Octubre: un mes de lucha y reflexión
Por Abuelas de Plaza de Mayo / Foto: Daniela Morán
Las Abuelas de Plaza de Mayo cumpliremos pronto 42 años de lucha. Durante este extenso camino de búsquedas –de nuestros nietos y nietas, de justicia, de verdad– y ejercicio permanente de la memoria, hemos construido colectivamente lo que hoy se conoce como Derecho a la Identidad. Fue en 1989, hace 30 años, que Naciones Unidas firmó la Convención por los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, incluyendo, por nuestro requerimiento, tres artículos destinados específicamente a la preservar este derecho.
Ya hacía tiempo que asistíamos a las sesiones del máximo organismo internacional para contar que la dictadura nos había arrebatado a nuestros hijos y que aún buscábamos a nuestros nietos y nietas. Como expresión de esta lucha se incorporaron los denominados “artículos argentinos”. En 1994, con la reforma constitucional en Argentina, este tratado fue incorporado a la legislación nacional; y en 2004 el Congreso de la Nación sancionó una Ley en la que declaró el 22 de octubre como Día Nacional Del Derecho a la Identidad.
Nuestra búsqueda amorosa ha sido acompañada siempre por la docencia y la sensibilización social. Las Abuelas visitamos escuelas desde nuestros inicios y las que aún podemos lo seguimos haciendo. Recorremos las instituciones –de todos los niveles educativos– para que el Derecho a la Identidad sea conocido y ejercido por todos y todas. A lo largo de estos 42 años hemos producido un sinnúmero de materiales escritos, radiales, audiovisuales, gráficos, didácticos, artísticos para promoverlo.
Por eso, invitamos a todes a que en octubre, Mes por el Derecho a la Identidad, se hagan un espacio y un tiempo para reflexionar al respecto. En familia, en el aula, en el club, en el centro comunitario, donde sea, lo importante es entender los alcances e implicancias de este derecho. En nuestra página web pueden encontrar todo tipo de materiales que sirven como disparadores o también para trabajar a fondo la temática. El valor de saber la verdad no es importante sólo para nuestros nietos apropiados o sus hijos –que mientras sus padres no recuperen su identidad verán vulnerada la suya–, sino para cada ciudadana y ciudadano de este mundo.