Las comillas ocultas del debate político
Por Lautaro Manuel Diaz | Foto: Carlos Pérez
En estos últimos meses estuvimos presenciando un ambiente político no del todo fácil. Ante cualquier intento de debate, se le acusa a la oposición, acusación justificada, de no colaborar, y lo vemos en su posición de no querer ir a votar leyes, la incitación a violar la cuarentena, etc. Se acusa, en fin, de entorpecer la democracia. Sin embargo, la cuestión que quiero plantear y sobre la cual me gustaría reflexionemos es sobre como ambos frentes, el oficialismo y esta oposición, de formas diferentes, no aportan a que la discusión se de.
De revoluciones
La actitud de la oposición es de público conocimiento y no vale la pena que entremos más en detalle que lo ya referido, pero sí es necesario explicar por qué considero que el oficialismo, al menos la cara más publica que refiere a estos temas, incluyendo necesariamente a periodistas como Gustavo Silvestre, no parecen querer entender con quién debaten, es decir, no parecen entender a la oposición. Y considero como un gran ejemplo de esto el discurso del ex presidente mauricio Macri frente al rey Felipe VI de España. En él, Macri dijo, y cito textualmente y pueden revisarlo en cualquier plataforma de internet que reproduzca video o audio: "(los argentinos) claramente deberían tener angustia, querido rey, de tomar la decisión de separarse de España", cosa que se la ha tratado como de una ignorancia total, se lo ha cuestionado y también ha sido objeto de burla y hasta hoy lo es. Afirmamos, por supuesto, que lo que dijo el ex presidente es falso, sin embargo, hasta qué punto lo es? ¿Y que más nos dice su frase?
Para entender lo que fue la revolución y la independencia hay que, primero, ver quienes participaron de ese frente revolucionario, porque caracteriza a las revoluciones latinoamericanas una fuerte heterogeneidad, cada una proveniente de diferentes ámbitos y con reclamos distintos. La fuerza principal es, por supuesto, las grandes mayorías, explotadas por el sistema colonial feudal y esclavista, esto es, en su mayoría hombres y mujeres aborígenes, mestizos, esclavos africanos, que además sufrían (sufren) una enorme discriminación, y criollos muy empobrecidos. También podemos nombrar a los pocos artesanos y comerciantes locales, burguesía incipiente, que por la imposición monopólica de la metrópolis no podían fabricar nada que España pudiese venderle a América; a los intelectuales, influenciados por las ideas liberales europeas de turno, que veían en la reciente revolución francesa y la norteamericana el camino a seguir pero igual en su mayoría con un pensamiento más ligado a la originalidad local, y es ilustrativo sobre esto la amistad que algunos de ellos mantenían con los participantes asesinados de la rebelión de Tupac Amaru, último movimiento revolucionario liderado por pueblos originarios y mestizos, las proclamas de Castelli a los pueblos de Perú por la unión americana como una "numerosa familia" o sus correspondencias con el doctor Francia y Molas, y podemos nombrar también a Moreno, a Belgrano, o a los dos personajes que la historia viste como coquetos y pacíficos repartidores de escarapelas y otros más; y por ultimo los más poderosos, los comerciantes intermediarios que querían comerciar libremente con otros países europeos que no fuesen España (en general con Inglaterra), y se habían visto obligados al contrabando, y los terratenientes criollos, hijos de colonos, herederos de enormes cantidades de hectáreas, que basaban su poder en continuar con la explotación latifundista de la tierra y que soñaban principalmente con tener el poder y no estar más ligados a la legislación de la corona y era el sector representado por Cornelio Saavedra. Ahora bien, estos frentes se vieron en la necesidad de combatir codo a codo, pero ya desde el momento de la revolución comienzan los inevitables problemas por las contradicciones de intereses. No es coincidencia que en nuestro país hayan tardado 6 años en independizarse, ni que la primera carta de independencia se haya tenido que modificar ya que inicialmente indicaba no volver a subordinarse a España, pasando luego a ponerse que no se volvería a subordinar a ninguna nación.
¿Pero esto por qué? Bueno, se tardan más años porque durante las guerras napoleónicas, Inglaterra, principal interés comercial de nuestros poderosos criollos, se alía con España, y les pide paciencia a nuestros pasados patriotas, que esperen a que España se libere de Francia, de otra forma no les iba a comerciar. Pero este es un dato más que nada ilustrativo, para visualizar una imagen de un sector de nuestros revolucionarios, la explicación de esta actitud es la diferencia de intereses, como chocaban estos, ya que las grandes mayorías querían repartir las tierras para que cada uno pueda vivir allí y trabajarla, pero así el latifundista perdería su poder. Iba en contra de sus intereses cualquier tipo de reforma de la estructura social económica anterior. Ellos solo querían tener el poder, querían más tierras, y además cabe decir que eran bastante retrógrados (otra herencia de España), al fin y al cabo el trato inhumano que se les daba a los aborígenes y a los esclavos solo era posible cosificándolos, por lo que no querían seguir con España (el empresario Macri se equivocó), pero de haber sido necesario para mantener el poder, de haber conseguido un acuerdo que los beneficie a ellos solos y a la corona, ¿no lo hubieran hecho?
Pero falta más, porque dijimos que el frente revolucionario era mucho más amplio, heterogéneo, con intereses en algunos casos complementarios y en otros simplemente contradictorios e irreconciliables. Por supuesto solo una Argentina iba a poder ganar, y gano la que más poder tenía. Y difícil hubiese sido que el resultado hubiese sido otro, podríamos pensar, sin embargo, en toda América Latina hubo un periodo de guerras civiles antes de la conformación final de la democracia. En nuestro caso, fueron casi 40 años desde la independencia hasta la creación de la constitución liberal del 53, más de 60 si queremos contarlo desde la federalización de la capital de Buenos Aires, la final incorporación del territorio aborigen con las campañas del desierto y por supuesto el territorio robado al Paraguay en la guerra del 64. En este periodo tumultuoso se debatían dos argentinas distintas: una que quería un poder federal, provincial, dándole importancia a la economía local y el sustento de nuestros argentinos, y otra con un poder centralizado en Buenos Aires y el puerto, priorizando el librecambismo, el negocio de exportación a gran escala y la importación de bienes, y, décadas más adelante, de capitales. Por supuesto la Argentina que se impone en el 53 no es la que soñaban los terratenientes revolucionarios, estas ideas fueron cambiando, los propios intelectuales de la época criticaban fuertemente a los unitarios de la de Rivadavia: "hombres reconocibles en una muchedumbre ya que caminan con la cabeza alta, sin ver la realidad que los rodea" diría Sarmiento; sin embargo, como dijimos, esa República federal podía verse de una forma u otra en nuestros intelectuales ya que trataban de interpelar ese reclamo de las grandes mayorías, y por esto, además, eran apoyados por estas, hartas de la explotación y el gobierno oligarca, y, para hacerlo evidente, lo podemos ver en un texto de Alberdi, intelectual fundamental para la constitución del 53, aquel que en su "Bases" dijo que a la Argentina había que poblarla con europeos, por lo que no era un amigo de lo local, pero decía algo muy distinto en su juventud, cuando escribía allá en el 37 en el prefacio de su "Fragmento preliminar al estudio del derecho": "El Sr. Rosas, considerado filosóficamente, no es un déspota que duerme sobre bayonetas mercenarias, Es un representante que descansa sobre la buena fe, sobre el corazón del pueblo. (...) Y por pueblo no entendemos aquí la clase pensadora, la clase propietaria únicamente, sino también la universalidad, la mayoría, la multitud, la plebe."
Termina el periodo con la batalla de Pavón y se tiene que "reconstruir la Argentina", y esto no es solo abrir el mercado, dejar entrar al capital extranjero y administrar el estado bajo las ideas liberales (las nuevas de 1848), sino que también tenían que escribir la historia, su historia. El problema con el federalismo era ese apoyo que nos señalaba Alberdi. Ganar una guerra no era suficiente. Se tenía que negar ese periodo, por lo que ahora a partir del 29 argentina habría entrado en un periodo oscuro, de barbarie, del cual se saldría en el 53. Pero como los primeros revolucionarios luchaban por ideales similares, también había que cambiar eso. ¿Como quedarían nuestros revolucionarios en esta nueva historia?: Moreno un Impulsor del librecambio; Belgrano y San Martín unos grandes militares, pero no mucho más; Artigas un bárbaro; Rivadavia uno de los más grandes patriotas de la historia; años más tarde llegaría Rosas, la cara de la oscuridad; pero la revolución de 1810 ahora sería en pos de la Republica liberal. Y esta Nación crecería con el pasar de las décadas, y seguridad habría de que la historia fue así para la Argentina del 1880, esa Argentina de crecimiento económico que nuestra ilustrada derecha y sus pensadores de alto nivel tanto admiran, y que terminaría de definir la estructura económica que rige hasta hoy: empresas de origen extranjero en el campo, una industrialización dependiente de lo que requiera el comprador de materia prima, es decir, únicamente para facilitar la exportación, y con un nuevo personaje, la burguesía intermediaria, el capital extranjero internalizado en la política local, interviniendo en su favor, y nombres nos sobran (Born, Tornquist, Bemberg, etc.). Argentina vería esa leve industrialización a base del endeudamiento, la cesión de tierras y el manejo de estas nuevas empresas por parte de sus compradores de materia prima, que por supuesto esta no eran los productos diversos que vemos en la verdulería, como capaz la idea de "mercado del mundo" nos puede hacer pensar, sino un cultivo especializado para nuestra región, junto a carne y cuero (similar a lo que sucede hoy con nuestra producción sojera). ¿Y quién sacaba beneficio? los que tenían las tierras, nuestros latifundistas, que habían incrementado mucho más su posesión avanzando aún más sobre la tierra, dejando en desamparo a sus habitantes, obligándoles a realizar trabajos que hoy llamaríamos "changas" y a estar constantemente migrando en busca de poder trabajar; ellos, por supuesto, no verían el más mínimo beneficio de este ingreso del capital extranjero.
Suma a todo esto saber que muchas de estas empresas extranjeras se disfrazarían de locales y se inventarían una suerte de nombre en sus localidades invirtiendo una parte ínfima de sus ganancias en pavimentar una calle, hacer un club de futbol, nada que costase mucho en comparación a las inmensas sumas que hacían.
Y, por si llega a ser necesario aclarar, estas empresas extranjeras no son pequeños emprendedores que ven en nuestro país la oportunidad de vivir mejor y dar trabajo a nuestros compatriotas, sentimiento altruista que traen desde sus tierras nobles, sino que son empresas europeas millonarias, en su mayoría monopólicas, apoyadas por sus países, que vieron en nuestro continente un lugar donde hacer más plata, y se irán en el momento en que ganen un poquito menos que antes, como así paso y así entro en crisis el brillante modelo agroexportador, que no se pudo sostener cuando decidieron llevarse sus inversiones a otro lado, dejando endeudamiento y sin divisas ya que estas venían de ese capital.
Entonces dicho todo esto, ¿Cuánto se equivocó Macri? Se equivoca cuando pensamos que hizo una generalización de la revolución, ya que las grandes mayorías querían librarse de España hace años, e intentos revolucionarios los hubo desde comienzos de siglo (y mucho antes si hablamos solo de pueblos originarios y esclavos africanos y sus experiencias en otras latitudes del continente). Pero eso no importa, no importa si fue una generalización porque para el sector del que Macri proviene la historia fue así, en esos términos. Las figuras importantes fueron los terratenientes y vimos que no sintieron pena, pero fueron entreguistas toda su vida, sentían desprecio hacia lo local, buscaron siempre el beneficio propio y han hecho mil y una concesiones con empresas inglesas, alemanas, luego norteamericanas, se ha legislado en su favor, por lo que ¿tan raro es pensar que hubiesen vuelto con España? Y lo peor de todo es que resulta paradigmático lo ilustrativa que es la continuación del discurso en cuestión sin sacar la frase del contexto, ya que Macri se refiere a que lo angustiante de la independencia es tomar decisiones por su cuenta. Es como si el empresario hubiese hecho un revisionismo histórico casi, hablándonos sobre la futura dependencia económica y política que vendría luego en el país. Pero en definitiva acá no hay una equivocación de Macri, acá hay una visión sobre la historia que tiene una clase particular de la sociedad argentina. ¿Esperábamos que Macri dijera que Castelli y Moreno eran unos revolucionarios? ¿Qué San Martín al cruzar la cordillera se dirigió principalmente a los pueblos originarios para decirles que por toda la explotación que recibieron por los españoles, eran quienes más tenían que luchar y quienes menos podían echarse atrás, porque esa victoria debía ser para ellos, al igual que Artigas que consideraba una traición hacia ellos si no se terminaban cumpliendo sus exigencias de recuperar sus tierras, mantener su cultura viva, terminar con el sistema de castas y la discriminación étnica?
No nos olvidemos que la historia es un terreno en lucha. Y no solo se escribe el pasado, también el presente. El sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento, años previos a la guerra del Paraguay, único país latinoamericano que se negaba rotundamente a dejar que Inglaterra intervenga en su comercio local como quisiera, escribía sobre como el mariscal Solano López y su padre eran unos tiranos que vivían bajo la tortura de su gente, el Dr. Francia un dictador tan atroz como los de la antigüedad, y que no veía la hora de salvar a su pueblo y permitir la civilización y el librecambio, (y que Inglaterra pueda hacer sus negocios). Y de la misma forma, mucho antes, desde su exilio en Chile, describía a la Argentina como la ciudad, por un lado, representante de la civilización, y la pampa por el otro, que sin haberla visto jamás ni conocer a su gente (como le reclamaría Valentín Alsina, no especialmente un federal), la describía como un desierto enorme que mantenía a su gente dispersa y solo podía imperar la violencia. Y trataba de explicar fallidamente al que representaba esa violencia, a Rosas, "el legislador tártaro", "la barbarie institucionalizada", el oxímoron que no le dejaba dormir, tan preocupado nuestro patriota de una Argentina que desconocía. El relato se arma y así se justifican las peores atrocidades, como la guerra (o el exterminio, en el caso de Paraguay), o se pide entre lágrimas a las naciones avanzadas que vengan a salvarnos del tirano. Décadas después Sarmiento le diría a Ramos Mexía, político del 1880: "Jovencito: no tome como oro de buena ley todo lo que he escrito contra Rosas". Algo similar lo podemos ver hoy con cómo en las redes se acusa a Evo Morales y a García Linera de las cosas más terribles e inverosímiles. Es muy importante la historia para quien quiera ganar la pelea.
El capricho de Macri
Capaz Macri no pensó el discurso, capaz esa idea se le metió en la cabeza porque de adolescente el padre de algún amigo le dijo algo similar y Macri lo tergiverso y dijo esa frase de la que tanto nos reímos mientras el tipo hacía sus negocios a costa del país. Pero lo hiciera a consciencia o no, a Macri no le conviene de ninguna manera contar la historia como realmente fue, ni tampoco se lo podemos exigir amablemente cuando eso va en contra de sus intereses e incluso de sus creencias. ¿O es que asumió prometiendo contar la historia con una verdad científica? La argentina de hoy, su estructura, es la que se arrastra desde el 80, con una clase manteniéndose en el poder hasta que con el voto universal (masculino hasta el 49) se los alejara de la política y encontrando en los golpes de estado la única forma de volver, para luego instalar gobiernos conservadores (como el de la década del 30, del cual Macri presentaría a propuesta republicana como continuador de su proceso) o gobiernos de facto militares; aquella clase que pedía por bombardeos, fusilamientos, proscripciones, desapariciones, centros de concentración; la que durante las épocas de democracia se ampararon en su poder económico para intentar entorpecer la política (y lo podemos ver analizando todos los gobiernos del radicalismo); que, sumados la patria contratista y las trasnacionales financieras entradas en los 70 y 90, hoy son los principales amigos del ex presidente. ¿Va a ir en contra de la Argentina que les dio poder a sus amigos? Y, por supuesto, la que permitió su poder político y económico.
Aceptar que hubo una lucha por una Argentina diferente de la que ganó y que la que ganó fue en contra del interés de las mayorías y en favor de privilegiar más y más a unos pocos, es, para una persona como el empresario Macri, ir en contra de la estructura que le permite irse de vacaciones las veces que quiera y le permitió el capricho de ser presidente.
Y ahora podemos volver a lo que nos toca, la posición del debate actual.
Es verdad que el pro no quiere ir al congreso, no le interesa que haya una pandemia y quiere que termine la cuarentena o convoca a marchas cada vez más radicalizadas, total a los enfermos no se lo ve, tampoco a los médicos trabajando en condiciones inhumanas, y si se los viera poco importaría, pero también el oficialismo no quiere entender que no hay razón para que la oposición quiera participar de ese debate que piden. Si al PRO no le conviene, si al poder económico no le conviene, ¿para que lo va a hacer?
Periodistas como Gustavo Silvestre insisten todos los días en convencernos de que el problema es el PRO, y si, es un gran problema, pero no porque no quieran debatir, sino porque no les conviene debatir. El discurso se repite una y otra vez mientras no se hace nada más. Que ventaja podemos sacar de eso, me pregunto.
Pero no se trata de ingenuidad sino de que el oficialismo sabe que, en un debate abierto, con las ideas e intereses puestas sobre la mesa, el PRO no sacaría muchos votos ya que lo votaría solo su clase, clase ínfima pero poderosa (ya dijimos que en el siglo pasado el partido conservador solo pudo ampararse en la milicia) y capaz la oposición sería otro partido. Por lo que acá no se pide un debate realmente, no se pide la construcción mutua, se está pidiendo básicamente la victoria segura, cuando la realidad es que eso es algo que no se puede obtener en esos términos, nunca se hizo así. Todos los derechos que se obtuvieron en la historia fueron casi que arrancados, fue una lucha con muchísimas perdidas del lado oprimido, y siempre ha sido así. Y creo que se nos puede perdonar a los de mi generación, que nacimos y crecimos en el nuevo siglo, tener la idea de que la democracia era algo estable y perfecto hasta que llegó el macrismo, sin embargo, para los que vivieron tanta dictadura, o al menos la última, e incluso los que vivieron la crisis del 2001 y la desconfianza que genero la política en la sociedad, no es aceptable la actitud relajada que muestran.
Porque, me pregunto, ¿en qué momento nos consideramos a nosotros mismos los vencedores de esta historia como para exigirle a la oposición participar de un debate del que no les queda otra opción que perder? Grave error se comete si se piensa que está todo ganado, porque, de ser así, ¿no seriamos, capaz, un estado plurinacional en vez de una Argentina que todavía se quiere reconocer como una nación blanca y sigue negando el genocidio? De ser que está todo ganado, ¿hubiese reaparecido con tanta fuerza el movimiento feminista en el 2015, último año de Cristina Kirchner? ¿O es que el machismo y el patriarcado no son un problema estructural, al igual que el racismo y el sistema de castas, ambas herencias, en muchas regiones, de la España colona? Todas estas son simplemente preguntas para debatirnos y no pretenden tener la verdad sobre estos temas.
Reconociendo que el contrario no va a actuar bajo las concesiones o los ideales que uno tiene, se puede dejar de esperar pasivamente a que lo hagan y cambiar la estrategia (pero de ninguna manera una violenta). El PRO no va a cambiar esta estrategia antidemocrática y de radicalización ya que le está sirviendo y la va a aprovechar al máximo mientras las calles sigan vacías de esas manifestaciones que suele caracterizar a este país, ya que en su mayoría las personas están en casa, haciendo esfuerzos psicológicos y económicos para evitar que un virus muy contagioso y sin cura ni vacuna se propague más, y nos gustaría que todos estuvieran en sus casas haciendo lo mismo, pero supongo que momento más propicio para desestabilizar y volver al poder no hay. Al fin y al cabo, las tragedias las vivimos nosotros, no ellos. El dolor es nuestro, no de ellos.
Y en ningún momento aceptar como es el PRO significa quedarse de brazos cruzados ante las atrocidades que dicen, hacen y las demás consecuencias de esos actos. Es necesario mostrarlo, al fin y al cabo, la verdad es un terreno en disputa. El problema es esperar a que cedan con total tranquilidad. El problema está en limitarse a pedir "más humanidad".
Los peronistas no pueden olvidarse que Perón asumió con un sector agroexportador debilitado y Néstor Kirchner con una población poco esperanzada, muy diferente a como asumió Alberto Fernández, que tiene del otro lado a una oposición con fuerzas (40% de votos, aunque se insista como logro ganarle por 8) y en general a una población que cree en la democracia, aun si no apoyan al gobierno. Esto no es el 2003, con pandemia o sin pandemia. Más similar es la experiencia de Alfonsín, que tuvo cierto apoyo población, pero un poder opositor (no una oposición política) muy fuerte y tuvo que dejar el poder con una hiperinflación y un Estado de Sitio sin oportunidad de terminar su mandato, aunque no es detalle menor la experiencia política de quienes hoy asumieron. Pero la historia mostrará que fue más fuerte, si el poder hecho partido político y con una gran base de votantes, el poder más dispersado, cada uno en su sector, sea el agro, sean los bonos de deuda, sean los militares, como paso en el 89, o la experiencia política y un pueblo que también los conoce. Pero ni ganar unas elecciones ni volver a la democracia significa el fin de la pelea.