Reseña del libro “El placer borrado, clítoris y pensamiento”: la filosofía por venir
Por Dani Mundo
"Hay maneras de pensar que aún no conocemos.
Con esto quiero decir que muchas mujeres piensan de una forma que la intelección tradicional niega
o es incapaz de comprender"
(Adrienne Rich, 1976)
El placer borrado. Clítoris y pensamiento, el libro de Catherine Malabou, me parece un libro imprescindible, de lectura obligatoria, aunque no sé si es un buen libro. Mucho de lo que plantea la filósofa ya fue dicho varias veces, pero sin embargo lo que ella elabora no debería olvidarse, al contrario, merece más y más indagación. Para mí un libro imprescindible es el que te obliga a pensar, éste lo hace.
El placer borrado ya sabemos cuál es, pero la conjunción de clítoris y pensamiento provoca o debería provocar en el campo de la filosofía un sismo terminal. No solo el pensamiento deja de ser algo abstracto (como lo fue para la filosofía prefeminista), el pensamiento está encarnado y se vincula con el placer, un placer y un pensar que tienen que ser diferentes de los que nos legó la cultura patriarcal. La diferencia que trae consigo el feminismo no es una “diferencia de”, como se conceptualizaría en la vieja tradición, es una “diferencia para” crear nuevos valores y nuevas representaciones que afecten a toda la comunidad.
Estoy convencido que el feminismo es el mayor sujeto político del siglo XXI. Lo que desea impugnar debe ser impugnado. El patriarcado, el falocentrismo, el machismo, la razón como una facultad abstracta, la prepotencia explícita o implícita del hombre, ya no son defendibles. La posición del hombre fue develada, y el hombre no encuentra argumentos para crear su lugar en las nuevas condiciones históricas. Lo imagino en una encrucijada mirando para todos lados buscando a alguien que lo ayude a orientarse. Dios debe estar muriéndose literalmente de risa entre las nubes.
Una de las cuestiones que plantea Malabou, una cuestión discutible dentro del feminismo, es si el empoderamiento feminista no corre el peligro de ocupar ese lugar de poder que ocupó y aún ocupa el hombre, por lo que en realidad entonces se estaría replicando una estructura de poder que no habría que invertir sino desarmar: “No alcanzo a ver del todo lo que separa esta visión del clítoris como hiperpotencia (se está refiriendo a un texto de Paul B. Preciado) de la visión clásica del pene erecto”. Elevar el clítoris a concepto debería transformar las relaciones de poder: “El clítoris es un anarquista”. Y el anarquismo es autosubversivo, la organización de un orden sin mando, sostiene la autora. Comparto.
Desde mi pequeña perspectiva tercermundista duplicaría la apuesta y diría que el pensamiento es anarquista o no es. Pero agregaría que para ser anarquista no hace falta proclamarlo a los cuatro vientos, más bien al contrario: cualquier carnet de identificación, incluso si es un carnet de anarquista, es una ruina. El clítoris como concepto cambia lo que significa el hecho de pensar. Y también el hecho de gozar. Reorganiza todo el acto sexual, entre otros motivos porque afirma que “la misma caricia clitoridiana es una relación sexual con todas las de la ley”. Esta reivindicación de la masturbación que realiza Malabou merecería una reflexión intensa que no puedo desarrollar en esta breve reseña, pero que no quiero dejar de nombrar para que el futuro lector la tenga en cuenta.
Durante siglos negado, no solo reprimido sino cuestionado hasta en su propia existencia, el clítoris se impone hoy en toda su evidencia: es el único órgano del ser humano cuya única función es el placer, y no pertenece al hombre. Al hombre esto lo descoloca… y también le duele en su narcisismo y su seudo omnipotencia. Él, que era la medida de todas las cosas, de pronto advierte la ficción que había erigido para lograr esto, y también la violencia injustificable para concretarlo.
Malabou reconstruye toda la historia de la negación de este órgano fundamental que para el hombre parece ser ininteligible, con paradas importantes en la obra de Freud, Lacan, Agamben, Foucault, etc. De hecho, es un órgano misterioso. Si siguiéramos el derrotero clásico de la filosofía instituida (falogocentrada), desearíamos despejar este misterio, clarificarlo, sacarlo a la luz, resolverlo. Tal vez se trate de sofrenar este impulso naturalizado y soportar el peso del misterio, disfrutar la incógnita, y desde esa indefinición rearmar el proyecto filosófico hacia un horizonte no binario, no bélico, abierto a la contingencia y a la diferencia irreconciliable, sin síntesis, sin superación. ¿Seremos capaces de lograrlo?