Sentencia cumplida
Por Florencia Di Paolo
Hubieras sido igual a mí
cuando yo llegara a tu edad.
Tuve miedo,
lo confieso.
Pero no había nada
qué confesar
solamente hambre
y revolución.
No hablé,
pero grité tu nombre
cuando tus lágrimas inundaban el pasillo
y mis pezones estaban húmedos
y tibios
y desnudos para siempre
escribí tu nombre con las uñas
para que no me olvides
pronto.
Y que no pases hambre.
Y que seas la revolución.
Quizás tengas mis ojos,
en la clandestinidad
espero que tengas
mis ojos
y que te lean cuentos de noche
y que te besen la frente
unos labios dignos
y que nunca tengas frío
y que no lleves su apellido.
Dicen que se los llevan
y los crían.
A veces también los engendran
sin pedir permiso.
Los hombres no saben pedir permiso.
Espero que vos sí
sepas pedir permiso
y que te lleves por delante
todo lo rancio
que dejaron estos tipos.
No les avises,
que no se preparen.
Tomalos de sorpresa,
vos sabés de eso:
Llegar en el medio de la rebelión
y dar vuelta el tablero.
Quisiera que tengas mi cuerpo
para que te sirvas de él
algún tiempo.
Te lo prestaría porque es mío,
te lo prestaría como podría,
usado por muchas hienas
mientras pienso en el goce
añejo
de lo recíproco.
Y repito tu nombre
con los párpados apretados
hago fuerza para traerte
a este mundo callado
de sombras cómplices
y torturadas
y torturadores.
Ella me besa,
la sombra
me besa la frente
y me limpia la cara
y las piernas
y la cara
sigue mojada.
Las bestias
humanas
la apartan de mí.
Espero tengas la sonrisa de tu padre
la misma de cuando le conté de vos.
Usala bien,
es la única sonrisa que me queda
entre las tablas húmedas
y las paredes impropias
escribo tu nombre con las uñas
mastico tu nombre
tu nombre
atascado en mis costillas
es lo único que nos queda.
Quemen a las bestias humanas,
bien humanas.
Sentencia cumplida,
mi amor.
Sentencia cumplida.