“La mejor poesía que se está haciendo en Tucumán en este momento es escrita por mujeres”

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“La mejor poesía que se está haciendo en Tucumán en este momento es escrita por mujeres”

09 Junio 2019


Por Norman Petrich

 

Rogelio Ramos Signes (que formó parta de esa antología junto a Arturo Álvarez Sosa, Inés Aráoz, Juan E. González, David Lagmanovich además de Leonor García Hernando, Juan José Hernández y Mario Romero) nació en La Rioja en 1949, pasó su infancia en San Juan, su adolescencia en Rosario y reside en Tucumán desde 1972.  Ha publicado un libro de cuentos: Las escamas del señor Crisolaras (1983) y otro de microrrelatos: Todo bicho que camina (2009); tres libros de ensayos: Polvo de ladrillos (1995), El ombligo de piedra (2000) y Un erizo en el andamio (2006); tres libros de poesía: Soledad del mono en compañía (1994), La casa de té (2009) y El décimo verso (2011) y cinco novelas: Diario del tiempo en la nieve (1985), En los lindes del aire (1986, premio "Más allá" a la mejor novela argentina de ciencia ficción publicada en el bienio 1985-86); En busca de los vestuarios (2000, Premio de la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina —Alija—, a la mejor novela ilustrada para jóvenes, con dibujos de Nicolás Arispe); Por amor a Bulgaria (2009, Primer Premio de Novela "Luis de Tejeda" 2008) y La sobrina de Úrsula (2015). Nos comunicamos con él para hacerles unas preguntas sobre el panorama cultural de la provincia en la que, por su puesto, está insertada su obra.

APU: Uno recuerda Tucumán Arde como acto de intervención cultural pero también que no poco después esa provincia sufrió el Operativo Independencia, el cual dejó tierra baldía a fuerza de miedo ¿Hay lugar para la resistencia cultural hoy? ¿Por dónde pasa la batalla cultural?

Rogelio Ramos Signes: Me gustaría responder que sí, que hay lugar para la resistencia cultural hoy, pero sólo se trata de voces aisladas que hasta suenan extemporáneas, desgraciadamente. Cuando tenés mi edad (69; número hermoso para algunas cosas, pero no para acumulación de años) y hacés comentarios relacionados con el papel político que un intelectual debe cumplir, apelando a la conciencia de los más jóvenes; en el mejor de los casos te ven como a un ejemplar gracioso y/o quejumbroso, totalmente “setentista u ochentoso”. En situaciones así sólo te queda mostrar tu corazón anarco en conversaciones con gente de tu propia generación, donde algunas referencias son innecesarias porque están a ras de piel, ya que todos somos veteranos de las mismas guerras.

La batalla cultural, si es que pasa por algún lado, pasa lejos de las generaciones más jóvenes que la mía; e incluso en la mía, pero en este caso es por desencanto y cansancio.

APU: ¿Existen espacios que refugien la creación cultural (sobre todo la literaria)? Si existen: ¿Surgen del Estado o del esfuerzo de movimientos o personas?

RRS: El Estado, al menos del 76 para acá, nunca se preocupó por generar espacios culturales. Al contrario, los reprimió de diferentes maneras, según cada época. Realizan algunas actividades en las que importa más lo que aparece como programación, en folletos, que en lo que de verdad se realiza. La excepción, por supuesto, es la labor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT (Universidad Nacional de Tucumán), con verdadero contenido regional. Tucumán sigue siendo el centro del Noroeste Argentino, y es un punto que da legitimidad a la actividad cultural de varias provincias. Paralelamente, vaya la maldita contradicción, es triste lo que ocurre en Tucumán a nivel político, donde el director del Ente de Cultura, el máximo dirigente en ese terreno, lleva casi dos décadas en su puesto, luego de haber sido funcionario en el mismo cargo en el período “democrático” del cobarde genocida Antonio Domingo Bussi.

APU: ¡Qué interesante eso de que Tucumán sigue siendo el centro del NOA! ¿Cómo es que se da esa situación?

RRS: Se da a través de la Universidad Nacional de Tucumán, más antigua que las otras, lo que hizo que muchos profesionales de Salta, Jujuy, Santiago del Estero y Catamarca hayan estudiado en Tucumán, antes de regresar a sus respectivas provincias. Hoy hay facultades en todas, pero la tradición tiene su peso. Y en lo literario hay un grupo señero, La Carpa, que tuvo su propia publicación y que se convirtió en un movimiento cultural. Si bien la integraban escritores de todas las provincias del NOA, se formó en Tucumán con mayoría de tucumanos y, aunque tuvo su esplendor en los años 40, la referencia sigue siendo insoslayable. Con La Carpa se sentaron las bases para escribir de otra manera, para escaparle al falso folclorismo que dominaba la literatura regional de entonces, para hablar del hombre en presente y de cuestiones cotidianas sin renegar de la herencia de la buena poesía española del Siglo de Oro y, a la vez, dándole lugar a la poesía de preocupación social que iba instalándose en toda América.

APU: ¿Cómo es la relación entre las nuevas generaciones y los que ya tienen un camino transitado en la escritura en su provincia? ¿Hay puentes entre las distintas generaciones?

RRS: Sí, hay puentes pero en casos aislados, no generacionalmente. Es una simple cuestión de empatías particulares. Tal vez sea porque en el fondo hay cuestiones insalvables; el grueso de las nuevas generaciones no tienen el amor por la lectura que teníamos nosotros, y eso se nota en lo que producen. En el mejor de los casos hay una mirada respetuosa por parte de ellos hacia los mayores; siento que escuchan pero que no asimilan. Eso, de alguna manera, no está mal, porque la experiencia rara vez es algo transmisible. Podemos decir que asienten sin mayor rebeldía, como quien se apresta a asistir a los últimos coletazos de algo que está por desaparecer. Creo que la mejor poesía que se está haciendo en Tucumán en este momento es escrita por mujeres; y, en general, por gente de una edad intermedia, entre 40 y 50 años. Sé que queda mal hablar de edad cuando nos estamos refiriendo a mujeres, pero ellas son muy inteligentes y sabrán comprender el porqué de este aserto. ¡Ja! Creo que desde sus comienzos, hasta ahora, es notable el crecimiento en cuanto a calidad en la poesía de Denise León, Mónica Cazón y Sylvina Bach, sólo por mencionar a tres trabajadoras notables. De todos modos sólo se trata de mi opinión; y ya se sabe que donde hay cien personas puede haber cien modos diferentes de leer una misma realidad; y mil si hay mil; y así en toda la escala.

APU: Siempre has escrito en cantidad… pero no pocos de esos libros han quedado inéditos o luego has rescatado algunos poemas para hacerlos coexistir en otro. ¿Cómo convive el escritor con esos dos elementos que parecen contradecirse en una primera mirada o si querés, en una mirada productiva desde en el sentido capitalista de escribir/publicar?

RRS: Tengo 13 libros publicados, en diferentes disciplinas literarias (poesía, cuentos, novelas, microrrelatos, ensayos) y más de 30 inéditos. Eso se da porque nunca quise pagar mis propios libros; lo hice una sola vez y no me agradó la experiencia. Eso hace que sea muy difícil tener acceso a nuevas publicaciones… Si todo sale bien, si este des-gobierno no nos sigue tirando a matar, va a republicarse una novela que obtuvo un premio importante hace tres décadas: “En los límites del aire, de Heraldo Cuevas”. Los lectores (históricos) dicen que es lo mejor que hice; y si bien nunca pensé así, estoy a punto de creer que tal vez tengan razón. ¡Quién puede saberlo!

Por supuesto que estoy en desacuerdo con la necesidad de publicar cualquier cosa que se escriba; basta ver en Facebook un sinfín de escritores ocasionales que suben sus textos a la red, sin filtro (aunque sea estético), sin el mínimo criterio. Luego, algunos de esos autores pueden hacer el esfuerzo económico y vuelcan algo de todo eso en papel. Suele ser un momento fatal; allí ya no hay vueltas y el producto de la urgencia y la desprolijidad sienta testimonio. Es como militar en un grupo que podría llamarse: “Publique hoy. Escriba mañana”. No entiendo ese apuro.

APU: ¿Qué es la Asociación Lagmanovich y cómo lleva a cabo la difusión de la escritura tucumana?

RRS: La Asociación Literaria Dr. David Lagmanovich es un grupo de amigos que amamos la literatura: Mónica Cazón, Ana María Mopty, Liliana Massara, Julio Estefan, Carlos Sánchez y yo. Algunos fuimos colegas de David, otros fueron alumnos de él, y otros simplemente simpatizantes. Venimos trabajando desde el año 2011, totalmente ad honórem y sin recibir un centavo de ayuda de institución alguna. Hemos encarado, con nuestro propio dinero, congresos de microrrelatos y poesía, publicaciones, charlas, cursos, representaciones en congreso, creación de bibliotecas en instituciones para niños expósitos, conferencias y cursos en colegios; en fin, todo lo que pudimos hacer para difundir siempre la producción de otros escritores. Ahora acabamos de sacar una antología bilingüe (castellano-italiano) de microrrelatos, y en pocos días más viajaremos a Jujuy a desarrollar una serie de actividades literarias.

En Tucumán hay muchos grupos que trabajan por la literatura; pero en casi todos los casos son grupos cerrados que leen y promocionan sus propias cosas. La Asociación Lagmanovich es lo opuesto: promocionamos y difundimos a los demás, de cualquier edad que los escritores sean, y de pronto nos acordamos ¡Oh, nosotros también escribimos! Entonces publicamos algo en conjunto, al margen de lo que cada uno podemos hacer por la propia obra.

El problema, este desaliento que se nota en mis respuestas, es que ya me siento viejo y no sé si cuanto hice por los demás tuvo algún sentido. Eso conlleva cierto retraimiento, cierto encierro en mí mismo y en mis cosas, algo que puede confundirse con egoísmo.