La poesía a caballo de las lenguas: Liliana Ancalao, Dolo Trenzadora y Sandro Rodríguez

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La poesía a caballo de las lenguas: Liliana Ancalao, Dolo Trenzadora y Sandro Rodríguez

22 Mayo 2022

Por Inés Busquets

La intimidad del lenguaje impacta en el cuerpo. El idioma a veces es una barrera que obstaculiza el gesto, la misma intención de la palabra, no importa cual.
La poesía como expresión llega al límite del lenguaje, se permite jugar en los extremos del significante.
Por eso el guaraní puede interactuar con el castellano, lo mismo el quechua o el mapudungun.

 Salvaje Federal, la librería que descubre tesoros de todos los rincones del país, organizó una mesa en la que dialogaron las lenguas, donde los poetas vindicaron los orígenes de la Argentina y se expandieron en su máxima expresión.
" A caballo de las lenguas" se llevó a cabo en la Feria del Libro. Allí los cantos originarios de Dolo Trenzadora, Liliana Ancalao y Sandro Rodríguez trascendieron las demarcaciones geográficas.

Tres poetas que transmiten la cultura de los ancestros y contribuyen a la valoración de nuestra raigambre popular. 

Liliana Ancalao es de Diadema Argentina, Comodoro Rivadavia. Es una poeta contemporánea precursora de la poesía mapuche e investigadora y profesora en Letras por la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Jubilada en la docencia secundaria. En sus poemas conviven el castellano y el Mapuzungun.

Como parte de la comunidad Ñamkulawen, promueve actividades de fortalecimiento cultural y Experiencias de Educación Autónoma Mapuche.

Publicó El idioma Silenciado, Tejido con lana cruda (La mariposa y la iguana), Mujeres a la intemperie, Resuello, participó de varias antologías y recientemente, Rokiñ Provisiones para el viaje (Espacio Hudson).

En su último libro, un manifiesto enumera los motivos por los que escribe: “Escribo para que drene esta memoria,” es uno.

Lleva años en este camino y es una de las voces más importantes de la poesía argentina.

Elije la poesía como forma de resistencia, es la voz de los pueblos silenciados, de la historia acallada por la oficial. Considera al mapudungun como su lengua materna. Recuerda las celebraciones tradicionales de los 500 años de la llegada de Colón a “América” como hechos que generaron la necesidad de revertir la matriz del pensamiento establecido, desde la formación y la vida cotidiana.

Es de la quinta generación de mapuches y desde que conoció sobre sus antepasados estudia y trabaja para recuperar la lengua y la tradición.

En una entrevista realizada por la periodista Lola Sánchez, para Espacio Hudson, expresa: “Yo siento como mapuche, escribo en castellano y me auto traduzco al Mapuzungun. Es todo un proceso, porque mi primera lengua fue el castellano. No es mi lengua materna, yo no voy a renunciar nunca a llamar lengua materna al mapuzungun. Mi primera lengua es el castellano y la segunda que estoy aprendiendo es el mapuzungun.”

Sus poemas hablan del encuentro con su identidad, de la infancia, de la conquista, de las mujeres que habitaron y habitan su vida.

“Yo ya sabía que tenía parientes paisanos, lo que descubrí en esos años es que esos parientes eran mapuches.”

“Esperando a Inakayal”

 

las imagino celestes

el frío en las polleras

el corazón desandando la impaciencia.

 

las veo celestes

de espaldas a la luna

atentas a los signos de la tierra.

 

sagradas y en silencio

por no perderse ni un latido

del tiempo aquel que regresó ese día

a tocarles las manos y los ojos

y las halló tempranas

sin esquivarle la mirada al viento

 

mecedoras del rumor en chezungun

…Inakayal…lonko…piwke 

en remolinos

hasta aquietar la espera

 

del fondo azul

recorto sus figuras y las traigo

desde antes y hasta el horizonte

Atiñir

Capuyán

anay hermanas.

Dolo Trenzadora (seudónimo de Alicia Aquino) es de Almagro, se crió en Quilmes, provincia de Buenos Aires. Es poeta, estudiante de Letras y cantora. Publicó De raíz gritaré la frontera (Maldemar) y programa para el 2023, Se rompe el Gualicho.

En su poesía conviven el español y el guaraní.

Dolo lleva con orgullo su ascendencia paraguaya, la pertenencia con sus raíces, la tradición de conservar su cultura desde siempre, en la casa materna, incorporando la lengua. Se recuerda escuchando música en inglés y a su madre interpelándola por su verdadero idioma, ese que el afuera intentaba soslayar pero con el que convivía, con el que creció y el que se manifestó en forma de poema, de canción, de grito.

Su poesía es íntima, confesional, cercana. Tiene una voz imponente, capaz de opacar el sonido ambiente de la Rural y captar todas las miradas, haciendo resonar la fuerza guaraní.

Dolo eligió un seudónimo como inspiración creadora por un poema de Safo de Mitilene quien llama a Afrodita “Dolo Trenzadora”, la diosa que teje, que trama, que enlaza.

“En mi casa de paraguas”

“¡Ekiriri, tuja tavy!”

Que se calle -le dice-

viejo ignorante -le grita

mi mamá a Macri-

Él está en la tele

desde algún país.

 

En mi casa de paraguas

decir “paragua” era insulto,

Decir Kurepí

(piel de chancho,

argentino)

es decir, simplemente, la verdad.

 

En mi casa de paraguas,

en los noventa,

mamá hablaba jopara (mezcla)

y también preparaba jopara (mezcla, guiso).

“En esa época casi casi casi

volvemos a Paraguay”, suspira mamá.

Todavía en jopara,

todavía en mezcla.

 

En mi casa de paraguas

yo no soy mi nombre, soy:

“Che memby kuña”, “che rajy”

“Hija mía, “m’hija”.

 

En mi casa de paraguayos,

los fines de semana había

guitarra, gancia, asado, cerveza, canto

y mi mamá decía:

“Che memby, anike reho kuimba’e atyra ndive”,

(“Hija mía, no vayas ahí donde están los hombres”).

Ella no quería que me acercara a los hombres,

siempre me pidió desconfiar de los hombres,

no sé qué le habrá pasado a ella,

yo le agradezco el gesto.

 

En mi casa de paraguayos hay secretos,

como en cualquier casa,

tenemos un lenguaje propio,

y sabemos odiar al que no lo respeta,

como en cualquier casa,

no hemos comido mandarinas en público,

porque preferimos las naranjas,

somos una casa de locos,

como todas las casas

Y, cierto es, teníamos un solo paraguas.

 

En mi casa de paraguayos,

decir “paragua” era insulto,

pero decir Kurepa

(argentino, piel de chancho)

es decir, lisa y llanamente, la verdad.

Sandro Rodríguez es de Salta. Es poeta, autor y compositor Diaguita Calchaquí. Integró los grupos musicales Tierramanta y Gritaran las piedras. Es médico y profesor en la facultad de ciencias médicas de Córdoba. Docente en el profesorado de educación primaria intercultural del instituto de culturas aborígenes de Córdoba. En sus poemas conviven el castellano y el quechua. Publicó Kunturi (Deacá), su primer libro cuyo nombre tiene una historia: “Soy Rodríguez hasta y desde mi abuela paterna, doña Serafina Rodríguez. El apellido es una herramienta de posesión que nos vino con la visión conquistadora, con el patronímico que toma, señala y delimita el dominio o la propiedad en el territorio y lo que pueda haber en él, incluso personas. Rastreando por el lado paterno me encuentro con Condorí, sonido muy común en la región que más tarde devino en apellido. Condorí es Kunturi: el enviado de los espíritus ancestrales.

Ambos apellidos soy yo. Esa dualidad, esa diversidad y esa contradicción me habitan.”

Sandro es médico y desde su conocimiento logra fusionar los saberes ancestrales con la ciencia. Es un defensor de la inclusión y proclama la patria plurinacional, el reconocimiento de la nación a la que pertenece.

Sandro contaba que el despertar a su origen tiene reminiscencia en sus ocho años, más o menos, cuando en la escuela las mismas maestras le hablaban de la conquista y de los indios primitivos, describiéndoles los mismos rasgos en los cuales no solamente él se sentía identificado sino que también los veía en la portadora de la explicación. ¿Hasta dónde había llegado el grado de colonización para no poder reconocerse?

En la poesía de Sandro hay naturaleza, presencia de ríos, pájaros, flores y la esencia de la sabiduría ancestral. 

“Willkamaira”

Digo Kuntur

nombro el abismo y la luz

todo este sol dentro de mí

digo tu amor

ardiendo

en el centro de mi oscuridad

 

digo jawar

toda la sed y la sal

las constelaciones que hay en mi piel

digo mi amor

como el zarpazo dorado de un dios

 

digo amaru

el agua y su continuidad

digo mis niños dentro de ti

nombro el amor

mordiendo

el polen de la eternidad

abrásame

antes que todo se cubra de miedo

de culpas y de cruz

convocaremos los wakas

¡recibiremos su pájaros!

devoraremos los signos

 

y tomaremos lo justo

lo necesario

para sembrar

siempre sembrar

en cada espacio

del allpamama.

Liliana, Dolo y Sandro son de distintos lugares de donde reivindican sus lenguas, sin embargo hay factores comunes que los conectan: el reconocimiento, la bandera del derecho a la identidad, el orgullo, la pertenencia, la diversidad entre la cosmovisión de origen y la adquirida, la visión holística del ser humano en comunión con la naturaleza y sobre todo la importancia de la palabra, esa voz única que a veces no tiene traducción. 

Buscar las raíces. Responder el llamado de los ancestros. Escuchar la voz de la lengua materna. Apropiarse y mostrarla al mundo. Incomodar al sistema de la lengua y celebrar su definición como diferencia. Alterar el lenguaje hegemónico, tomando la palabra como acción disruptiva. Afianzar la diversidad como punto de partida, hacerla una con la urdimbre de la trama política, social y cultural del país que queremos habitar. Un estado plurinacional, intercultural, multiétnico con bases propias y heterogéneas donde podamos encontrarnos y reconocernos. Un estado de derecho que amplíe los valores de la democracia, con justicia social, equidad y descentralización de la palabra.

La convivencia de las lenguas es el desafío, la poesía como expresión, como canalizadora de las voces anónimas y oprimidas de los pueblos que nos preceden y que pese al sometimiento impartido por años aun luchan por permanecer. Por rescatar las tradiciones, las costumbres y la territorialidad.

Salvaje Federal, celebró esta convivencia, una Patria Grande que posiciona el lenguaje en función social. Que propone a la palabra como vehículo de emancipación, como instrumento indispensable para construir identidad.