Liliana Najdorf: “Todos mis libros tuvieron, empezando por el de mi padre, una función sanadora importante”

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    Liliana Najdorf
ENTREVISTA

Liliana Najdorf: “Todos mis libros tuvieron, empezando por el de mi padre, una función sanadora importante”

24 Agosto 2025

Liliana Najdorf es psicóloga y escritora nacida en Buenos Aires. L´incontro, la novela que ha publicado en 2024 bajo el sello El Bien del Sauce, reflexiona sobre la condición humana, la resiliencia y la capacidad de encontrar belleza incluso en los momentos más oscuros.

Su infancia estuvo muy marcada por la influencia de su padre, el gran ajedrecista Miguel Najdorf, de quien escribió su historia en Najdorf x Najdorf (1999). Ese trabajo marcó el comienzo de las publicaciones de Liliana, ya que como ella misma confiesa, su relación con la escritura viene desde la niñez. Sobre estos temas conversó con AGENCIA PACO URONDO

Agencia Paco Urondo: ¿Cómo es que te interesó escribir?

Liliana Najdorf: Escribo desde los 9 años; toda la vida escribí. Mi manera de pensar, es escribir. Escribir la historia de mi padre fue un proyecto que yo tenía de hace mucho tiempo. Él (Miguel Najdorf) quería que yo escribiera su historia, pero cada vez que empezaba (a preguntarle), se angustiaba y se iba. Uno de los que intentó escribirla fue una expareja mía que, si bien no llegó a concretarlo, me hizo el gran favor de reunir el material que había sobre mi padre, que era muchísimo. Y cuando él murió, yo sentí dos cosas: por un lado, sentí que para cuando nacieran mis nietos, la historia de mi padre se iba a ir perdiendo y yo no quería que eso pasara. Además, yo quería escribirla para mí, sirvió para reconciliarme con mi padre. A partir de este libro, pude amigarme con él.

APU: Una pregunta respecto a la tirantez con tu padre: ¿puede ser que él temiera que la propia hija le ganase al ajedrez?

L.N.: Él nunca nos enseñó a jugar. Ni a mí, ni a mi hermana Mirta. No tenía paciencia.

APU: ¿O algún sesgo machista?

L.N.: Probablemente. Mi padre era muy producto de su época: muy machista y con conceptos fijos acerca de lo que está bien y lo que está mal… y era muy competitivo. No sentí que temiera mucho que le ganemos porque nunca consideró que le pudiésemos ganar en nada.

APU: Viajaste a Polonia, la patria de tu padre. Por el lado materno, viajaste a Avigdor, una colonia judía de Entre Ríos.

L.N.: Cuando estaba escribiendo Najdorf x Najdorf y tenía que escribir la parte de mi mamá, me bloqueé. Me acuerdo que mi terapeuta me sugirió conocer el lugar natal de ella. Fue un excelente consejo, y así conocí el cementerio de Basavilbaso donde están mis abuelos; y también fui a Mansilla, que queda a 70 km de Basavilbaso.

APU: Claro, el pago chico de Arnaldo Calveyra. Te pregunto: ¿tener memoria auditiva de haber escuchado hablar en ídesch? ¿O en polaco?

L.N.: En polaco no, mi papá estaba peleado con su país. Mis abuelos hablaban en ídesch entre sí, sobre todo cuando no querían que los más chicos entendieran, lo cual me privó de hablar en ídesch, que me encantaría. Mi mamá hablaba perfecto en ídesch; era el idioma de los mayores.

APU: Tu padre recala en Buenos Aires en el ’39 y queda forzosamente aquí. ¿Tuvo trato con otros miembros de la comunidad polaca? ¿Con el escritor Gombrowicz, por ejemplo?

L.N.: Mi padre conoció a Gombrowicz; pero hasta donde yo sé, no se cayeron bien mutuamente, lo cual es bastante entendible: llegaron juntos no recuerdo si en el mismo barcocon historias muy paralelas y recorridos muy disímiles. Mi papá, cuando llegó a la Argentina, estaba muy peleado con Polonia y con los polacos; de hecho, renunció a la ciudadanía polaca y por eso ni mi hermana ni yo ni mis hijos podemos sacar la ciudadanía. Y evitó durante mucho tiempo, a los círculos polacos.

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Tapa Najdorf x Najdorf

APU: O sea, que se entregó totalmente a la Argentina.

L.N.: Sí, él se entregó completamente, él se sentía argentino. De hecho, ayer me escribió un ajedrecista polaco para preguntarme con qué nombre jugaba mi padre antes de ser argentino.

APU: ¿Siguió él en contacto con ajedrecistas que vinieron al torneo del ’39 en Buenos Aires? ¿Con Pelikan y otros?

L.N.: Sí, con todos. Él estaba todo el tiempo con ajedrecistas. Llegaba del trabajo y se iba al Club Argentino hasta cualquier hora. En mi casa había ajedrecistas todo el tiempo. Y hubo un tiempo que teníamos una quinta en las afueras y nosotros decíamos que los secuestraba, porque se llevaba algunos ajedrecistas a la quinta y no los dejaba por tres, cuatro días.

APU: Hablame sobre la capacidad de estudio de tu padre, cuando referís que se quedaba a la noche analizando una jugada y le sugería a otro qué debía mover…

L.N.: Él era obsesivo y analítico. Me acuerdo que en los últimos quince años, él tenía problemas de salud, lo operaron varias veces y él sabía de la anestesia y me decía “pasá tal jugada, averiguame qué jugó, decile a fulanito…” el ajedrez era parte esencial de su vida.

APU: E incluso de su salud, ¿no? Me llamó la atención que dijera que nunca necesitó tomar una aspirina.

L.N.: Siempre se ufanaba de eso, de que no le dolía la cabeza porque el ajedrez lo mantenía activo.

APU: Y creo que fue su tabla de salvación cuando perdió a su familia tras la invasión nazi.

L.N.: Exacto. Él decía que el ajedrez le había enseñado a perder, como en la vida. Y él siempre decía que había nacido dos veces: una vez en Polonia y otra vez en Argentina.

APU: ¿En qué momento te planteaste escribir novelas? ¿Qué te gusta leer?

L.N.: Me gusta la narrativa en general. Soy muy diversa en mis lecturas. Me gusta leer mujeres Elena Ferrante ¿Qué se me dio por escribir ficción? Yo escribo para mí, un diario personal, desde los 8 años, ininterrumpidamente. Creo que hay temas que me atravesaron de una forma especial. Por ejemplo, con L’incontro: lo escribí tipo testimonio, nunca le pude dar forma. Y el año pasado, un día fui a escuchar La Traviata y me acordé del texto y lo pasé a ficción. Ese libro fue el más autobiográfico, a pesar de que es una novela.

Volviendo a lo que preguntás, lo que me lleva a escribir es el intento de sanar algo que me atraviesa. Necesito ponerlo en la perspectiva que da la ficción. Todos mis libros tuvieron, empezando por el de mi padre, una función sanadora importante. Me encantaría sentarme a escribir ficción como hacen los escritores profesionales, que yo admiro, pero a mí no me sale.

En fin, siempre hay algo en mis diarios con lo que en algún momento necesito poner distancia y ahí comienza el trabajo de hacerlo ficción.