, le contesté, como evaden impuestos la mayoría de este país, según leí en Folha de São Paulo. Y sí, me contesta, con lo que te roba el Estado con impuestos. Yo en San Pablo tenía un negocio y tenía que tener caja dos porque si no, no alcanzaba. ¿Y vos hablás de corrupción?, pensé en decirle, pero preferí no gastar pólvora en pokemones.
El gran tema de corrupción de Brasil es por la caja dos, a través de los cuales los partidos se hacen de recursos sin declararlos legalmente. José “Zê” Dirceu, el cerebro que armó las alianzas que posibilitaron que el PT llegue al gobierno, está preso por la caja dos, el llamado “mensalão”, la mensualidad que recibían los diputados de otros partidos para votar las leyes que posibilitaron mejorar las condiciones de vida de la mayoría. Cuando detuvieron a Dirceu, que merece un monumento, comenzó a caer la moral de los votantes y militantes del PT. Que el PT estuviera involucrado en hechos de corrupción es algo así como si le hubiera pasado a Sabbatella. Cuando llegaste diciendo que con vos se acababa la corrupción y te acusan de corrupto, la piña entra. Cuando encima aparecen empresarios, políticos a decir que ellos participaron del esquema de financiamiento partidario a través de acuerdos comerciales con constructoras que vendían servicios para el Estado, si no salís para adelante empezás a comerte una paliza y no van a saltar muchos a defenderte si en un año dejaste a un millón y medio de personas sin trabajo, ni podés esperar que los sindicatos consigan gente para salir a la calle a bancarte.
Volvimos al auto, volvió a sonar Calle 13 y mientras subía y bajaba morros, doblaba en curvas y contracurvas, sintiendo vértigo por los precipicios que sabía a mi lado, me preguntaba por qué les cuesta tanto pelear en este país. ¿Por qué evitan discutir? ¿Por qué aguantan tanto maltrato? La esclavitud es la única respuesta que encuentro. Hay nacidos en el 30 nietos de esclavos. Afonso Henriques de Lima Barreto, el Roberto Arlt brasilero, que murió en 1922, era nieto de una mujer que fue esclavizada, su bisabuela fue traída de África hacinada en un barco.
Hasta 1888, el inicio del siglo XX, la economía brasilera se sostuvo de la esclavitud con la que recolectaban el café do senhor da fazenda. La abuela de Lima Barreto fue liberta, sus propietarios le dieron la libertad, pero como se habían encariñado seguía trabajando en la casa. Las personas libertas participaban de las reuniones sociales que se hacían en la propiedad en la que vivían y para la que trabajaban, y en esas reuniones se mezclaban entre militares, abogados, médicos, que ocupaban cargos en el Estado, encuentros en los que se iniciaban relaciones comerciales, resolvían cuestiones políticas o comenzaban amores y matrimonios con las mujeres que vivían en la propiedad. En una de esas reuniones se conocieron los padres del escritor.
Lima Barreto se decía mulato, hoy se diría negro. Una familia rica posibilitó que su padre, también nieto de una esclavizada e hijo de un padre maderero que no lo reconoció, terminara la secundaria, una posibilidad de pocos, y estudiara francés, conocimientos que le posibilitaron ser tipógrafo del diario del partido liberal en Río de Janeiro, renunciar y pasar a otro diario, para luego obtener un puesto en el Estado, donde fue uno más de los valiosísimos empleados públicos desperdiciados en un escritorio. Lima Barreto también pudo estudiar, también fue empleado público y fue uno más de los que escribían y buscaron en el diario, en las revistas culturales, su gana pan, la forma de mostrarse para que apareciera una editorial que quisiera publicarlo.
En el mil novecientos este latinoamericano decía que los países de la región debían unirse contra los yankees, mientras la casta de profesionales afrancesados se referían a los Estados Unidos como América. Aún hoy los brasileros para referirse a Estados Unidos dicen "América". Lima Barreto se ganaba la bronca de sus contemporáneos mostrando que en este país, el conocimiento es vía para la movilización social ascendente, pero que más de uno de los que estaban en los mejores cargos, los más reconocidos, no eran tan brillantes como su fama, ni habían llegado a esos lugares por su intelecto sino por los contactos, las familias a las que pertenecían. Esto persiste. Como la mayoría de los escritores, creía que su inteligencia estaba por encima de la media de los que vivían de su intelecto y sufría al percibir que sus comentarios no eran tan elogiados como los demás. Era negro.
Me llevé al hotel sus libros que son el autor que elegí para investigar. Cambié de tema porque creí que una tesis sobre Masotta no le interesaría más que a mí y mi orientador, y su impresión quedaría juntando polvo en la biblioteca de la universidad. Creí, y mi orientador compartió, que una lectura latinomericanista de Lima Barreto y Arlt puede resultar más interesante. Os bruzundangas es un libro que debería leer todo estudiante de portugués que aún no conoció Brasil, en el que Lima Barreto muestra la capital de ese entonces, Río de Janeiro, pero también la misma ciudad de hoy. Es un libro que puede ponerse en línea con las Aguafuertes de Arlt. En otra de sus obras, Triste fim do Policarpo Quaresma, el personaje principal es un empleado público, extremadamente culto, un autodidacta que se gana la burla de sus compañeros del Estado, los diarios de la época, después de proponer el tupí como la lengua oficial de Brasil, por ser una lengua de esta tierra y no de colonizadores. Doscientos años después en Bolivia la Constitución obliga a que los empleados públicos hablen alguna de las lenguas de las distintas naciones que componen el Estado Plurinacional.
Brasil es un país en el que tener título universitario es casi tener un título de nobleza. En los diplomas imprimen la filiación, “Wilson de Sousa Santos, hijo de”, porque como con la realeza, define la familia a la que perteneces. ¿Tenés apellido portugués, de los que le daban a los esclavos o alemán o italiano? Porque guay si tenés apellido alemán. "Yo soy alemán o yo soy italiano" escuché muchísimas veces de personas a las que les preguntás de dónde era la abuela y contestan brasilera. ¿Y la bisabuela? Brasilera. Entonces decime dónde sos italiano, dónde sos alemán, me dan ganas de preguntarles, pero sé que eso no les importa, lo importante es que quede claro que no tienen nada que ver con la mayoría, que ellos vienen de Europa, no de África.
África de Brasil queda cerca, en Argentina nos tenemos que ir muy atrás para encontrar africanos en nuestra historia o ir a caminar por la avenida Corrientes, pero aún no tenemos una importante descendencia africana, como sí tenemos china y seguiremos teniendo. Acá África se escucha en la música, África aparece en las religiones, África aparece en la sonoridad del idioma, África les queda enfrente porque se miran y se reconocen.
Llegamos al hotel de noche, en el camino, unos diez kilómetros antes de llegar, vimos un putero, como dicen los brasileros, un galpón que aparecía iluminado de rojo entre los árboles. Laura se impresionó, yo sentí miedo, pensamos en si dentro habría mujeres secuestradas. A la mañana siguiente fuimos al parque de aguas termales. Mientras leía Lima Barreto para la maestría, Laura estaba en el agua y me chistó para que escuchara que la canción que estaba sonando era el Padre Nuestro. Vi a las cincuenta personas que estaban en la pileta haciendo gimnasia, la mayoría del peor lado de los sesenta, con las manos juntas a la altura del pecho y los ojos cerrados.
Fuimos a buscar un lugar barato para almorzar, barato es comer en un tenedor libre, la mayoría de los restaurantes en Brasil son tenedor libre, por quince reales, cerca de ochenta pesos. Volvimos a pasar por el putero pero de día no pareció tan siniestro. Seguimos cinco kilómetros y paramos en el restaurante de un gringo de campo, que nos recibió con el mate en la mano, esos mates brasileros que necesitás medio kilo de yerba para llenarlos. Le pregunté si tenía pescado, me respondió que estaba en el lugar indicado. Atrás vi el estanque. Los alemanes por esta zona tuvieron la costumbre de hacer estanques en la tierra donde crían peces. Tanto en la sierra de Rio Grande do Sul, como en la de Santa Catarina, en los municipios con una importante inmigración alemana, se encuentran estanques inmensos, con molinos oxigenando el agua en su versión antigua o con el equipamiento eléctrico para hacerlo, como era el caso de Fernando que recibió un crédito del gobierno.
Eso nos contó cuando se sentó a almorzar a unas tres mesas de la nuestra, éramos sus únicos clientes, y comenzamos a hablar de la realidad brasilera, la argentina, dijimos que las cosas no eran así como decían los medios, después agregamos el infaltable “a pesar de los errores”, porque si defendés de una no hay como puedan escucharte, y después sí agregamos que las cosas estaban mucho mejor con Cristina. Eu falo para eles que vão terminar com saudades da Presidenta Dilma, dijo el gringo y supe que era petista, los demás no le dicen presidenta. Es como dice Ciucci, es una palabra, el tono en la voz y uno siente el posicionamiento, sabe que no esta sólo, que puede hablar tranquilo. Pero igual a Fernando lo seguí estudiando, no bajaba el juego. Se sentó la esposa y una joven que trabajaba con ella en la cocina, y él empezó a protestar por los que se quejan de que pusieron cupo en las universidades. “Se não, não tinha como entrar um negro”, agregó.
Se me ocurrió que la joven no tendría cómo acceder a la universidad con un trabajo de cocinera en un restaurante, al costado de la ruta, hecho de madera, con piso de listones entre los que se veía la orilla del estanque, cuatro metros abajo. Le comenté que en Argentina podía estudiar gratis, que está lleno de brasileros, colombianos, ecuatorianos, estudiando en nuestras universidades y que no tendría que dar prueba de nada, que podría estudiar lo que quisiera. Sabía, respondió, y nos contó que estudia pedagogía en una universidad privada. Pensé en cómo hará para pagar la cuota. El gobierno paga el cien por ciento de la cuota, me respondió sin que le dijera nada, comenzó pagándome el cincuenta por ciento, cuando la cuota eran doscientos cincuenta reales, pero ahora que es novecientos pagan todo. De los treinta que somos en el curso solo una paga la cuota entera, los demás estamos becados por el gobierno. Ella no apoyaba al gobierno de Dilma, se limitaba a decir que reconocía que “Lula fue un hombre que hizo mucho por el país”, pero que no votaría al PT, era una cuestión de familia.
En el plenario del PT Cadú por ser el presidente del partido, cargo sin poder si los hay, fue el que informó que el PT retiró la candidatura de Kazapi a intendente para garantizar la unidad. El malestar se hizo sentir en reproches que no tardaron en hacerse oír. Los diez de la juventud se indignaron. ¡Burócratas!, comenzaron a gritar, ¡diez personas en una habitación pasan por alto lo que decidimos en el último plenario!, ¡Dijimos que no teníamos que escondernos y ahora vienen con esto!, ¡¿Quiénes de la ejecutiva del PT votaron a favor de ir de vice?! ¡Tenemos derecho a saber! Cadu estaba lleno de bronca, era uno de los tres que votó para que Kazapi fuera candidato a intendente, y hacía silencio. Un compañero de un sindicato y también miembro del directorio del PT recordó que en el partido no hay voto secreto. Cadu dio el resultado de la votación. La reacción mayoritaria fue de rechazo. El único concejal que tiene el PT agarró el micrófono y dijo que creía que se había equivocado en como votó y después de haber votado dijo que ahora hay que pedirle al PCdoB que apruebe el programa de gobierno del partido.
Cuando pidieron que todos los candidatos y candidatas a concejal se acercaran al escenario para sacarse la foto, Kazapi pidió que pusieran el video y apareció Lula en la pantalla. Queridas companheiras e companheiros, comenzó con esa voz que es solo escucharla que todos hacen silencio, y pidió que le dieran el apoyo a Gabriel Kazapi en Florianópolis. En el video no dice a qué.
“Lo puse para que sepan que están votando contra lo que dice Lula”, me dijo el candidato mientras caminábamos por el centro buscando un lugar donde cenar.
No consiguen escuchar a Lula y quieren ganar las elecciones.