Junto a ellas
Foto: Daniela Morán
Por Matías de Rioja
A veces creo que nos han vencido.
Que la maquinaria del mal
tiene soldados invencibles,
y los defensores de la muerte
hacen metástasis a diario.
A veces pienso
que nos han reducido a sus miserables
ambiciones,
que han colonizado nuestros sueños,
que nos han empujado al silencio.
Es que me duele la ausencia de gestos,
la mirada puesta al norte,
me desanima la anestesia cotidiana,
me frustra el televisor que nos vuelve mercancía
y aniquila deseos.
Y cuando me siento así,
cuando pienso que ya no,
pienso en los que han caído
en busca del sueño eterno.
Cuando me siento así,
cuando siento que ya no,
pienso en un puñado de pañuelos
que vencieron el terror
y nunca abandonaron las plazas.
Pienso en esos rostros temblando
ante un puñado de miserables apuntando con un fusil,
pienso en el vientre de Ana María que recibió las balas
frías y secas de la muerte en Trelew.
Y siento que los treinta mil gritos silenciados
se han multiplicado de algún modo,
que ningún cobarde fusilamiento,
detendrá jamas la prepotencia de la vida
cuya semilla nos sigue germinando.
Que han cambiado los rostros,
que son otros lo nombres,
pero que no han detenido la marcha,
que la batalla entre los militantes de la vida
y los profetas del miedo está apenas en su infancia.
Y entonces digo sí,
todavía sí,
que la lucha no ha cesado,
que la utopía continua,
que su sangre no fue en vano,
y que sus sueños escaparon
a los vuelos.
Porque no podrán desaparecer
su deseo,
porque de esas abuelas nos sentimos
todos nietos,
y hoy caminamos junto a ellas
con la certeza de saber
que la memoria nunca más
será silencio.