“Realismo capitalista”, de Mark Fisher: cuando es más fácil imaginarse el fin del mundo que el del capitalismo
Hay libros que, según cuando se lean, aportan un significado distinto. Cuando compré el libro de Mark Fisher, más o menos a fines de 2019, principios del 2020, lo leí como se ve una experiencia lejana: aún no habíamos atravesado la pandemia, y luego del gobierno del ajuste habíamos vuelto abrazarnos al calor del peronismo. Eso que le falta a las sociedades asfixiadas por dos opuestos que en algún punto se unen.
Hace poco lo retomé porque vagamente me acordaba de algunos conceptos que me estaban empezando a resonar nuevamente, como si quisiera encontrarle una explicación racional a todo esto que acontece. Expresiones que el arte viene anticipando, señales que venimos percibiendo desde hace un tiempo y quizá preferimos negar.
Probablemente lo que más me resonó fue el subtítulo de este libro: “No hay alternativa”, y la admiración de Milei por Margareth Thatcher.
“There is no alternative” era el eslogan de la primera Ministra Británica en los 80, quien consideraba que la única opción posible era el liberalismo económico, el libre comercio y la desregularización del mercado. Una fórmula ultra neoliberalista que desembocó en desempleo, desindustrialización, desigualdad e inflación.
Durante once años lideró un gobierno en detrimento del rol del Estado, fomentando un esquema empresarial y una exacerbación del individualismo, además de su intervención para desencadenar la Guerra de Malvinas en Argentina. Eso es lo que significa Thatcher para nuestro pueblo, una amenaza y la reminiscencia de uno de los peores momentos de la historia argentina.
Mark Fisher en Realismo capitalista retoma este concepto, pero como pregunta retórica: ¿Hay alternativa? Con ese disparador define al capitalismo tardío y sus consecuencias.
A partir de ejemplos audiovisuales y la filosofía de Zizek, Deleuze, Guattari y Jameson, define al capitalismo y alerta sobre sus efectos nocivos que impactan directamente en la salud mental de la población y en la precarización laboral.
Asimismo, describe un sistema que expande el consumo, posiciona a la tecnología como elemento dominante y mercantiliza la cultura.
En una entrevista que el escritor, crítico musical y editor dio a Página 12 en el 2016, dice:
“Los smartphones proveen muchísimas oportunidades al capitalismo de controlar la conciencia, los hábitos y los microcomportamientos de un modo que era inconcebible hace una década. ¿Cómo podría el capital ganar acceso a tu mente? La televisión ya lo tenía, pero no siento que la televisión sea lo mismo que un smartphone, no es un tiempo de calidad tan íntimo y permanente. En este país podés ver eso, cualquier tipo de vagón, en hora pico, podés ver a toda la población envuelta en este enganche intenso con sus pantallas. Es el veneno y la cura. La cura para la desocialización y la soledad, y también su causa. Creo que es fundamentalmente una máquina compulsiva”.
En Realismo capitalista estudia este fenómeno y el desplazamiento de la sociedad de control que planteaba Foucault al control ejercido por los propios consumidores a través de las redes y la globalización.
“Es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo”.
Realismo capitalista es un libro para leer y estudiar, cada capítulo señala el avance de un sistema destructivo del que es muy difícil salir, aun autodefiniéndose anticapitalista. ¿Será que realmente no hay alternativa?
El nombre del primer capítulo es una sentencia del filósofo Fredric Jamenson, gran teórico de la posmodernidad, que dice: “Es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo”. En ese marco apocalíptico es que Fisher nos introduce en el tema.
Pero ¿a qué denomina Fisher realismo capitalista? “El capitalismo no solo es el único sistema económico viable sino que es imposible incluso imaginarle una alternativa”.
Y continúa con algunas menciones del Manifiesto comunista: “El capital ha convertido el valor personal en valor de cambio y ha sustituido un sinfin de libertades inalienables y particulares por una sola libertad espeluznante: la libertad de comercio”.
Son muchas las características que Fisher del capitalismo que inclusive nos involucran como parte de una sociedad, donde la búsqueda de algo distinto tampoco logra afectar ni un poco el sistema sino que termina siendo funcional porque como señala el escritor, el capitalismo también genera el anticapitalismo.
Abarca casi todas las consignas posibles y hasta hace publicidad sobre ellas, por ejemplo con la ecología o con el despliegue de alternativas de autoayuda y superación personal que exacerban el individualismo.
Podría detenerme en infinitas clasificaciones de capitalismo y su consolidación en las sociedades posmodernas, solo voy a destacar dos consecuencias a través de las cuales se puede interpretar la actualidad: una es la burocracia y la otra la salud mental.
El incremento de la depresión, la ansiedad y la frustración como producto de la duplicación del horario de trabajo y la exigencia de producir permanentemente.
“La nueva burocracia no toma la forma de un cuerpo de funciones específicas y delimitadas para trabajadores particulares, sino de algo que permea a todas las áreas de trabajo y que hace que, (como predijo Kafka) los empleados se conviertan en sus propios auditores, forzados a evaluar su propio desempeño”.
Un mal globalizado que intenta acechar cada rincón del planeta con la incorporación de políticas liberales, con recetas que no funcionan, con una retórica antiestado, de privatización y destrucción de la industria nacional.
David Harvey dice: “la política neoliberal no tiene que ver con lo nuevo, sino con un retorno al poder y los privilegios de clase” y agrega “ un proyecto político para restablecer las condiciones de la acumulación de capital y restaurar el poder a las élites económicas”.
Leo a Fisher y es inevitable pensar en nuestra coyuntura, Thatcher decía “No hay alternativa” a lo que Milei emula diciendo “No hay plata”, como bandera. Entiendo la mirada de Fisher y la decepción de que verdaderamente la izquierda no pudo encontrar la respuesta. Sin embargo, creo que al tomar a Thatcher como modelo Milei omitió algo: en Argentina existe el peronismo.