Poesía: “Un ruido que insiste”, de Daniela Camozzi
Un ruido que insiste es el último libro de la poeta y traductora, Daniela Camozzi, editado por El elefante negro.
Hay un ruido que insiste, una clave morse, un mensaje encriptado en una botella, un poema que está en otro lado. ¿Dónde está el poema?: “Entre esos panes de/ tierra desmoronada/al fondo viscoso/eso que no puede decirse/tercamente pretendés/ unirlo todo”, dice la poeta.
Edgar Bayley veía en la poesía una herramienta de comunicación, a veces coincido y otras no con esta idea, sin embargo creo que hay libros que son una botella arrojada al mar y esa magia poética logra llegar con el mensaje.
¿Para quién es ese mensaje? Hay agua mansa, agua estancada, petaca en mano, petaca vacía, algo para decir, un momento justo, una palabra justa, un mar verde que lleva y que trae, un deseo atrapado entre roca y roca, entre poema y poema. “Dicen que traducir/ es llevar un barco/a otra orilla”, la poeta traduce, la poeta conduce el timón, lleva la barca de lado a lado, sabe cómo hacerlo, pero esta vez “un dolor lacónico/ electrifica el músculo” mientras busca la palabra perfecta.
“pero no encuentro/ninguna orilla/aunque lo intente/ningún pez ningún estanque/solo hay más carrera/ me dicen que siga y yo obedezco”

Hay una poeta que busca la orilla, un dolor que oprime, una noche cerrada, un código que no puede descifrarse, que no puede reemplazar palabra por palabra. Hay sonido, hay ruido, hay aturdimiento.
¿Cómo se flota en un campo minado?
La opción es volver a la vigilia, recuperar el pulso del poema, “crear un escudo con la forma /exacta del ovalo de fuego”.
Cuando la palabra se dificulta el problema suele estar en la raíz, la matriz del lenguaje, ahí donde la madre es el ancla que sostiene la palabra.
“Susi, mami, mamá” ¿Dónde queda todo lo que se va con la madre? “Abro para vos/ un espacio sin tiempo”.
Una madre cose con mirada quirúrgica, igual que la hija cuando traduce. Una madre busca la puntada perfecta en la tela, igual que la hija cuando busca la palabra. Queda un dedal que protege de la aguja a las manos que cosen, queda un dedal que protege del error a las manos que escriben. Una máquina de prolijidad que combate a la muerte. Que inaugura un principio de lenguaje.
“El poema (su ruido) insiste por encima de cualquier voluntad, nombra lo que quiere soltar, susurra debajo del canto”.
“Citando reconocemos nuestra deuda/con las personas que ya vinieron antes/aquellas que nos ayudaron a encontrar/nuestro camino cuando estaba oscuro” dice Sara Ahmed en el epígrafe. Este libro está compuesto de mujeres, la poeta, las protagonistas de los poemas, las que reciben el mensaje. Somos el resultado de aquellas mujeres que nos preceden, hay un dedal que protege nuestras manos y nos abre el camino a una historia nueva. Un ruido, una señal insistente: “no pudiste lo mucho pero algo sí”.
En el prólogo Damián Lamanna Guiñazú, escribe: “La poesía es esa transición entre las nubes. El poema (su ruido) insiste por encima de cualquier voluntad, nombra lo que quiere soltar, susurra debajo del canto”. Mientras exista el poema el mensaje llegará a destino, como ruido, susurro o canto.
Un ruido que insiste es un mensaje, la testarudez de querer juntar lo fragmentado. Hay un poema que insiste, un libro que logró juntar los pedazos. Una clave morse propia, que encontró Daniela para vencer el miedo.