Tomás Abraham y sus mentiras de patas cortas
Por Juan Ciucci
En estos tiempos de televisión debatida, el canal América ha logrado ganar en repercusión merced a invitar personalidades públicas de casi todos los sectores sociales y políticos, a entreverarse en la dinámica de la pantalla chica. Intratables es el devaluado ágora de este 2015.
El otro caso paradigmático es el “entrevistador estrella” Alejandro Fantino, que alejado un poco de las refritadas cátedras del Coco Sily, se sienta mano a mano con diversidad de invitados. Esta semana le tocó a Tomás Abraham, que ya parece un experto en ese juego sutil de hacer televisivo su pensamiento.
Construyendo (una vez más) su personaje de espíritu libre, en la misma noche que reconoció que trabajó con Binner, quien le “ponía el oído y hacía lo que quería” pero al que “yo le servía porque hacía quilombo, él necesita en un momento quilombo”; lanzó furibundas críticas a quienes participan de la gestión estatal. “Yo no les creo lo que ellos creen, yo creo que ellos se acomodaron”, dijo, con su practicado tono cuasi sarcástico. “No es lo mismo ser un cruzado (…) que un acomodado en la Biblioteca Nacional, en la Feria de Libro, en la Secretaría de Cultura, eso tiene que terminar”.
Pero para ahondar en su andar errante, indicó que “a mí no me invitan más, porque todo el mundo es una cosa y yo soy otra. En mi ámbito, me dicen ¿vos sos trosko o sos kirchnerista?, no hay otra. Hace 15 años que no doy una conferencia en una facultad”. Le preguntó a Fantino (que esa noche se permitió dudar de las capacidades intelectuales de “Forster y Jozami”, ya que estaba): “¿vos crees que Pagina 12 mencionó algún libro mío?”.
“Esto de las listas negras, de no invitar, tiene que terminar. Todos los gobiernos tienen su propia comparsa. A mí me pasó también con los radicales, pero no así”. No queremos dejar pasar que vuelva a utilizar el término “listas negras”, que tan malos recuerdos nos trae a los argentinos. Será que le falta creatividad para utilizar otra metáfora.
Y queremos aprovechar para indicar algunas de las invitaciones (y participaciones) que en estos años ha tenido, y que desmienten su “proscripción”. Por ejemplo, en agosto de 2014 la Biblioteca Nacional organizó las “Jornadas León Rozitchner. Contra la servidumbre voluntaria”, en las que participó de la mesa “La filosofía argentina en cuestión” con la ponencia “León Rozitchner, judío y argentino”. Quizás se haya olvidado, tras tanto tiempo transcurrido… Quizás por eso tampoco recuerda el diálogo abierto con Horacio González a partir de “Foucault en Argentina. La recepción de su obra en nuestro país”, en junio del mismo año, en el mismo lugar. Espacio que lo invitó a escribir en La Biblioteca, en el número 2/3 “¿Existe la filosofía argentina?”. O su libro de 2009 “Introducción a la filosofía de Richard Rorty”, que coeditó la Biblioteca Nacional.
Llama la atención, por no decir molesta bastante, su verborragia contra los “acomodados” de la Biblioteca, que lo censuran. Se ha dicho mucho de los intelectuales que se han acercado al kirchnerismo. Poco, en cambio, de aquellos que se han enojado con este movimiento popular, y que en ese enojo han sucumbido a estas diatribas de tribuna. Podemos pensar en el caso de Svampa días atrás, o las varias veces de Sarlo en la Tv. Intelectuales que podrían haber aportado un signo crítico de interés en estos años, fundamental para poder pensar los avances y retrocesos que todo proceso político tiene. Y que sin embargo sucumbieron a la tentación de prenderse gustosos al relato de “la grieta”.