Libros: “Memoria de las especies,” de Katherina Frangi
Memoria de las especies es la primera novela de Katherina Frangi, editada por Club Hem. La escritora es licenciada en letras por la Universidad Nacional de La Plata. En 2019 obtuvo la beca del MAECI para cursar en la Universitá per Stranieri di Perugia, Italia. En 2021 fue seleccionada para la Bienal Arte Joven de Buenos Aires.
Si la literatura se trata de explorar mundos posibles y más aun de crearlos, Katherina Frangi domina este arte a la perfección. Utiliza todas las herramientas y pone en funcionamiento la maquinaria del lenguaje.
Atraviesa el sistema de signos hasta deconstruirlo, durante el evento confluyen lo explícito, lo no dicho, lo sublimado, lo simbólico, lo gestual, lo encriptado, lo indescifrable. Una gran metáfora que propone mirar el mundo de manera diferente.
¿Existe un lugar desde dónde se pueda ver todo? ¿La muerte es la desaparición del lenguaje? ¿Y si el mundo desaparece y olvidamos la manera de contarlo?
Somos hablados. Somos contados. Existimos porque alguien nos nombra. Una distopía puede ser el extremo de lo que estamos hechos.
Katherina se mueve con maestría entre lo mitológico y lo onírico, sin embargo es elocuente, en su historia hay ciudades bajo el agua, derrumbes del progreso y de aquellos componentes que daban garantía de seguridad.
El principio, la muerte, la resurrección, la metamorfosis, la reconstrucción son ejes que desarrolla y que se van entrelazando entre los personajes como estadios, como partes de un proceso natural. Hay cambios, mutaciones y adaptaciones permanentemente y en ese marco los vínculos, el amor, la reproducción, la vejez, la supervivencia, el sentido de pertenencia, las migraciones.
Las dicotomías geográficas como campo/ciudad, montaña/ciudad también reflejan modos de permanecer, construcción de identidades propias, hábitos, costumbres. Así también los elementos naturales y artificiales que las circundan: edificios, lagos, árboles, montañas, calles.
En Memoria de las especies todo habla más allá de lo dicho, los capítulos marcan las escenas, delimitan el marco donde transcurren: hueco, capital, sueño, bosque, pueblo, Meliquina. Y los grupos divididos en los húmedos, los resucitados.
“Nos abrimos entre nosotros. Uno ve por primera vez hacia adentro, se ve moverse, los ruidos líquidos. Uno es más adentro que afuera. No quedan esas mañas de la ciudad, de verse y no saludarse. Te vi las tripas, ¿cómo no te voy a saludar si te cruzo por la calle? Después de eso nacimos de nuevo.”
La narradora toma la palabra y cuenta los éxodos, las tragedias, las transformaciones con reminiscencia de epopeya griega pero con destellos de actualidad.
Lugares sin frontera, mapas, la naturaleza que avanza con sus elementos: agua, fuego, tierra y destruye despojando a los humanos de su omnipotencia y de alguna manera dándole la oportunidad de redescubrir la vida de tribu: la fermentación de la fruta, el origen del vino, los sonidos originales del viento, de la lluvia, del bosque.
Memoria de las especies es un relato con registro actual que me remite a las primeras escrituras, al origen, a la necesidad de “empezar de nuevo” como señala en algunos pasajes.
“Cuando nos extingamos van a seguir mutando, van a dejar de ser sonido y convertirse en luz o en algo nuevo que todavía no hay. Y por ahí empieza todo de nuevo.”
Gabriela Borrelli Azara escribe en la contratapa: “Katherina Frangi nos lleva en una misión de regreso que busca examinar el camino de la evolución, la gran metáfora del siglo XIX, y sus reveses: La resurrección y la metamorfosis que escapan a aquella recta vía.”
Una ciudad que se va hundiendo de a poco, el éxodo y la organización de una nueva civilización, de un nuevo lenguaje, hasta de una nueva forma. Una población que pareciera haber quedado bajo el Leteo y una Mnemosyne que viene en forma de isla para rescatar las huellas.
“Meliquina es la isla que se necesita antes de volver al origen.” No es casual que el nombre elegido para la vida posible coincida con un verdadero paraíso de playa y montaña de la realidad.
En Memoria de las especies hay capítulos enteros de diálogos, donde los tópicos como la muerte, el lenguaje, la vejez, la reproducción se abordan en clave de conversación. Una apuesta que permite salir de lo ideológico y darle espontaneidad a los personajes en cuyos nombres también subyacen conceptos: Logo, Homero, Argo, Empirío, el turista. Además de darle una impronta de dramaturgia.
“−Te vas a morir, pelotudo. Todos nos vamos a morir. Yo la verdad no entiendo a la gente.
−Para vos…Para mi no nos vamos a morir.
− ¿Nunca?
−Quien sabe.
−Yo creo que aunque quedemos vivos dos, incluso uno, sigue vivo el mundo. Las cosas no se terminan hasta que no queda rastro.”
La memoria, el extrañamiento, la búsqueda de sentido, la evolución y sobre todo el lenguaje imperan en la trama; en el medio el arte, el amor, las emociones aparecen como guías en el camino. Una suerte de protección donde, a veces, la idea de progreso implica la desaparición de una parte de la historia.
Mientras leía pensaba en Las Aves de Aristófanes y en el diálogo de los pájaros:
“Abubilla − ¿Y qué te trae por aquí?
Evélpides−El deseo de hablarte.
Abubilla− ¿Para qué?
Evélpides−Porque en otro tiempo fuiste hombre, como nosotros; en otro tiempo tuviste deudas, como nosotros, y en otro tiempo te gustaba no pagarlas, como a nosotros; después, cuando fuiste transformado en ave, recorriste en tu vuelo todos los mares y tierras, y llegaste a reunir la experiencia del pájaro y la del hombre. Esto nos trae a ti para suplicarte que nos indiques alguna pacífica ciudad donde podamos vivir blanda y sosegadamente.”
Katherina Frangi retoma esa idea emancipadora de volar y al fin al cabo de encontrar un lugar desde donde se pueda ver todo y lo importante sea la continuidad del lenguaje.