Juicio "Contraofensiva Montonera II": el derecho a la resistencia
Por Paula Viafora
En el marco del juicio de Lesa Humanidad conocido como “Contraofensiva 2” (nombre que recibe el tramo que abarca desde comienzos de 1980 en adelante), el abogado querellante Pablo Llonto analizó casos de argentinos secuestrados y desaparecidos en Perú.
“En los años 70 Noemí Esther Gianetti de Molfino era una ama de casa dedicada a sus hijos. Había quedado viuda a los 36 años”, así comenzó Llonto su alegato al narrar esa singular historia de una madre, que a diferencia de las madres de otros militantes, quienes incansablemente los buscaron una vez secuestrados o desaparecidos, se exilió junto a ellos y se unió a Montoneros como miembro de la organización.
Los hijos más grandes de Noemi, militaban en diversas agrupaciones: Alejandra Molfino, estudiante de Ingeniería en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) y militante en el sindicato docente. Fue detenida en mayo de 1976 y llevada a la cárcel de Devoto, donde estuvo un año hasta que le dieron la opción de salir del país. Su hermano Miguel Angel fue militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), periodista y escritor. Fue secuestrado en Buenos Aires el 23 de mayo de 1979 y alojado en la comisaría 3. De allí fue al Centro Clandestino de Detención (CCD) “Coordinación Federal”. Fue liberado en 1983. Marcela Esther Molfino, estudiante del Profesorado de Letras en la UNNE, militante del Peronismo de Base y luego de la Juventud Peronista (JP), incorporada a la organización Montoneros. Permanece desaparecida.
Cuando Aejandra aceptó exiliarse a Francia a mediados de 1977, su madre siguió sus pasos hacia ese país en compañía de su hijo menor, Gustavo, entonces de 16 años. Se instalaron en París y se involucraron en las denuncias internacionales contra la dictadura argentina, denunciando también las prisiones y secuestros de sus hijos; participó en la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y colaboró con el Movimiento Peronista Montonero (MPM).
En 1980, se celebró una reunión importante de Montoneros en Perú. Para eso, Gustavo (también ingresado a Montoneros) había viajado previamente con la misión de alquilar 2 viviendas en el barrio Miraflores, de Lima, para quienes llegarán desde distintos lugares a participar del encuentro. En la misma casa se hospedaban junto a Noemi y Gustavo, María Inés Raverta, Roberto Perdia y su esposa. El 12 de junio de 1980 “Mima” (el apodo de Noemi en Montoneros) se encuentraba sola en la casa. Había una sospecha de que algo podía estar ocurriendo porque Raverta no había regresado de una cita a la tarde. Aunque decidieron no “levantar” (según las regulaciones internas de Montoneros ésto debía hacerse 2 horas después de la falta de noticias de un compañero) porque suponían que no estaría el ejército argentino buscándolos allí. Pero estaban equivocados. Galtieri, entonces al mando de la Junta militar, había solicitado permiso a Perú para actuar y detener a 15 miembros. Se lo dieron con la consigna de que sea una operación “rápida y limpia”. Gustavo se quedó de guardia en las inmediaciones y hacia las 22 horas descubrió gente armada en la cuadra. Camino hasta un teléfono y le comunicó la noticia a su madre. Ella sin dudar le respondió: “Salvate vos que tenés toda la vida por delante”. Esa fue la última conversación que tuvo con ella; esa frase fue “lo que me llevó toda la vida a luchar por la justicia hasta el día de hoy”.
Mima fue llevada a Bolivia y luego al CCD Campo de Mayo, hasta que el 18 de julio de ese año fue trasladada a un hotel de Madrid, España, donde fue asesinada.
Gracias a una conferencia de prensa, sumado a las denuncias contra el gobierno argentino que habían sido hechas por ella previamente, se arma una campaña en Latinoamérica para pedir su libertad. Esto trajo problemas entre los gobiernos de Argentina y Perú, que estaba retornando a la democracia. Los familiares comprendieron más tarde, cuando descubrieron que el nieto recuperado numero 98 era hijo de Marcela, nacido durante su cautiverio en Campo de Mayo, que al reunirse Noemi con su hija en ese centro clandestino, supo la noticia de su embarazo, y por eso no hizo ninguna intento de denuncia de su situación de detenida durante al viaje a Madrid en avión de línea, ni en su llegada al aeropuerto.
En relación con la causa, Llonto realzó el “derecho a resistencia”. “Desde la querella hemos tomado la decisión de plantear la figura del derecho a la resistencia, una práctica vigente en nuestra vida cotidiana, en particular en nuestro continente. Está contemplado en la Constitución Nacional y en la Declaración Universal de Derechos Humanos en su prólogo, sin embargo como todo derecho se presta a distintas interpretaciones. Hablar del derecho a la resistencia es hablar de algo muy antiguo, que se ejerce hace siglos, pero que se ha preferido no abordar a fondo porque está abrazado a la cuestión de la violencia (......) Hoy se habla poco del derecho a la resistencia y cuando se lo hace, se lo hace en relación al pasado, porque hay un plan, una decisión. Tenemos que perder los temores para hablar en presente y mucho más en el futuro. Las Madres nos han dado un ejemplo con sus Marchas de la Resistencia”.
Entre esas madres está Noemi; ella hizo lo que hubiera hecho cualquier madre .Su resistencia le salvó la vida a Gustavo y permitió que Guillermo, su nieto, hijo de Marcela, recupere su familia biológica años más tarde (2010). Aunque no la haya conocido, sabe que que en ese reencuentro mucho tuvo que ver su valiente abuela. Otra historia que demuestra que aun el odio más profundo y repudiable se vence con amor. Independientemente del resultado del juicio hay algo seguro que nada ni nadie podrá cambiar: ya triunfó la vida.