La Batalla pifiada, por Agustín Prieto
Por Agustín Prieto
«Los fríos, los indiferentes, no deben servir al pueblo. (…) Para servir al pueblo hay que estar dispuestos a todo… (Eva Perón. Mi mensaje, 1952)
El artículo «El arte de fumar bajo el agua», publicado recientemente por La Batalla Cultural, está lleno de alegatos que creemos reprobables. Según la nota, el kirchnerismo debe tener otra estrategia ante el panorama que abre la candidatura F/F. Irreprochable. Pero derrapa al enjuiciar la conducta inadecuada de la militancia.
Leemos que en la Feria del Libro «Cristina le dijo a la militancia (…) que bajara un poco el fanatismo alrededor de su figura para no piantar votos…». «Sutilmente», analiza el artículo, que para nuestra ventura, como quien aparece anunciando que inventó el billete de cuatro pesos, interpreta las palabras de Cristina. Y conjetura también que «…gran parte de la militancia no entendió» aquello de «incorregibles». Pero por suerte nunca falta quien entiende y nos aclara las cosas.E
Admitamos que hay actitudes perjudiciales. Es cierto que somos bochincheros, apasionados, desordenados y otros calificativos que corresponden a tal conducta, pero tildarnos de «fanáticos» es una verdadera grosería.
La nota aboga por la moderación, que es bienvenida para equilibrar con los acalorados, que los hay y que son la ineludible síntesis. Pero ni hablar de la sobredosis de moderación que propone el artículo: «…un candidato con aspecto moderado, hablando con un discurso moderado (…) rodeado por gran cantidad de gente moderada». Vean lo que un maestro opina en prosa a propósito de la moderación.
En el mundo de la realpolitik el pragmatismo supera a la pasión. Por esto y en respeto de principios éticos, todo descomedimiento, todo exabrupto siempre merece la inmediata reconvención de Cristina, quien en los actos frena las consignas pasadas de rosca.
Y con esa intervención es suficiente, sin necesidad de editoriales de civismo.
Piénsese ahora en el accionar de la otra militancia, si así puede llamarse. Ahí sí hay fanatismo de verdad: una pulsión integrista envenenada de discriminación, odio y violencia, con consignas soeces, leyendas vulgares, ofensas racistas y sexistas, de una crueldad de la que se enorgullecen. A ese sector sí le corresponde la poco feliz afirmación que también nos endilga el escrito: «fanatismo religioso de barrabrava enloquecido o de talibán». Esa oposición que no debate ni escucha ni ve ni quiere ver más que la línea que le baja Clarín y sus medios es capaz de lincharte.
No se puede comparar con esa militancia que más allá de los desbordes a veces inevitables jamás le desean la muerte a nadie. ¿De dónde sacaron entonces eso del «cuco del kirchnerismo jacobino que venía degollando a hacer la revolución sangrienta y total»? Y no se trata de dislates suponiendo la visión que un bando tiene del otro, porque la publicación lo dice varias veces, como una posición asumida.
Es injusto y humillante tratar a la militancia de barrabrava.
Si a la gente prudente no le gusta nuestro fervor, mala suerte; nos tratarán, igual que el editorial, de fanáticos. Y de todos modos los medios hegemónicos ya tienen «la foto del adolescente fanático trepado del alambrado» que invocan como un fantasma que provocaría la reprobación de la gente fina. ¿Pero creen realmente que esa mala conducta puede ser determinante en la intención de voto de alguna parcela electoral?
Debe entenderse que Cristina sabe comunicarse con su gente, y no necesita de sutilezas ni indirectas para transmitir nada. Esa delicada relación que se produce entre el líder y el pueblo no necesita consejos de gente juiciosa. Un hilo invisible guía esa comunicación mágica, como tan bien lo explicó Mario Wainfeld: «…esas ondas llegan porque la empatía y la pertenencia explican cuestiones que la física clásica no alcanza a percibir».
Claro, las elecciones se ganan con cifras, no con magia. Pero esos fanáticos se romperán cosechando votos, y aunque practiquen la corrección política que reclama «El arte de fumar bajo el agua», serán igualmente tratados de fanáticos.