Libro recomendado: Mil mesetas, de Gilles Deleuze y Félix Guattari
Por Gabriela Margarita Canteros
Es poco sensato encontrar un favorito entre la voracidad de la lectura y la emergencia de la escritura. Pero aquí vamos, pensando más en lo leído y releído más contemporáneamente al tiempo de la escritura, y ser injusta con otros textos, quizás porque la lectura es también caprichosa y creativa en un lector iniciado en las artes.
Mil mesetas de Gilles Deleuze es mi libro favorito -hoy- (y destaco la temporalidad) ¿Por qué? Porque está escrito de una forma tan particular que propone una lectura no lineal, no estructurada. En su interior crítica un todo de la sociedad. Es de esos libros que pueden releerse obteniendo en cada lectura nuevos significados.
La primera vez que lo leí me pareció una lectura forzada, necesaria y obligatoria en el ámbito universitario. La segunda vez puede leerla a través de una visión más romántica del asunto, casi como un juego.
La parte que de alguna manera me resulta divertida fue la contundente critica a Sigmund Freud, "Freud no sabe nada de lobos ni de anos", me pareció una genialidad, una critica a toda la sexualidad en la sociedad burguesa, mas su estructura familiar como una invención de la modernidad. La familia ¿no es en cierta manera otro modo de sometimiento? al menos la concepción de familia, que hoy se cae en pedazos y que tantas marginalidades ha creado.
De nuevo la invención del libro Mil mesetas creado como un antilibro, pensado como una forma de construcción artística de la escritura, regresando e iniciando cada capítulo sin la rigidez de la secuencia.
El tipo de escritura dual, donde dos individuos se acercan a numerosos conceptos construyendo una enmarañada teoría que sigue reportando repercusiones, esos libros que no se agotan ni se apagan; las lineas de fuga que se plantean cual composición plástica; la excesiva descripción de los fenómenos; el concepto de multiplicidad que nos permite de alguna manera de polemizar la creatividad.
Por momentos todo podría leerse en clave surrealista, y caer en un profundo sueño bibliófilo compartido con un cuerpo sin órganos, una linea de fuga, seis lobos, mil mesetas, y la estrella del ecosistema, el rizoma.
Al margen de la forma, el contenido sigue siendo revelador, complejo, paradigmático y rupturista. El concepto de agenciamiento y la marginalidad que resuena en nuestra cabeza en el ámbito histórico que estamos atravesando.
Otro hecho en si que no es nuevo en la filosofía es el estudio del lenguaje como aparato de sometimiento: "El lenguaje ni siquiera está hecho para que se crea en él, sino para obedecer y hacer que se obedezca", sentencian Deleuze-Guattari, en Mil mesetas, y nos provoca más acidez en el estomago cuando detallan: "Las palabras no son herramientas, pero a los niños se les da lenguaje, plumas y cuadernos, como se dan palas y picos a los obreros".
Cuál puede ser nuestra incidencia en este mundo si la misma herramienta de liberación es un objeto de sometimiento. Solo por la palabra seremos libres, pero solo la palabra nos someterá.
Si el lenguaje es una herramienta, es mejor que la usemos en nuestra defensa, "la vida debe responder a la respuesta de la muerte, no huyendo, sino haciendo que la fuga actúe y cree"(Deleuze-Guattari) y nuestra fuga será la lectura no sé si sensata pero al menos exhaustiva, intensa y constante, de los libros que nos llevan a otros desde Proust, Kant, Nietzsche, Foucault, Eco hasta los poetas como Gelman y su poesía contra la muerte, narradores como Leopoldo Marechal, pedagogos como Pablo Freire, historiadores como Pepe Rosa, pensadores como Arturo Jauretche, Urondo, Walsh, lecturas densas que te llevan a descomponer en secuencias, en fragmentos la realidad para analizarla, para distinguirla, para repensarla...pero principalmente que nos llevan a actuar y también nos dan placer irremediablemente.