Dólar ahorro o cómo pensar una salida a la crisis habitacional
Por Enrique M. Martínez | Instituto para la Producción Popular
El capitalismo funciona de una manera contradictoria.
Para que el mercado funcione estimula nuestra necesidad de consumir y de tener.
A la vez, muchos interesados en hacer negocio con esas necesidades se vuelcan sobre nosotros y tratan de aprovecharse de nuestro consumo, generando así intermediaciones, bloqueos, la necesidad de recorrer caminos tortuosos para llegar a atender cada necesidad, lo cual podría ser más simple en casi cualquier caso.
Cada bien o servicio al cual accedemos, sea una golosina o un automóvil, tiene entre quien lo produjo y nosotros una cadena de pasos, algunos imprescindibles, pero otros que generan una ganancia para alguien, sin agregar valor a lo que compramos, solo precio.
Ese fenómeno lo llamamos especulación. Es especular con nuestra necesidad, para ganar dinero.
Muchos gobiernos intentan resolver ese problema con regulaciones y controles, hasta con recomendaciones éticas. La historia muestra que hay una sola manera efectiva de hacerlo: generar los cambios de escenario que impidan que la especulación pueda existir.
Con mucha frecuencia – en realidad en casi todos los casos – eso implica algunos cambios en el funcionamiento de un gobierno, pero cambios mucho más importantes en la conducta de las personas que quieren evitarse el perjuicio provocado por el especulador.
Lo ejemplifiqué en un comentario en las redes sociales que más o menos decía: “Si alguien ahorra 200 usd/mes, al cabo de un año tiene 2400 usd y puede comprarse una moto. Si en cambio, 100 personas ponen cada una esa suma en un fondo común, al cabo de un año tienen 240.000 usd, con los cuales pueden comprar tierra y urbanizarla para que todos tengan su lote propio para vivienda.”
No es un juego matemático o una adivinanza o magia. Es muy simple. Cien personas juntas, pueden generar un patrimonio que pase por encima de la especulación y con alguna capacidad de organización pueden diseñar una urbanización para sus viviendas, lo cual de ninguna manera podrían hacer en forma aislada.
¿Por qué? Porque la tierra ya urbanizada está sometida a una fuerte lógica especulativa en la sociedad capitalista. No se gasta, no se oxida, solo se encarece con el paso del tiempo, por la presión demográfica que aumenta la demanda sobre una oferta fija. Y los rentistas lo saben.
¿Cuál es la condición básica para superarla? La ayuda mutua. Ese concepto tan antiguo como la civilización, que el poder económico denigra, distorsiona y finalmente intenta reemplazar por la idea de la meritocracia, que en esencia sostiene que no hay solución para todos. Que el único modo es pechar para dejar a alguien afuera. Es ayúdate a ti mismo y solo a ti. No basta con despreciar esta idea. Hay que reemplazarla por la que es correcta.
Si la posibilidad de ahorro es menor a la arriba mencionada, sería cuestión de ampliar los plazos. Para la mitad de ahorro mensual, el doble de plazo para construir el patrimonio base.
O también: ampliar el número de personas y comprar más tierra, porque los costos de urbanización por lote bajan cuando se agranda el barrio.
No son los números fríos lo que importa. Es el concepto: la ayuda mutua permite eliminar intermediarios y especulaciones en toda actividad humana. Desde comprar alimentos en conjunto, a organizar una función teatral a sala llena o iniciar el camino de la vivienda propia.
La estructura funcional está reglamentada: es la Mutual, con legislación de hace décadas, a la cual hay que perderle el miedo de intentarla, que en realidad es perder el miedo a imaginar proyectos sociales comunes con centenares de personas a la vez. Bastará recorrer la hoja web de INAES, www.inaes.gob.ar para entender que es posible. Y necesario.