Soldados: con esta sangre tan ajena y tan estrepitosamente mía
Por Norman Petrich
"Soldados" no es un libro nuevo. De hecho, su edición “primera” y que aún se consigue, es de abril del 2016. Y cuenta con una anterior como texto de estudio para las escuelas y bibliotecas realizado por el Ministerio de Educación a través de su programa Educación y Memoria en 2009. Es más, mucho antes de estas dos ediciones el libro fue pasado de mano en mano o, mejor dicho, de correo en correo por aquellos que lo leíamos asombrados de que alguien pudiera poner en palabras todo eso, un alguien que para la mayoría era casi un desconocido. Y como si fuera poco, esos poemas ya habían sido traducidos a varios idiomas antes de ambas publicaciones.
Hay algo que Soldados sí es: un libro trascendental. No sólo por el tema que toca: nada sería sin la forma en que lo hace.Porque este libro está situado en Malvinas, en esa dolorosa guerra de la cual Gustavo Caso Rosendi, su autor, formó parte como conscripto. Pero no es una épica ni un diario. Es decir, no se narra una. Es más, Gustavo ha contado el tener que exponer con otro excombatiente y ante un relato que iba más por “la heroica” tuvo que intervenir aclarando “que no la recuerda así. Es como si hubiésemos vivido distintas guerras”.
Podría decir que es un libro lleno de voces que a veces uno no sabe si escucharlas cuando susurran sus nombres a un oído que ha quedado sordo, ya que habla de aquellos que formaron parte: los Martínez, los Juárez, los Santos, los Villanueva, se pregunta qué pasa cuando cae uno de ellos (porque, leyéndolo, uno aprende que no terminan de caer) qué dejó de ser, qué sigue siéndolo. Por eso se llama Soldados, por eso no aparece el nombre de Malvinas en el título. "Quería que fuera algo simple y Soldados me pareció algo simple, y en los poemas nombro a muchos soldados. Además, los soldados somos nosotros y es una forma de disputar esa palabra" supo decir Caso Rosendi en una de las presentaciones; además de que se llama así por Cuentos de soldados, de Ambrose Bierce.
“Tuvieron que pasar 24 años para que los poemas salieran de dónde estaban. Los escribí entre el 2003 y el 2004, muy en contra de mi voluntad. Si había algo que no quería cuando volví de Malvinas era escribir sobre la guerra. Quería escribir sobre cualquier otra cosa menos eso”.
Debe ser por esta razón que no se arroga el derecho de escribir desde el dolor. Este libro es tierno en territorio extraño como dice en Sanos y Salvos:
¿O acaso hemos regresado
hemos salido del infierno o acaso
el amor anduvo haciendo el odio
para que nazca esta ternura de añorar
a lo monstruoso?
No hay lugar para hacerse el inocente en su lectura. Porque en las acciones que aquí se repiten, que uno realiza, cambian de sentido en el sinsentido desde el cual nos toca mirar.
Cavar, ayer, que el cielo escupía fuego puede hacernos dar cuenta que una trinchera era un buen hogar/ después de todo; pero en la repetición de la acción hoy se cava otro pozo/ para el que no le sirvió de nada cavar. Y puede convertirse en un acto que ya no nos abandone cuando entre las sábanas del deseo/ cavo de nuevo una trinchera/ para resguardarme del dolor.
Caso Rosendi supo contar que estaban convencidos de que su regreso al suelo continental fue de noche. Así lo creyeron hasta que, en un homenaje, en un museo que se había levantado en el lugar donde se sentaba la base a la cual regresaron, el encargado les contradijo diciendo que regresaron a plena luz del día. Imposible, lo amonestaron ellos. Todos tenían el recuerdo de haber vuelto de noche. Sólo el encontrar sus rostros más jóvenes en las fotos que les mostraron les hizo dar cuenta que la oscuridad venía con ellos.
Beatriz Vignoli dice que no por ser elegante y terso el libro elude la responsabilidad política del testimonio y la denuncia, hablando en nombre de los que ya no pueden; y tiene razón.
Gustavo ha seguido escribiendo y publicando libros de poemas como el bellísimo “Lucía sin luz” o el más reciente “Todos podemos ser Raymond Carver” pero nunca ha cerrado las puertas a Soldados. Siempre ha sentido un compromiso con las palabras allí vertidas, nunca se niega a volver a leerlos. Es más, llegó a pensar en aumentar el tamaño de este libro, en la búsqueda de seguir trazando un lazo con esos jóvenes de ayer, pero llegó a la certeza de que así estaba bien, de que la forma que tenía era la correcta.
Cada dos de abril, las fotos, recuerdos, datos de los combates, los nombres de barcos, aviones regresan salidos de los arcones de los medios de comunicación. Sin embargo, una costumbre empezó a ponerle rostros a esos recuerdos, primero casi exclusivamente por poetas, pero hoy día son cada vez más los que comparten poemas del libro Soldados en las redes sociales; aparecen para hablar de aquellos que en cierto modo regresaron, pero algo, en alguna parte de las islas, se quedaron con los que no.
Esta nota es sólo una excusa para sumarse a ese ritual, para formar parte de ese juego.
TRINCHERA
Comenzamos cavando como si
fuera nuestra propia tumba
Pero cuando el cielo escupía fuego
nos dábamos cuenta
que era un buen hogar
después de todo
Cuando cayó el soldado Vojkovic
dejó de vivir el papá de Vojkovic
y la mamá de Vojkovic y la hermana
También la novia que tejía
y destejía desolaciones de lana
y los hijos que nunca
llegaron a tener
Los tíos los abuelos los primos
los primos segundos
y el cuñado y los sobrinos
a los que Vojkovic regalaba chocolates
y algunos vecinos y unos pocos
amigos de Vojkovic y Colita el perro
y un compañero de la primaria
que Vojkovic tenía medio olvidado
y hasta el almacenero
a quien Vojkovic
le compraba la yerba
cuando estaba de guardia
Cuando cayó el soldado Vojkovic
cayeron todas las hojas de la cuadra
todos los gorriones todas las persianas
GURKAS
Mercenarios de perfil bajo
(los únicos que los vieron
ya no están)
Cuchillos fantasmales
cortando los sueños
¿Pero acaso nosotros
no veníamos del país de
las picanas sobre panzas
embarazadas?
¿Quién le tenía que tener
miedo a quién?
Ese día el soldado Aguilera traía el sol
Como un ciprés harapiento
bajo la rama verde de su brazo
el soldado Aguilera traía el sol
No venía con la mirada caída de otros días no
Se recortaba triunfante en la colina
apretando al sol-rehén bajo su axila
contagiado por la luz
Se acercaba como el amanecer
agigantándose a cada paso
Ya entre nosotros lo sujetó contra el suelo
clavó su bayoneta en el ojo dorado
y rápidamente nos llenamos manos
y bocas con esa carne de cíclope
que sabía a dulce de batata
MAOL-MHIN
Era terriblemente bello
mirar en pleno bombardeo
la suavidad con que caían
los copos de la nieve
UNA RECETA PARA EL GATO DUMAS
Primero: robarse un paquete de fideos
del cuartel “Moody Brook”
Segundo: ponerlos a hervir en el casco
con agua de una charca cercana
El secreto es el condimento
(la pintura va saltándose del acero
a medida que se recalienta)
Tercero: servir en marmita
preferentemente abollada y tiznada
Cuarto: sentado sobre una piedra
comer lentamente como si fuese
el último bocado que se vaya a saborear
BOMBARDEO
Caían los barriletes
regresaban todos juntos
envueltos en llamas
con sus colas de trapo
de sábanas del cielo
desde donde alguna vez
abrazados a un oso
nos besaron la frente
y susurraron al oído
buenas noches
hijo
que descanses
Caía la noche vidrio roto
desde una muy alta claraboya
y caía el sol de mayo
entre la sangrienta melena
de ese roble
también la lombriz
en el territorio de aquel bagre
y la espera en vano
el vano regreso
la tarde colgando del anzuelo
y entre las manos un tazón
con leche hirviendo y miel
sobre una tostada casi negra
y ese tufo entre las uñas
a lata a tierra a humo
a pez ausente
y aparecían de pronto
los perros de la infancia
para echarse al lado nuestro
y nos olían el miedo y nos lamían
y luego por fin el silencio
al fin el silencio poder dormir
dormir un poco o para siempre
(Buenas noches
compañeros
buenas noches)
ÚLTIMA CARTA
Sobre la plancheta de reglaje
del mortero escribe
“Aquí no hay álamos”
Ha visto a la muerte
comiéndole el brazo
al soldado Santos
Ha visto la cara desnuda
de aquel que fue Juárez
alguna vez
y ahora escribe
“querido Pablo”
Su garganta exhala
fantasmas de niebla
alaridos de la vela
que lo alumbra
(ángel de cera
ala tuerta que crece
que pinta sombras
en la piedra)
y el soldado Raninqueo
escribe
inocencias de otros fuegos
ternuras ya perdidas
habla de tía-abuela
de una cajita de música
“no entregar Carhué al huinca”
escribe
Afuera el vivac es una toldería arrasada
Se cava un pozo para seguir con vida
Se cava otro pozo
para el que no le sirvió de nada cavar
CANTATA
Pasa la esquirla
y al soldado Martínez
le salen puentes
amarillos de la media oreja
y abajo la sangre
corre turbulenta
y Spinetta rema
sobre su guitarra
y gira el paisaje
como un cuadro de Van Gogh
Es por eso que hoy
cuando alguien le habla
adopta una postura
de figura egipcia
como si el silencio
de aquel hospital
le perdurara
(Pero yo sé bien que
cuando Martínez está solo
ese oído se le abre
como una ventana
y es cuando vuelve
a escuchar el silbido
y luego el trueno y luego
como un viento las voces
de los muertos que le cantan)
POEMA ORNITOLÓGICO
Casi todas las aves se habían ido
(Eran sabias las aves o casi todas)
No como esas gaviotas que flotaban
enrojeciendo la bahía
No como aquel Pucará que caía en picada
ennegreciendo la mañana
No sé por qué diablos
estoy escribiendo
con esta sangre tan ajena
y tan estrepitosamente mía
EN EL PALOMAR
Querían que comiéramos
de las miguitas del olvido
Pero no quedan palomas
después de una guerra
Pichones de cóndor desgarrando
las tripas de la verdad
EL ÚLTIMO ENEMIGO
Jorge se despertaba
entre la tempestad del fuego
con esa tos de cañoneo
que no se le iba nunca
y antes del desayuno
se afeitaba en un pedazo
de espejo que latía
Esa mañana besó
a sus hijos a su mujer
besó como el sueño
profundo y suave
besó de una manera
imperdonable y dulce
Más tarde en el baño de un bar
sacó un revólver y disparó
justo en el lugar donde
se apostaba la tristeza
BRINDIS
Subía y bajaba colinas
hasta llegar al soldado Sañisky
Le daba un abrazo
le ponía entre las manos
mi paquete de Marlboro
esto es tuyo -le decía-
es todo lo que tengo
y nos dedicábamos a echar humo
igual que aquellos agujeros
que de pronto aparecían
en la turba como un
acné irremediable
Hoy cuando nos juntamos
en algún cumpleaños
y enciendo un cigarrillo
sentimos que estamos allá de nuevo
Entonces mi amigo
–que ya no fuma-
Me pone en la mano
una copa de vino
y miramos cómo corren
nuestros hijos
cómo hablan nuestras mujeres
Y porque aún nos perdura
la tristeza es que estamos felices
y porque sabemos que de alguna
manera no nos han vencido
es que brindamos
DESPUÉS DEL HORROR
Lo hemos aprendido
Nosotros los sobremurientes
sabemos muy bien que tras el silencio
viene otro silencio atronador
Siempre será así