María Roldán: la delegada sindical que lideró el 17 de octubre en Berisso
La organización vence al tiempo, el movimiento crece, se actualiza y se forja en la medida que la coyuntura lo requiera. El movimiento persiste y acompaña los procesos sociales porque la base que lo sostiene es el trabajo. Mientras exista un derecho laboral allí se materializa, en las luchas de los trabajadores y trabajadoras.
Sin duda sin ellos y ellas hoy continuaría el trabajo estándar, el sistema de cama caliente, la explotación y la indiferencia.
Las figuras de Perón y Evita, la conformación de los sindicatos fueron las columnas vertebrales de esas conquistas que continúan como un legado popular.
Por eso el Justicialismo como organización vence a un tiempo determinado, específico, se inscribe en las inclemencias del presente.
El historiador Norberto Galasso escribe: “La historia es la política pasada y la política la historia del presente.” Y en este tiempo de ahora se convoca al pasado para pensar las luchas cotidianas, como la reivindicación femenina en cada uno de los pasos que hicieron hito en la comunidad trabajadora argentina. El peronismo nació como identidad, ideología y respuesta inmediata de un pueblo a Perón, a la persona que garantizó los derechos.
La marcha del 17 de octubre surgió en Berisso, ciudad pujante de trabajadores y trabajadoras de los frigoríficos.
Cipriano Reyes fue un referente sindical fundamental en ese esquema, pero como dijo María Roldan, delegada gremial y empleada del frigorífico Swift: “Ninguna golondrina hace sola el verano.”
El libro Doña María de Daniel James cuenta la vida y el trabajo político de María Roldán. La formación sindical, las huelgas, el vínculo con las trabajadoras, la familia, el frigorífico y el 17 de octubre sintetizan una época y un momento histórico en la voz de una mujer trabajadora y delegada en un espacio que compartía con 1200 mujeres.
En la época en que las jornadas eran continuadas de seis de la mañana a ocho de la noche, con solo una hora para almorzar: “Entré al frigorífico en 1944 en la picada. Cortaba carne y le sacaba el nervio y ponía la carne limpia y el nervio en otro tacho, había que hacer 100 kilos de carne limpia por hora.”
Esa era su sección y desde ahí percibía lo que ella misma denominaba como “una esclavitud tremenda” y una sumisión al empleador que surgía por el miedo a perder el trabajo: “Se lo respetaba como a un dios, se veía venir al capataz y había que agachar la cabeza porque de ellos dependía el trabajo y el pan.”
Además de maltratos infundados que logró empezar a enfrentar gracias al rol de delegada: “Una vez le dijo un jefe a una chica: “Usted es una inútil”, y yo, que era delegada, le dije: “Cuide la boca, señor, acá no hay ninguna inútil, la chica no puede hacer más de lo que hace, pero cada día va trabajar más, pero no la insulte, no la ofenda, es una mujer.”
La contienda que emprendió María en el frigorífico no solamente incluía mejoras en los salarios y en la calidad de vida laboral, también contemplaba el respeto, la justicia, la igualdad, la paridad y la participación de las mujeres en la política. Cuestión que solamente Eva perseguía con vehemencia. La importancia en la mujer trabajadora, en la búsqueda de su independencia, en la dignidad de considerarse merecedora de una vida mejor. Todas esas cualidades conformaban la figura de María, que con orgullo contó muchos años después el cambio que produjo en el ámbito del frigorífico la valentía de haber ido a reclamar por la persona que defendía sus intereses: “desde Trabajo y Previsión ya hay un hombre seguro que nos defiende. Desde ahí (17 de octubre) fuimos más respetados, pero también nos hicimos respetar.”
17 de octubre
…pero apareció Perón esa noche en Plaza de mayo y ya fue distinto todo.
La jornada del 17 se venía gestando, una multitud de obreros se preparaban para llegar a Plaza de Mayo y pedir por la liberación de Perón, si eso no sucedía seguirían con las huelgas.
El kilómetro cero de Berisso en plena calle New York, epicentro de los frigoríficos, demarca el punto de partida. Hoy solo quedan los adoquines, algunas casas de chapa y las fachadas gigantes y vestigios de los frigoríficos que supieron hacer de esa localidad una metrópoli multicultural.
María formaba parte de ese tumulto eufórico dispuesto a dar la vida por Perón: “(…) tampoco nos dejaron gritar ni siquiera gritar “Viva Perón” fuerte. Bueno, entonces fuimos caminando, caminando, y cuando llegamos al Sportsman, a dos cuadras de Swift, allí ya estaba la concentración, las calles tapadas de gente, éramos como siete mil almas, entonces en caravana, a pie. Algunas mujeres que ya no podían caminar las levantaba una camioneta, un camión, una moto, un auto. En plaza San Martín, en La Plata, estaba casi toda la provincia de Buenos Aires, estaba la plaza cubierta y todas las diagonales se veían, de allá arriba, desde donde hablé yo, que hablé en la escalinata de la Casa de Gobierno, estaba todo lleno, arriba de los árboles, de los balcones. Fue la toma de la Bastilla argentina. La gente sentía alegría, la gente no se golpeaba, no se insultaba: La vamos a ganar, va a venir Peroncito.”
María era una delegada elegida por sus compañeras, un cargo que llevaba con pasión. Ella era dúctil, elocuente y disfrutaba de hablar en público en nombre de todas las trabajadoras y trabajadores. El 17 de octubre ella habló en dos oportunidades, primero cuando se concentraron en La Plata y luego en Plaza de Mayo, en el segundo discurso se encargó de subrayar que sí o sí tenían que cumplir lo prometido, que Perón saldría al balcón a las 12 de la noche, que de lo contrario se fortalecería la huelga y pararían sistemáticamente en las fábricas al día siguiente.
“Edelmiro Farrell, me preguntó a mi quien era cuando yo hablé.
“¿Quién es usted, señora?” “Yo soy una mujer que corto carne con una cuchilla así, más grande que yo, del frigorífico Swift.” “Pero ¿quién es?” “Me llamo María Roldán.” “Mucho gusto, señora. Ya va a venir Perón, estén tranquilos que va a venir.” Serían las once de la noche.”
La constancia, el amor y la perseverancia fueron los valores que condensan la lealtad del 17 de octubre, un pueblo que convirtió la pobreza y el dolor en una causa que bregó por la igualdad y la justicia social:
“Nosotros salimos todos a la calle, hasta el gato, porque teníamos miedo que mataran a un hombre que queríamos como presidente.”
Después de este gran acontecimiento popular, María enalteció su función política, formó parte de la creación del Partido Laborista que llevó a la presidencia a Perón y profundizó el trabajo colectivo de hombres y mujeres expresando la doctrina peronista.
María fue un ejemplo de empoderamiento, de lucha y de compañerismo. Una mujer que trae certezas en un presente incierto, pero sobre todo que nos demuestra que la política es indispensable para transformar la realidad.