Reseña teatral: “Lo cotidiano”, de Valeria Di Toto
Por Dani Mundo
Lo cotidiano se vuelve mágico
Para llegar a la butaca hay que atravesar una playa, o mejor dicho: por el decorado de una playa, con un telón de fondo en el que se ve el mar y algunos turistas, se escucha un ronroneo constante remedando al que hace el mar, un “bolso de playa” al lado de una típica silla de playa. ¿Qué significará Lo cotidiano (tal el nombre de la obra dirigida por Valeria Di Toto que se puede ver los domingos a las 19 horas en el complejo teatral Ítaca) en esta especie de día veraniego de vacaciones?
Bueno, ningunas vacaciones, más bien un trabajo repetitivo, maníaco casi, de una mujer mayor (Daniela Catz), marplatense 100 x 100, que se sienta todos los días a la mañana en lo que imaginamos como La Rambla, a “observar” el comportamiento de la gente, y extraer de ahí conclusiones sobre su vida, su forma de ser, etc. ¿Quién no estuvo alguna vez “observando”, es decir chusmeando a la gente que tenía acampada a su alrededor mientras estaba tirado en la lona con sus hijas? Es un deporte fabuloso. Pero esta mujer de la obra es arisca, pareciera que el otro no le interesa, que solo lo quiere mirar y analizar. Y un poco despreciar. De cualquier manera, despierta compasión y gracia más que bronca esa actitud. El espectador no sabe —como me hizo notar Virginia Cosin— si su pose le causa gracia porque lo incomoda, o si lo incomoda porque le causa gracia.
Al lado de esta mujer se sienta un joven (Matías Marshall). De un modo u otro, el joven entra en comunicación con la mujer. Rompe el hielo. ¡Qué momento “romper el hielo”! Pero ella solo responde, no pregunta nada (es el reproche que le hace el joven): el otro pareciera no interesarle en verdad. Mentira. Obviamente, se trata del viejo temita del amor. Del amor y el miedo. Amar es vulnerabilizarse, bajar las defensas, abrirse. Esta mujer tiene alguna dificultad para hacerlo. No sabemos por qué. ¿Qué le pasó para verse obligada a cerrarse así? ¿Qué o cómo sufrió? Se avergüenza un poco de la diferencia de edad, pero ese, que es un problema real, no constituye el fondo de la cuestión.
El joven tiene paciencia. Como Sísifo, reinicia una y otra vez la conversación. Ella responde con lo mínimo imprescindible. Hasta que sucede una escena típica de esas en las que sentís vergüenza ajena: la expulsión (“te pido que me dejes sola”) y el arrepentimiento (“quedate si querés”). El joven tarda un segundo en reaccionar, es ese segundo en el que todo se pone en suspenso y se acumula poder y se elige un sendero o el otro. Qué lindo el amor.
Linda obra para ver en ese momento del bajón que es la tardecita fría del domingo otoñal.
Ficha artístico técnica
Dramaturgia: Valeria Di Toto
Actúan: Daniela Catz, Matías Marshall
Diseño de Escenografía y Vestuario: Uriel Cistaro
Realización de vestuario: Patricia Mizraji
Fotografía de archivo: Ivan Breyter
Diseño Gráfico: Florencia Di Toto
Diseño Sonoro: Joaquín Segade
Diseño de Iluminación: Ricardo Sica
Dirección de arte: Uriel Cistaro
Prensa: Daniel Franco
Asistencia de dirección: Lucila Lobel
Dirección: Valeria Di Toto