Sebastián Basualdo: “No hay que acordarse de los conscriptos sólo el 2 de abril”
Por Juan Borges / Fotografía Santiago Dante
El escritor y periodista Sebastián Basualdo publicó su primer libro de cuentos, La mujer que me llora por dentro, a los veintitrés años, logrando una significativa repercusión entre autores consagrados. Su novela Cuando te vi caer fue finalista del premio Emecé-Planeta y declarada de Interés Cultural por la Comisión de Cultura de la Nación Argentina debido al tratamiento que plantea sobre los ex combatientes en la Guerra de Malvinas. En el marco del 40° aniversario del conflicto bélico en el Atlántico Sur, AGENCIA PACO URONDO conversó con Basualdo quien se refirió a la cuarta reedición publicada por Hojas del Sur.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo surge la motivación de escribir Cuando te vi caer?
Sebastián Basualdo: Creo que la motivación primera tiene que ver con un querer entender. Yo escribo para entenderme, algo así como una forma de conocimiento de uno mismo. Alrededor de los veinte años, sabiendo ya que debía hacer todo lo que hay debajo del sol para sobrevivir, decidí yo también entablar una lucha secreta con la vida y la literatura. Quiero decir que los temas que abordo en Cuando te vi caer estuvieron en mí desde siempre por razones vivenciales. Más o menos por esos años, tuve la fortuna de conocer a Abelardo Castillo, asistir a su taller, y por qué negar que hubo una motivación ahí también. Demostrarme algo a mí y al mismo tiempo buscar la aprobación de ese hombre magistral que me salvó la vida. tal vez siempre está la misma motivacion: uno escribe para que lo quieran.
APU: ¿Por qué el tema Malvinas tiene presencia en la novela?
S.B.: Hace un momento te mencionaba que los temas de Cuando te vi caer son vivenciales, y estuve a punto de decirte autobiográficos. No sé si es tan así. En cierta clase de literatura ocurre lo mismo que en la vida en general si nos centramos en el valor que se le asigna a la memoria. Vos vivís algo, pasa el tiempo y lo recordás. Sin dejar de lado los mecanismos arbitrarios de la memoria, hay una distancia entre lo vivido y lo recordado, ¿no es cierto? Y después se impone otra distancia al escribir sobre esos mismos hechos. ¿Cuánto se perdió en el primer trayecto? ¿Y en el segundo? La literatura habita en esos espacios y entonces nace la ficción. Ahora bien, yo me crie en un barrio como Villa del Parque, si bien todos mis amigos eran de La Paternal, en una familia de clase media laburadora, mi padrastro había estado en Malvinas y yo lo admiraba terriblemente, quería que me quisiera. Tanto necesitaba que me quisiera que un día me rateo del colegio y me inscribo en la Escuela de Mecánica de la Armada. Llegué a mi casa obligando a mi madre para que me permita anotarme, quería ser marinero, viajar por el mundo. ¿Quería eso? Tenía catorce años, ahora hay que tener en cuenta las fantasías de un adolescente. De manera secreta lo que yo quería era otra cosa. Recuperar las Malvinas yo solo para mi padrastro. ¿Cómo se escribe esto? ¿Desde qué perspectiva?
APU: ¿Utilizar la focalización desde la figura de Lautaro tiene alguna intención específica?
S.B.: Bueno, justamente. La literatura, como diría Pavese, te permite vivir dos veces. Porque también se escribe para reparar o saldar deudas. Lautaro es el narrador de la novela y yo intenté acercarme lo máximo posible a la manera en la que veía el mundo a esa edad, y el modo en que lo sentía también. En la adolescencia todo parece trágico y final. A veces te salvan los amigos y amigas, un amor, la música, la literatura, el cine, un deporte, rara vez el colegio. Y a veces no alcanza nada. Estás solo, querés crecer. Conseguir un trabajo e irte de tu casa. Sentís que nadie te entiende realmente. Podría seguir, claro. Esas son las razones por las que narré focalizando en Lautaro Nogán, que al momento de contar su verdad ya no es adolescente sino un hombre joven intentando recuperar los restos de lo que fue, en el más cabal y nada metafórico sentido de ser en pretérito, vale decir una idea que se hizo de sí mismo para intentar justificarse. También a los demás. Siempre buscamos motivos para justificar a los que queremos, diría Castillo.
APU: Francisco simboliza a un combatiente heroico devenido en padre, en cambio la madre contiene características negativas. ¿Se busca instalar alguna lectura social?
S.B.: Sí, por supuesto. Por un lado, las características negativas que vos le pudiste ver a la madre tiene una relación directa con la época en la que está enmarcada la novela, que son los años 90, con todo lo que significa social e ideológicamente comparándolo con el hoy. Todo eso fue deliberado en la escritura. La novela comienza con una escena que, a mi criterio, define muchas cosas. Lautaro descubre por casualidad a su madre subiéndose a un auto, es decir el auto de su amante. Lautaro tiene 14 años, no nos olvidemos de eso porque es importante en relación a lo que va a suceder después. Ve subir a su madre al auto de su amante, algo sucede con un policía y se juntan un par de curiosos. Lautaro está escondido, la madre no puede verlo, pero él puede ver toda la situación. Esto no es lo importante. Ocurre que, en un determinado momento, unos hombres hacen un comentario y Lautaro lo escucha. Escucha lo que lo que dicen de su madre, y ahí se crea un concepto de ella. La mirada de los otros. ¿El infierno son los demás, escribió Sartre? Prejuicios, juicios de valor, discursos dominantes de índole machista. Y su naturalización. Lautaro juzga a su madre a partir de una mirada exterior, ajena, fría, pero no objetiva. Habla una época, un modo de pensar los vínculos. Y forzarlos. Francisco no es su padre, es su padrastro, es su héroe porque también la madre habilitó la función paterna. En la fantasía de terror que se instala en la mente de Lautaro es que Francisco se entere, la descubra y la mate. Crimen pasional hubieran escrito los diarios en ese momento. Nadie hubiera hablado de femicidio. Es tristemente maravilloso como una palabra pone en su lugar las cosas. Nunca existió el crimen pasional siempre fue femicidio, pero en ese momento no era tan fácil pensarlo así porque estaban naturalizados otros tipos de discursos.
APU: ¿Al cumplirse 40 años de aquel conflicto bélico de las Malvinas cuál es tu mirada y balance?
S.B.: Pienso que hay que seguir insistiendo por la vía diplomática la negociación bilateral con el Reino Unido para recuperar nuestra soberanía de las Malvinas. Pienso que nunca debe caer en el olvido nada de lo que sucedió con Malvinas, ni antes del conflicto ni durante ni ahora. Los verdaderos héroes son los conscriptos. No hay que acordarse de ellos solamente cada vez que se acerca un 2 de abril.
APU: ¿Cómo fue tu inicio en la escritura literaria?
S.B.: Mis primeras publicaciones fueron en la Revista Proa, la dirigía Roberto Alifano y el jefe de redacción era Dino Rivadavia. En esa revista publiqué cuentos que luego integraron mi primer libro que fue La mujer que me llora por dentro, título que pretendía hacer referencia a un verso de Borges, “Me duele una mujer en todo el cuerpo". Un día Dino me dijo algo que no me voy a olvidar nunca. “Yo no sé si vas a ser escritor, pero tu destino es literario”. Tardé muchos años en entender lo que dijo, tuve que leerlo en Abelardo Castillo para entenderlo. “La literatura no es una profesión ni un oficio. Es un destino”. Algo así. Me sigue gustando mucho esa idea y la tuve muy en cuenta al formar mi propia familia de hermanas y hermanos espirituales, me refiero a mis lecturas, las influencias. Abelardo Castillo sin duda es el más importante para mí. Hay que leer Crónica de un iniciado para entender cabalmente lo que ese hombre significa dentro la literatura latinoamericana.
APU: ¿Cómo ves el panorama actual en nuestro país y qué escritores actuales te gustan?
S.B.: Gracias a mi profesión de periodista cultural que ya lleva 20 años, los mismos que hace que llevo trabajando en Página/12, he leído a gente que escribe y a escritoras y escritores. Nombrar algunas y algunos que actualmente me gustan sería ser injusto con los que seguramente ahora mismo no recordaré. Como sucede en toda actividad, hay de todo. Yo no soy crítico literario, soy apenas un lector privilegiado, si querés, que intenta hacer bien su trabajo. Siempre se puede rescatar algo bueno de un libro malo, incluso de uno muy malo. Ahora, en lo personal, en mi propia festividad de lectura, prefiero leer destinos de vidas atravesados por la literatura, no me interesa la sofisticación en las tramas, por ejemplo. Para eso veo una serie en Netflix que será insuperable porque detrás hay un equipo de guionistas. No recuerdo qué escritor dijo una vez: “Si no sos Proust no me cuentes tus meriendas”. Bueno, yo del circo literario aprendí ya dos cosas: ya no hay casi animales y sobran los malabaristas.