Daniela Camozzi: “La traducción me lleva a cuestionar el canon de lo que se nos ha dado a leer”

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Daniela Camozzi: “La traducción me lleva a cuestionar el canon de lo que se nos ha dado a leer”

11 Diciembre 2022

Daniela Camozzi, traductora, poeta y militante de la organización No tan distintes dialogó con APU en VIVO (lunes a viernes a las 19 horas en YouTube, Twitter y Facebook) sobre poesía traducción y la función de la palabra como herramienta de lucha y posibilidad.

Agencia Paco Urondo: Me gustaría, para arrancar, saber cómo llega la poesía a tu vida

Daniela Camozzi: Hace mucho tiempo, como lectora. Diría que ingresé a la literatura por la prosa y cuando llegué a la poesía, a mis veintes, por algunos poemas sueltos y los libros de Pizarnik, de Artaud, entré por ahí. Fue el descubrimiento de un mundo, de una manera de decir, auténtica, muy a las tripas, que no me soltó más. Se abrió una cantera que nunca paró, y que cada vez que la abrimos un poquito (al estilo de los fractales) se abre otra. Así que es infinito, por suerte.

APU: ¿Con quiénes te acercaste, quiénes considerás que fueron tus maestros y maestras en este camino, hasta llegar a tus publicaciones?

D.C.: Las lecturas llevan a la escritura y ésta a buscar talleres. Mis primeros talleres fueron en el Rojas, en los primeros 2000, con Osvaldo Bossi y Walter Cassara, talleres preciosos que había en ese centro cultural. Ahí conocí amigos que me acompañan hasta hoy, así que hace casi 20 años de transitar ese camino. Después estuve en la Biblioteca  Nacional, con Liliana Lukin, quien generosamente seleccionó algunos de mis poemas, es alguien a quien considero una de mis maestras. Desde ahí pude publicar mi primer libro, en Huesos de Jibia, en 2008, La felicidad ajena. Resuena un poco pizarnikeano, quizás. Y ya no paré. De a poco, porque la poesía está siempre presente y creo que es una forma de la compañía, de la insistencia, de la lucha para continuar. Es esa voz, ese ritmo que nos lleva a un pulso que nos ayuda a seguir.

APU: La posibilidad es el último…

D.C.: La posibilidad es el último porque, en este camino que te contaba, empecé a editar con Baltasara Editora, una editorial que quiero mucho como a su editora Liliana Ruiz, que es una impulsora de la poesía. Ella seleccionó los poemas de mi anterior libro, La brecha que existe entre los cuerpos, en una convocatoria preciosa que ellos tienen para publicar. Y La posibilidad es el segundo libro que edité con ellos, el último mío. Un intento de diálogo eterno, digo yo.

APU: Sos traductora de poesía ¿Qué llega primero en el camino de la traducción? En La posibilidad también tenés poemas sobre la traducción.

D.C.: La traducción es mi oficio, mi profesión. Allá, por mis 20, también, fue una solución de compromiso, pero en un buen sentido. Yo estoy amigada con eso, con que las letras estuvieran en mi vida, desde chica fui muy lectora y los libros me tienen que acompañar y proteger. Y la traducción es esa manera de abrir mundos, de tener un oficio que sabía me iba a sostener. Intuí, de chica, que necesitaba esa autonomía económica, sin tener algún marco feminista, aún… Bueno, mi madre, quizás. Mi madre, muy sabia, nos impulsó a tener esa pata firme en la tierra. Desde ahí me fui trasladando a la literatura, en un taller de traductores, el del gran Leandro Wolfson, un taller hermoso que se llamaba (y espero siga estando) “El placer de traducir”. Ahí aparece esa otra manera de entender la traducción que era lo placentero. Los talleres terminaban siempre con una parte de poesía. Y volviendo a tu pregunta anterior, creo esa fue otra forma de entrar a la poesía: desde la traducción, desde cierta versatilidad versificadora, incluso desde el punto de vista formal. Contar sílabas y armar traducciones métricas, que respetaban en alguna forma la métrica del original, era un juego maravilloso. A las grandes poetas, leerlas desde la traducción, también es leerlas infinitamente.

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APU: ¿Nos contás el proceso de este libro sobre Muriel Rukeyser, Anne Sexton y Adrienne Rich, sobre estas tres mujeres?

D. C.: Es un libro que reúne 3 voces muy importantes de la segunda mitad del siglo XX y traducirlas es, también, una forma del activismo, para mí. También estuve trabajando en el libro Antecesoras, que continua esa línea. En este son 6 poetas del siglo XIX y principios del 20. Hay, desde la traducción, una preocupación que me lleva a ampliar lecturas y a cuestionar este canon de lo que se nos ha dado a leer. Se suma a muchas otras búsquedas que se están dando de hace un tiempo en esa línea

APU: ¿Quiénes son esas voces?

D.C.: Siempre hablando de la lengua inglesa, porque es la que yo traduzco, pero por supuesto se puede ampliar y llevar a todas las lenguas. En Antecesoras están Elizabeth Browning, Emily Bronté y Christina Rossetti, que son 3 inglesas del siglo XIX. Y Amy Lowe, Sara Teasdale y Edna St. Vincent Millay que son de principios de siglo XX y estadounidenses. Voces muy poderosas que han sido poco traducidas. Estos 90 poemas traducidos arman un recorrido entre ellas. Lo mismo intenté en el otro libro. Muriel Rukeyser que es la gran madre de todas, a quien sigo leyendo y traduciendo, que tiene una obra impresionante, a quien conocí gracias a Diana Bellesi que es la gran precursora en esto de intentar quebrar el canon y darnos cuenta de todo lo que no hemos leído y que nos hemos formado sin leer una zona importante de la literatura. Rukeyser en su última obra dialoga fuertemente con la primera obra de estas poetas que la suceden cronológicamente.

APU: ¿Trabajás mucho la vida de ellas, para entender su mirada y poder ser un poco la voz?

D.C.: Con respecto al trabajo de traducción enmarcado en lo biográfico es un debate largo, rico, complejo, acerca de (ya a esta altura) clásicos de la literatura de si es sólo el texto o hay que salir por fuera del mismo. Alicia Genovese, con toda su producción poética y teórica, es una de las personas que tengo en cuenta con respecto de cómo se conforma una subjetividad literaria, poética, de mujer que escribe. Que no estamos aislados, no somos una abstracción, estamos situados cuando escribimos.

“La palabra te aloja. El chispazo que produce ser autora. Recuerdo una vez que alguien nos preguntaba por las herramientas poéticas pensando que es algo inaccesible o reservado para quien leyó mucho. Y no, hay otras maneras de aprender”.

APU: Esto habla un poco de una poesía de la realidad, de ser parte de un mundo, de un contexto, como vos decías. Sos activista en No tan distintes, una organización feminista. Me gustaría saber cómo surgió y juega ahí la poesía como canal.

D.C.: Cuando publico mi primer libro (2007, 2008) me interpela profundamente el pensar… Creo que Rukeyser ha tenido que ver porque si bien ella no era una activista orgánica, entiendo, quizás me equivoco, desde su militancia poética se referencia en una escuela estadounidense que sería la poesía documental, tiene un libro muy importante que es El libro de los muertos, donde ella escucha testimonios de juicios de obreros que habían muerto por silicosis, eran mineros. Juicios que las familias les hacían a la patronal y con todo ese material ella lo arma, cruzado por múltiples discursos, Después, la realidad. En esa época, viviendo en la ciudad de Buenos Aires (soy nacida en Haedo) y no soportaba el entorno macrista y la idea era luchar contra eso. Desde chica había querido participar en política y, quizás, en mi ambiente personal y familiar no tenía un canal directo, así que fui haciendo un camino para llegar a la militancia política que fue a través del proyecto Sur, de Pino Solanas. Allí, desde el frente social y de género, me acerqué a un grupo muy joven que en ese momento se llamaban Perdidos en Retiro. Y pensar cómo hacemos para encontrarnos, nutrirnos, para pensar juntes otras maneras de vivir. Empezamos en el hall de Retiro de la línea Mitre del tren una merienda los sábados con les compas en situación de calle. Todavía no éramos No tan distintes, en ese momento. Estuvimos yendo hasta 2011. Por supuesto, empiezan a pasar cosas que te hacen cuestionar todo, tus cosas, tu vida, tus maneras de estar en el mundo. De ahí fue un devenir hacia los primeros talleres que hicimos, entre 2011 a 2014. Allí, la palabra y la creación con ella estuvo presente, siempre. Después aparecen otros 3 años donde gestionamos el Centro de Integración Frida (yo estaba en el área talleres), que es un lugar que está abierto las 24 horas para les compas mujeres y LGBT en situación de calle. Ahí hicimos talleres de poesía, una experiencia inolvidable de la que quedó una antología que se llama Desplanetadas.

APU: Ayudarlas a encontrar un espacio propio también a través de la palabra ¿no?

D.C.: La palabra también te aloja. El chispazo que produce ser autora. Es interesante pensar que hay mucho impulso de escritura de les compas y, a la vez, una preocupación por lo formal. Recuerdo una vez que alguien nos preguntaba por las herramientas poéticas pensando que es algo inaccesible o reservado para quien leyó mucho. Y no, hay otras maneras de aprender, aprendo yo todo el tiempo. Incluso revalorizar lo que se supone son lugares comunes de la poesía como lo romántico y amoroso. Me tuve que desprender de un montón de clichés: otra vez un poema de amor, decir amor en un poema… y sí.

APU: Hicieron una editorial, también…

D.C.: Si, como te contaba, en esto de recuperar la historia de NTD, que cumplimos 10 años el pasado, en el después de Frida aparecen muchos proyectos y entre ellos, el de la editorial Abduciendo una vaca, seguimos con lo galáctico (risas). La editorial es el devenir de los talleres de poesía y fanzine que hace años damos, se convierte en eso, en una editorial que recicla materiales, las tapas son tetra briks. Es una incipiente cooperativa, con tapas bien artesanales, bien fanzineras. Estamos lanzando una biblioteca rodante, los proyectos siguen, por suerte. En el trabajo del taller no buscamos algo guiado, el poema puede ir para donde pida ir. Después se trabaja rítmicamente, pero buscamos no forzar que en un poema suceda todo. A quienes damos los talleres y los poemas se terminan leyendo, se nos activan los recuerdos de cuando lo escribió, cuando lo pasó en limpio, armó el fanzine, verlo cuando tienen la posibilidad de darlo en lectura. Hemos leído en el Conti, en cooperativas.

APU: ¿Cómo es ese primer encuentro con la palabra de gente que nunca escribió o no tuvo antes un encuentro con la poesía?

D.C.: Es múltiple, porque la problemática de la situación de calle también lo es. Los talleres son muy heterogéneos, puede venir una compa en situación de calle que quizás leyó un montón y puede estar la que quizás no sabe leer. Vuelvo a lo que hablábamos de la riqueza de esos encuentros: la que no sabe leer escucha y quizás graba un audio o pide a otra que lo escriba, para después corregir juntas. Son distintos caminos para llegar al poema. El devenir, la dinámica de la organización del taller ha decantado en que si no está la tallerista que facilita, el taller se arma igual. Después de tantos años, los espacios están muy consolidados. Puede haber poemas breves o de largo aliento.

APU: Me imagino que el tema de la vergüenza también juega, porque es como un desnudo, una exposición del alma

D.C.: Puede llegar a ocurrir. Cuando se destraba genera borbotones de posibilidad expresiva, pasa en este taller como en otros. Que nos pasa a todos, en definitiva. La poesía tiene eso, cómo estoy yo diciendo esto tan íntimo. Incluso en poemas objetivistas, por decirlo así, o que no son la expresión de un sentimiento cabal sino que son pura imagen.