Soldados: con esta sangre tan ajena y tan estrepitosamente mía

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    Soldados: con esta sangre tan ajena y tan estrepitosamente mía

    02 Abril 2019

    Por Norman Petrich

    "Soldados" no es un libro nuevo. De hecho, su edición “primera” y que aún se consigue, es de abril del 2016. Y cuenta con una anterior como texto de estudio para las escuelas y bibliotecas  realizado por el Ministerio de Educación a través de su programa Educación y Memoria en 2009. Es más, mucho antes de estas dos ediciones el libro fue pasado de mano en mano o, mejor dicho, de correo en correo por aquellos que lo leíamos asombrados de que alguien pudiera poner en palabras todo eso, un alguien que para la mayoría era casi un desconocido. Y como si fuera poco, esos poemas ya habían sido traducidos a varios idiomas antes de ambas publicaciones.soldados-1

    Hay algo que Soldados sí es: un libro trascendental. No sólo por el tema que toca: nada sería sin la forma en que lo hace.Porque este libro está situado en Malvinas, en esa dolorosa guerra de la cual Gustavo Caso Rosendi, su autor, formó parte como conscripto. Pero no es una épica ni un diario. Es decir, no se narra una. Es más, Gustavo ha contado el tener que exponer con otro excombatiente y ante un relato que iba más por “la heroica” tuvo que intervenir aclarando “que no la recuerda así. Es como si hubiésemos vivido distintas guerras”.

        

    Podría decir que es un libro lleno de voces que a veces uno no sabe si escucharlas cuando susurran sus nombres a un oído que ha quedado sordo, ya que habla de aquellos que formaron parte: los Martínez, los Juárez, los Santos, los Villanueva, se pregunta qué pasa cuando cae uno de ellos (porque, leyéndolo, uno aprende que no terminan de caer) qué dejó de ser, qué sigue siéndolo. Por eso se llama Soldados, por eso no aparece el nombre de Malvinas en el título. "Quería que fuera algo simple y Soldados me pareció algo simple, y en los poemas nombro a muchos soldados. Además, los soldados somos nosotros y es una forma de disputar esa palabra" supo decir Caso Rosendi en una de las presentaciones; además de que se llama así por Cuentos de soldados, de Ambrose Bierce.

    “Tuvieron que pasar 24 años para que los poemas salieran de dónde estaban. Los escribí entre el 2003 y el 2004, muy en contra de mi voluntad. Si había algo que no quería cuando volví de Malvinas era escribir sobre la guerra. Quería escribir sobre cualquier otra cosa menos eso”.

    Debe ser por esta razón que no se arroga el derecho de escribir desde el dolor. Este libro es tierno en territorio extraño como dice en Sanos y Salvos:

                                      

    ¿O acaso hemos regresado

    hemos salido del infierno o acaso

    el amor anduvo haciendo el odio

    para que nazca esta ternura de añorar

    a lo monstruoso?

    No hay lugar para hacerse el inocente en su lectura. Porque en las acciones que aquí se repiten, que uno realiza, cambian de sentido en el sinsentido desde el cual nos toca mirar.

    Cavar, ayer, que el cielo escupía fuego puede hacernos dar cuenta que una trinchera era un buen hogar/ después de todo; pero en la repetición de la acción hoy se cava otro pozo/ para el que no le sirvió de nada cavar. Y puede convertirse en un acto que ya no nos abandone cuando entre las sábanas del deseo/ cavo de nuevo una trinchera/ para resguardarme del dolor.tapa-soldados

    Caso Rosendi supo contar que estaban convencidos de que su regreso al suelo continental fue de noche. Así lo creyeron hasta que, en un homenaje, en un museo que se había levantado en el lugar donde se sentaba la base a la cual regresaron, el encargado les contradijo diciendo que regresaron a plena luz del día. Imposible, lo amonestaron ellos. Todos tenían el recuerdo de haber vuelto de noche. Sólo el encontrar sus rostros más jóvenes en las fotos que les mostraron les hizo dar cuenta que la oscuridad venía con ellos.

    Beatriz Vignoli dice que no por ser elegante y terso el libro elude la responsabilidad política del testimonio y la denuncia, hablando en nombre de los que ya no pueden; y tiene razón.

    Gustavo ha seguido escribiendo y publicando libros de poemas como el bellísimo “Lucía sin luz” o el más reciente “Todos podemos ser Raymond Carver” pero nunca ha cerrado las puertas a Soldados. Siempre ha sentido un compromiso con las palabras allí vertidas, nunca se niega a volver a leerlos. Es más, llegó a pensar en aumentar el tamaño de este libro, en la búsqueda de seguir trazando un lazo con esos jóvenes de ayer, pero llegó a la certeza de que así estaba bien, de que la forma que tenía era la correcta.

    Cada dos de abril, las fotos, recuerdos, datos de los combates, los nombres de barcos, aviones regresan salidos de los arcones de los medios de comunicación. Sin embargo, una costumbre empezó a ponerle rostros a esos recuerdos, primero casi exclusivamente por poetas, pero hoy día son cada vez más los que comparten poemas del libro Soldados en las redes sociales; aparecen para hablar de aquellos que en cierto modo regresaron, pero algo, en alguna parte de las islas, se quedaron con los que no.

    Esta nota es sólo una excusa para sumarse a ese ritual, para formar parte de ese juego.

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    TRINCHERA

    Comenzamos cavando como si

    fuera nuestra propia tumba

    Pero cuando el cielo escupía fuego

    nos dábamos cuenta

    que era un buen hogar

    después de todo

     

     

    Cuando cayó el soldado Vojkovic

    dejó de vivir el papá de Vojkovic

    y la mamá de Vojkovic y la hermana

    También la novia que tejía

    y destejía desolaciones de lana

    y los hijos que nunca

    llegaron a tener

    Los tíos los abuelos los primos

    los primos segundos

    y el cuñado y los sobrinos

    a los que Vojkovic regalaba chocolates

    y algunos vecinos y unos pocos

    amigos de Vojkovic y Colita el perro

    y un compañero de la primaria

    que Vojkovic tenía medio olvidado

    y hasta el almacenero

    a quien Vojkovic

    le compraba la yerba

    cuando estaba de guardia

     

    Cuando cayó el soldado Vojkovic

    cayeron todas las hojas de la cuadra

    todos los gorriones todas las persianas

     

     

    GURKAS

    Mercenarios de perfil bajo

    (los únicos que los vieron

    ya no están)

     

    Cuchillos fantasmales

    cortando los sueños

     

    ¿Pero acaso nosotros

    no veníamos del país de

    las picanas sobre panzas

    embarazadas?

     

    ¿Quién le tenía que tener

    miedo a quién?

     

     

     

    Ese día el soldado Aguilera traía el sol

    Como un ciprés harapiento

    bajo la rama verde de su brazo

    el soldado Aguilera traía el sol

    No venía con la mirada caída de otros días no

    Se recortaba triunfante en la colina

    apretando al sol-rehén bajo su axila

    contagiado por la luz

    Se acercaba como el amanecer

    agigantándose a cada paso

    Ya entre nosotros lo sujetó contra el suelo

    clavó su bayoneta en el ojo dorado

    y rápidamente nos llenamos manos

    y bocas con esa carne de cíclope

    que sabía a dulce de batata

     

     

    MAOL-MHIN

    Era terriblemente bello

    mirar en pleno bombardeo

    la suavidad con que caían

    los copos de la nieve

     

     

    UNA RECETA PARA EL GATO DUMAS

    Primero: robarse un paquete de fideos

    del cuartel “Moody Brook”

    Segundo: ponerlos a hervir en el casco

    con agua de una charca cercana

    El secreto es el condimento

    (la pintura va saltándose del acero

    a medida que se recalienta)

    Tercero: servir en marmita

    preferentemente abollada y tiznada

    Cuarto: sentado sobre una piedra

    comer lentamente como si fuese

    el último bocado que se vaya a saborear

     

     

    BOMBARDEO

    Caían los barriletes

    regresaban todos juntos

    envueltos en llamas

    con sus colas de trapo

    de sábanas del cielo

    desde donde alguna vez

    abrazados a un oso

    nos besaron la frente

    y susurraron al oído

    buenas noches

    hijo

    que descanses

     

    Caía la noche vidrio roto

    desde una muy alta claraboya

    y caía el sol de mayo

    entre la sangrienta melena

    de ese roble

    también la lombriz

    en el territorio de aquel bagre

    y la espera en vano

    el vano regreso

    la tarde colgando del anzuelo

    y entre las manos un tazón

    con leche hirviendo y miel

    sobre una tostada casi negra

    y ese tufo entre las uñas

    a lata a tierra a humo

    a pez ausente

    y aparecían de pronto

    los perros de la infancia

    para echarse al lado nuestro

    y nos olían el miedo y nos lamían

    y luego por fin el silencio

    al fin el silencio poder dormir

    dormir un poco o para siempre

     

    (Buenas noches

    compañeros

    buenas noches)

     

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    ÚLTIMA CARTA

    Sobre la plancheta de reglaje

    del mortero escribe

    “Aquí no hay álamos”

     

    Ha visto a la muerte

    comiéndole el brazo

    al soldado Santos

    Ha visto la cara desnuda

    de aquel que fue Juárez

    alguna vez

    y ahora escribe

    “querido Pablo”

     

    Su garganta exhala

    fantasmas de niebla

    alaridos de la vela

    que lo alumbra

    (ángel de cera

    ala tuerta que crece

    que pinta sombras

    en la piedra)

     

    y el soldado Raninqueo

    escribe

    inocencias de otros fuegos

    ternuras ya perdidas

     

    habla de tía-abuela

    de una cajita de música

    “no entregar Carhué al huinca”

    escribe

     

    Afuera el vivac es una toldería arrasada

     

     

    Se cava un pozo para seguir con vida

    Se cava otro pozo

    para el que no le sirvió de nada cavar

     

     

    CANTATA

    Pasa la esquirla

    y al soldado Martínez

    le salen puentes

    amarillos de la media oreja

    y abajo la sangre

    corre turbulenta

    y Spinetta rema

    sobre su guitarra

    y gira el paisaje

    como un cuadro de Van Gogh

     

    Es por eso que hoy

    cuando alguien le habla

    adopta una postura

    de figura egipcia

    como si el silencio

    de aquel hospital

    le perdurara

     

    (Pero yo sé bien que

    cuando Martínez está solo

    ese oído se le abre

    como una ventana

    y es cuando vuelve

    a escuchar el silbido

    y luego el trueno y luego

    como un viento las voces

    de los muertos que le cantan)

     

     

    POEMA ORNITOLÓGICO

    Casi todas las aves se habían ido

    (Eran sabias las aves o casi todas)

    No como esas gaviotas que flotaban

    enrojeciendo la bahía

    No como aquel Pucará que caía en picada

    ennegreciendo la mañana

     

     

    No sé por qué diablos

    estoy escribiendo

    con esta sangre tan ajena

    y tan estrepitosamente mía

     

     

    EN EL PALOMAR

    Querían que comiéramos

    de las miguitas del olvido

    Pero no quedan palomas

    después de una guerra

     

    Pichones de cóndor desgarrando

    las tripas de la verdad

     

     

    EL ÚLTIMO ENEMIGO

    Jorge se despertaba

    entre la tempestad del fuego

    con esa tos de cañoneo

    que no se le iba nunca

    y antes del desayuno

    se afeitaba en un pedazo

    de espejo que latía

     

    Esa mañana besó

    a sus hijos a su mujer

    besó como el sueño

    profundo y suave

    besó de una manera

    imperdonable y dulce

     

    Más tarde en el baño de un bar

    sacó un revólver y disparó

    justo en el lugar donde

    se apostaba la tristeza

     

     

    BRINDIS

    Subía y bajaba colinas

    hasta llegar al soldado Sañisky

    Le daba un abrazo

    le ponía entre las manos

    mi paquete de Marlboro

    esto es tuyo -le decía-

    es todo lo que tengo

    y nos dedicábamos a echar humo

    igual que aquellos agujeros

    que de pronto aparecían

    en la turba como un

    acné irremediable

     

    Hoy cuando nos juntamos

    en algún cumpleaños

    y enciendo un cigarrillo

    sentimos que estamos allá de nuevo

    Entonces mi amigo

    –que ya no fuma-

    Me pone en la mano

    una copa de vino

    y miramos cómo corren

    nuestros hijos

    cómo hablan nuestras mujeres

     

    Y porque aún nos perdura

    la tristeza es que estamos felices

    y porque sabemos que de alguna

    manera no nos han vencido

    es que brindamos

     

    DESPUÉS DEL HORROR

    Lo hemos aprendido

    Nosotros los sobremurientes

    sabemos muy bien que tras el silencio

    viene otro silencio atronador

    Siempre será así