Lila Biscia: “En mi cabeza, lo que estoy escribiendo, está hace años dando vueltas”
La poeta Lila Biscia, autora de los libros La casa del tornado y Tierra animal, conversó con AGENCIA PACO URONDO sobre sus obsesiones a la hora de escribir.
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo empieza tu recorrido, tu encuentro con la poesía?
Lila Biscia: Creo que la poesía, en mi vida, tiene como distintas etapas en las que me fui acercando y alejando. Siempre que escribí (inclusive los diarios) era en formato de verso, naturalmente, me salía desde que era chica. Siempre renegaba de eso, decía “no quiero escribir poemas”, porque no era lectora de poesía. Al no serlo, tenía el prejuicio que suele tener la gente con los poemas. Cuando empecé la facultad, en Puán, nos mostraban muy poquito y no le encontraba la vuelta. Hasta que un día me encontré con un libro de Leónidas Lamborghini, El Jardín de los Poetas, y me dio una sensación de felicidad adentro del cuerpo que nunca había sentido, como empezar a descubrir que la poesía es otra cosa. Encontrar a Leónidas fue encontrar otra manera de leer la poesía. Ahí empecé a bucear y me fui amigando con la idea de del lenguaje poético, que no es ni aburrido, ni lento, ni raro, ni inentendible, ni para pocos. Siento, a veces, como una misión, cuando doy talleres u organizo clubes de lectura, de poder presentar a la poesía con una mirada mucho más cotidiana, más cercana.
APU: ¿Decidiste ir a algún taller o buscar algo así?
L.B.: Durante muchos años sólo fui lectora. Escribía para mí, diarios, mis sensaciones. Sí tenía como una idea de lo poético en la escritura, porque lo leía, lo releía y lo corregía, pero no pensaba ni publicar ni en hacerlo para otros. Fui madre bastante joven, a los veintipico, tenía como organizado una vida de otra manera, no estaba la escritura como algo hacia fuera. Cuando empezó la época de los blogs, justo me separé, mi vida se empezó a organizar con otros tiempos más disponibles para mí. Tenía un blog y empecé a intercambiar con otras personas que escriben. Tampoco conocía personajes que escribían y ya tenía 35 años. Ahí fue cuando empecé a pensar en el sentido de organizar un libro o comenzar a escribir. Cuando tuve algo escrito, un amigo, Daniel Guebel, me dijo “tenés que hacer un taller para poder hablar con otros de tu escritura”. No lo había pensado, empecé a juntarme con otras personas, a escribir y escuchar lo que te escriben y a permitir que otros corrijan.
APU: ¿Cómo nace el primero el primer libro?
L.B.: Tierra animal se publicó en España, acá no, tiene que ver con los blogs. Internet abre al mundo. Yo estaba en mi casa, no circulaba en los ambientes de poesía ni nada, tenía una amiga que la conocía a la distancia, a través de Internet, que en un momento abrió una editorial que se llamaba Harpo Libros, en Madrid. Me dice que estaba pensando en hacer una antología de poetas latinoamericanas y me pide que le mande algo. Le mandé un corpus con lo que estaba escribiendo en ese momento y me dijo “te vamos a publicar un libro entero, así que terminalo y me lo mandas”. El azar.
APU: ¿Cuáles son tus disparadores, a la hora de construir ese corpus? En La casa del tornado hablás de que la poesía siempre nos aloje, de habitarla.
L.B.: Soy bastante obsesiva, tengo momentos en donde mi pensamiento se centra en algo en particular, siempre hay temas que son los que rondan en la vida de todas las personas: qué significa un lugar, qué significa una en un lugar, como una se inserta en relación a los demás, la soledad. Temas universales, de los conflictos existenciales, a los que termino pensando en relación a otra cosa más externa. Por ejemplo, en Tierra animal, hablo de animales, como en La casa del tornado, el tema de habitar. El libro nuevo, que va a salir por Caleta Olivia, que se llama Personas del paisaje, habla sobre una relación entre dos. Son los temas que rondan en mi cabeza, es lo que estoy pensando todo el tiempo y escribir es algo que se da naturalmente. ¿Por qué escribís?, me preguntan Porque no me sale de otra manera, la vida. El disparador es cualquier cosa. Después, sí, el trabajo de corrección es mucho más minucioso y ya no importa tanto lo que uno quiera decir sino más cómo el poema se inserta en un universo que piensa, que quiere crear
APU: ¿Y escribís en cualquier momento y en cualquier lugar, o tenés una rutina?
L.B.: Cero rutina, escribo cuando la vida me da un espacio para sentarme a no pensar en lo cotidiano para ir tomando ideas. Después, el proceso de escritura es sentarme en la computadora, pero cuando me sale. El día que me senté a escribir, hice 30 páginas, como que fue una explosión de necesidad y me pasó algo que no me pasaba nunca. Me dejo llevar por eso.
APU ¿Y no es que lo venías elaborando hasta que un día te sentás?
L.B.: Uno piensa no en función de un libro sino porque son cosas que piensa permanentemente. En mi cabeza, lo que estoy escribiendo, está hace años dando vueltas. En esos primeros momentos, yo no sé qué escribo, veo después qué estoy haciendo, pero sin dudas son cosas que me han atravesado toda la vida.
APU: Trabajas en algo que tiene que ver con lo audiovisual ¿Cuál es el vínculo de mirar tantos cortos o producciones ajenas con tu mirada poética?
L.B.: Fue medio por azar. Trabajo en la Facultad de Arquitectura en la UBA y en un momento empecé a trabajar en lo audiovisual. Un trabajo que me gustó tiene que ver con los derechos humanos y con la reconstrucción de la memoria histórica de los desaparecidos y las desaparecidas de la Facultad. Después, con mi compañera de trabajo hacíamos la selección de cortos para festivales de cine. Mirábamos un montón e íbamos seleccionando para que se arme un corpus y eso se presentaba al BAFICI o al Festival de Mar del Plata y está buenísimo. Poder ver lo que hacen otros u otras y lo que crean todo el tiempo, son disparadores para organizar discursos. Ves, también, lo que otras generaciones están creando y están pensando. La elección de los cortos no era solamente por tener una buena producción, sino porque tenía algo en el discurso que puede movilizar a otros pensamientos. Circula pensamiento, palabra e ideas.
APU: ¿Estás, también, con talleres de lectura, muy interesantes ¿Cómo armas esas constelaciones, de qué depende?
L.B.: Son más clubes de lecturas que talleres. Lo que propuse era hacer un club de lectura por temas durante cuatro encuentros que duran dos meses, e ir trabajando un tema a partir de los libros. Por ejemplo, uno fue sobre lazos familiares, un segundo fue el amor, el tercero sobre las amistades, el que viene va a ser sobre el cuerpo y entonces yo elijo libros que particularmente me gusten mucho y que, creo, puede generar un debate y un hilo entre ellos. Libros de autores contemporáneos. Eso es arbitrario. Me gusta pensarlo como algo muy horizontal, yo coordino el club y mando siempre material extra y alguna constelación para que pensemos en base a una mirada, pero después cada una aporta su mirada. Miradas que no imaginábamos o que no pensábamos o que nos gustan o nos disgustan, para poder poner en común algo.
“Me gusta pensar en los libros como una totalidad, lo que una dice también se tiene que mostrar en el modo en que lo dice”
Además, es como que no nos damos tiempo para eso, poder juntarse dos horas, cada dos semanas con otras personas que no te las hubieses encontrado nunca en tu vida, para hablar de algo en común que es el libro que leíste.
APU: Contanos lo que se viene, nombraste uno que sale en Caleta y sé que tenés algo más en proceso.
L.B.: En la última parte del año va a salir mi libro nuevo que, como dije, se llama Personas del paisaje y sale por Caleta Olivia. Es una editorial que me encanta, Gabo hace un trabajo muy dedicado. Me encanta el catálogo, publicar ahí. Es un libro que vengo escribiendo ya hace unos cuantos años, tardo mucho en escribir, doy muchas vueltas. Es un poco más narrativo que el otro y la historia que va circulando es la de dos personas que se encuentran y desencuentran en distintos lados del mundo. El paisaje es lo que se genera entre ellos. Estoy escribiendo un libro que, por ahora, se llama Cruda y no tiene una definición de qué es. Verónica Pérez Arango, que es una poeta que a mí me encanta y una amiga, me dice que es una novela. Después, hay gente que me dice es poesía amorosa. Es un texto híbrido, que es lo que decimos cuando no sabemos qué decir. Trata sobre lo que le pasa al cuerpo cuando la psiquis empieza a sentir que colapsa. Cómo vivimos en el cuerpo y en los distintos estados del pensamiento obsesivo, de miedo, de fobia, todas esas cosas que por el cuerpo atraviesa cuando hay algo en el adentro que se empieza a quebrar. No es un órgano definido, no es “se me rompió el apéndice”, pero es algo que igual implica una ruptura con el lenguaje y con el modo de pensarnos.
APU: ¿Ya tenés editorial?
L.B.: No. Como lo estoy escribiendo, no me gusta apurarme, condicionarme por el afuera. Si no, empiezo a pensar en algo que, todavía, no está. Cuando empecé a escribirlo, los fragmentos eran números romanos. No sabía lo que iba a ser, me senté a escribir. Llegó un momento en que ni sabía cómo se escribe el número romano que sigue. Capaz que no pensaba escribir más de 20. Como que me dejo ir. Creo que es el primer libro que escribo que no necesariamente debe ser leído por gente que lee poesía, tiene como una historia.
Me gusta pensar en los libros como una totalidad, lo que una dice también se tiene que mostrar en el modo en que lo dice. En La casa del tornado me parecía importante que sean poemas condensados, muy minúsculos, como apretados. En Personas del paisaje, no. Sentía que tenía que más aire. Y en Cruda tiene que haber algo más de la rotura del discurso, porque de lo que quiero dar cuenta es un poco de eso.
APU: Leer una narrativa escrita por un poeta es apasionante.
L.B.: A mí me gusta, también, como lectora. Uno de los primeros libros que leímos en el club de lectura es el de Marina Mariasch, Efectos personales. Creo que ese es un libro que se nota que lo escribe una poeta.