¿Armas para el pueblo? Evita y las milicias obreras
Por Pablo Adrián Vázquez*
Tras el intento de golpe del general Menéndez, Evita y la CGT intentaron armar milicias obreras. Comúnmente se acepta la versión de la formación de milicias obreras de autodefensa y la compra de armas a Holanda vía el Príncipe Bernardo que había visitado a Perón ese año.
En el primer caso Felipe Pigna, en su libro Evita. Jirones de mi vida refiere el testimonio de la escritora Vera Pichel, quien en su obra Evita íntima refirió que “en el diario La Prensa, controlada por aquel entonces por la central obrera, se creó una comisión de milicias obreras, entre cuyos integrantes figuraba quien esto escribe… Esto llegó a conocimiento de Perón que no ocultó su descontento…Esa armas llegaron al país, pero el mismo Perón ordenó, después de su muerte (la de Evita), que se archivaran en el Arsenal Esteban de Luca y se destinaran más tarde para reequipar a la Gendarmería Nacional”.
Esta versión más o menos se repitió, entre propios y extraños, durante décadas confiando en el testimonio de los participantes. Agregó Felipe Pigna, como dato casi desconocido, que “las milicias también se formaron en el Chaco, impulsadas por su gobernador Felipe Gallardo… con más de mil hombres y mujeres que entrenaron en la Isla del Cerrillo y esperaron en septiembre de 1955 una orden de Perón que nunca llegó… Gallardo pagó muy cara la osadía y fue encarcelado por varios años”.
En el segundo caso la compra a Holanda de las armas parece más improbable, pues se arguye que fue a través de la Fundación Eva Perón. Ello hubiese significado el desconocimiento previo de Perón y de las fuerzas Armadas, a la vez de pensar que se entablaron negociaciones directas con el citado Príncipe Bernardo a espaldas del presidente argentino. Y que éste enterado de tal transacción le dio la orden al ministro Ramón Cereijo, según lo refiere Vera Pichel, de desviar el envío a las fuerzas de seguridad nacionales y no a la CGT, siendo que el propio Cereijo fue el contador de la Fundación Eva Perón y el daba fe de las actividades llevadas adelante por la institución. Y que viendo su Balance de 1952 no aparece ninguna mención a transacción alguna en el extranjero, aunque sería ingenuo pensar que figurase una actividad de compra de armas en dicho documento.
El propio líder justicialista, aun refiriendo su descontento sobre la actitud del citado Bernardo en el exilio de éste, en el libro Yo, Juan Domingo Perón. Relato autobiográfico, de Torcuato Luca de Tena, Luis Calvo y Esteban Peicovich, en sus años últimos años en Madrid, jamás refirió la cuestión de la citada compra de armamento.
En el texto antiperonista La mujer del látigo: Eva Perón, de Mary Main, publicada en Estados Unidos a fines de 1952 y en nuestro país en diciembre de 1955, se menciona que “El Ciudadano, periódico clandestino de los radicales, afirmaba que la CGT había organizado tropas de choque en pronta respuesta a la transmisión de Espejo (secretario general de la central obrera), reproduciendo asimismo los contratos firmados con una fábrica de armas de la entrega de cinco mil automáticas y dos mil carabinas a la Fundación Eva Perón”.
Más en detalle se expresó el escritor antiperonista Armando Alonso Piñeiro en su líbelo de fines de 1955 La Dictadura Peronista. Allí cita unos supuestos documentos donde hizo constar que, en nota al Administrador de la Fundación Eva Perón del 21 de diciembre de 1951, se ofrecer a la venta “5.000 pistolas automáticas, patente “Ballester Molina” calibre 45 (11,25 mm.) fabricadas por H.A.F.D.A.S.A (Hispano Argentina Fábrica de Automotores SA), provistas cada una con su correspondiente cargador y dos más de repuesto, al precio unitario de m$n 800. Total: m$n 4.000.000… retirada la mercadería en nuestro local, calle Campichuelo 250, Buenos Aires”. En otra nota de igual fecha dicha empresa ofrece la cotización de “2.000 carabinas de carga y tiro automático (Tipo ametrallador y/o uno a uno), tipo C4, patente Ballester Molina, calibre 9 mm. Precio unitario: $2.000. Total: $4.000.000”.
En ambos casos detallaron la entrega escalonadas por fechas del material bélico hasta diciembre de 1952. También aporta otra supuesta nota, de igual fecha, donde la citada empresa estableció que “… con referencia a las órdenes número… (sin detalle en el original), que se han servido remitirnos y con respecto a las cuales, en prueba de agradecimiento por sentirnos honrados con estos pedidos… nos es grato ofrecerles una bonificación extraordinaria de $400.000, que haremos efectiva al término del contrato… Firmado: Carlos F. Stehlin, Vicepresidente; Carlos Ballester Molina (h) Director”. Cierra: “Detalle del contrato. Autorizaciones especiales: La gestión del permiso correspondiente, para la entrega de las armas referidas estará a cargo de la Fundación Eva Perón”, con las firmas de Stehlin y Ballester Molina, y que “el 1° de febrero de 1952 la benemérita Fundación Eva Perón recibió este inocente cargamento de armas”.
Verdad o ficción, lo cierto que es raro pensar que las Fuerzas Armadas argentinas, quienes también compraban el material bélico de la citada empresa, no hayan advertido esta operación al propio Perón antes de concretarse. Aunque es cierto que es más verosímil la compra local que una operación internacional con la nobleza holandesa.
Dato pasado por alto durante años, sea para citarlo o refutarlo, y que dispara más preguntas que certezas: ¿Fue por orden de Evita? ¿Por qué la compra por la Fundación ya que el contador era el propio ministro Ramón Cereijo y él lo informaría inmediatamente al Presidente? ¿No previeron que el Ejército se enteraría?
En 1952 la suerte estaba echada, pero Evita aún dio batalla en el discurso del 1º de mayo donde llamó a defender a la Revolución y a su Líder. Siendo las 20.25 hrs. del 26 de julio de 1952 dio su último suspiro.
* Politólogo; Docente UCES; Miembro de los Institutos Nacionales Eva Perón y Juan Manuel de Rosas.