1º de mayo de 1974: las voces de los que se marcharon
Por Paula Viafora
Sin duda una jornada histórica, una línea divisoria que generó múltiples análisis e interpretaciones. Un hecho que, entendido simbólicamente, marcó comienzos pero cuyos acontecimientos fueron la vertiente de tensiones que se venían gestando y profundizando. El día en que Perón vio por primera vez que parte de esa multitud que había ido ante cada convocatoria a aclamarlo a la Plaza y estaba dispuesta a entregarle la vida, le mostraba la espalda y se retiraba. Cuántas lecturas tuvieron esas acciones, seguramente no todas las posibles todavía. Entendemos que la clave para comprender el clima allí vivido son las voces de sus protagonistas. A partir de ellas se pueden sacar conclusiones y descubrir, que quizás las memorias sobre esta jornada se tejen a partir de premisas equivocadas. El relato oficial de las crónicas que cada 1 de mayo rememoran la fecha describen a las columnas de militantes desalojando la plaza, luego de ser “echados” por Perón. Según los testigos presenciales, las cosas no fueron exactamente así. Elegí algunas historias de militantes bien distintos y distantes, en su formación, residencia y en los roles que cada uno tenía en su agrupación, pero que a la vez coincidían en sus objetivos, sus ideales, ganas, valentía y convicciones.
Testimonio de Horacio Monzón (Bigote)
Horacio Monzón es trabajador metalúrgico residente en Florencio Varela, en el sur del Gran Buenos Aires. Comenzó su militancia organizando una comisión interna en la fábrica donde trabajaba, por el atraso en el pago de las quincenas. Con el tiempo pasó a ser parte de Montoneros a través de su frente sindical llamado Juventud Trabajadora Peronista. En el 76 un grupo de civiles ingresó violentamente en la casilla donde vivía con su esposa y su bebé de un año; se lo llevaron detenido al Pozo de Quilmes.
Este es el relato que compartió con APU: “Como militante tenía mucha expectativa de ver a Perón en el balcón de la casa rosada. Militaba en Montoneros, a través de la Juventud Trabajadora Peronista. No recuerdo cómo llegamos a la plaza, si recuerdo que llegamos tarde. Llegamos a la plaza sin ninguna identificación, así lo habían dispuesto los organizadores. Habíamos escuchado el “rum, rum” que “El Viejo” estaba enojado desde la muerte de Rucci. Si bien recuerdo antes de llegar a la plaza, tuvimos un encontronazo con la juventud sindical, que se distinguían con un chaleco verde. Nuestra columna cantaba “Montoneros Carajo”. No sé porque siempre me eligieron para estar en el cordón de contención, nos tomábamos de la mano para evitar que se infiltraran, nos golpearon con unos palos. Entramos por calle Defensa a la plaza y tratamos de colocarnos al final de la columna principal de Montoneros. Cuando comienzan a salir algunas personas al balcón, se empiezan a sentir los cánticos de las distintas agrupaciones. Montoneros comienza a desplegar banderas y a cantar contra “el brujo” y la burocracia sindical, más cuando Perón ensalza a la conducción de la CGT. Adelino Romero había quedado a cargo de la conducción a la muerte de José Rucci.
Todo hace eclosión cuando El Viejo, nos trata de “estúpidos e imberbes”. Aquí hay dos versiones, algunos dirigentes dicen que fueron las bases las que tomaron la actitud de retirarse y algunos militantes hablan que la orden la dieron dirigentes. Sí es una mentira que instauraron los medios, que el viejo nos había echado de la plaza. Sentí que se venía encima un malón, cuando los que estaban al frente dieron media vuelta y empujaron a los del fondo y empezó un desbande, yo corrí con otros compañeros de Quilmes, en busca de colectivos que habían traído compañeros de Quilmes. Estaba fresco en mi mente lo de Ezeiza.Se empañó el sueño de verlo a Perón en vivo, el balcón de la rosada con ese gesto tan característico de brazos abiertos. En ese momento no pensé que ese hecho tuviera tantas consecuencias. Yo creo que la dirigencia de Montoneros pensaba, que una vez en el país, Perón iba a inclinar un poquito la balanza en nuestro favor. Era un razonamiento lógico, la juventud se organizó, la luchó, entonces podíamos decirle al conductor que nos escuchara, que dejara de apoyarse en la burocracia de la CGT. Yo creo que el comienzo del fin fue Ezeiza, más que cualquier otro acontecimiento. Después de ese 1° de mayo, la militancia fue difícil, quienes recorríamos los barrios y las fábricas estábamos muy expuestos, “caíamos como moscas”. Mi turno fue en octubre del 76, pero el 77 fue el año más violento”.
Graciela García Romero (La Negrita)
Militante de la JP, columna norte, sobreviviente de la Esma, lugar en el que fue víctima de delitos sexuales entre otras torturas, comparte con APU sus recuerdos de ese día: “Hay que analizar el hecho del 1° de mayo en la Plaza, en un marco de tensiones entre la juventud sindical, la derecha peronista y Montoneros (JP-JTP) que venía de un tiempo atrás, incluso desde antes de Ezeiza, ya había habido un episodio de choque entre los dos grupos, antes de Ezeiza, en la localidad de Jose Leon Suarez.
Ese día fuimos a la Plaza en micros con vecinos del del Barrio de emergencia La Cava, de San Isidro, donde militabamos. Entramos por Diagonal Norte y había varios controles. Nos revisaron minuciosamente, eso nos tranquilizó en cuanto a la presencia de armas en la plaza. Sí llevábamos nuestras banderas. Nos ubicamos en la zona de siempre, hacia la izquierda, entre la Catedral y el Banco Nación. Yo no escuchaba bien lo que decía Peron. En un momento y frente a una frase que no logré entender, noté que hubo de repente un murmullo y los vecinos de la Cava, que habían venido con nosotros, no los militantes, empezaron a darse vuelta para irse y no pudimos contenerlos. Me di cuenta que algo serio había pasado. Los hombres formaron un cordón y nos protegían para que camináramos hacia Diagonal, mientras se enfrentaban cuerpo a cuerpo con la derecha. En un momento levanté la vista y el cielo estaba cubierto de palos (habían desarmado las banderas) que volaban hacia todos lados. De repente comenzó una corrida y ahí nos dispersamos. Es un episodio que obviamente fue profundizando el quiebre y aceleró el pase a la clandestinidad”
Juan Carlos Guarino, ex detenido del CCD “ La Cacha” y militante de los 70
Juan Carlos Giuliani, trabajador y vocal de la Comisión Ejecutiva Regional de la CTA - Autónoma Río Cuarto y Congresal Nacional de la CTA - A por la provincia de Córdoba, describe y les rinde un homenaje: “Fue hoguera y llanto, aluvión y escarnio: un grito esperanzado y multitudinario que expiró ahogado en sangre. La generación del ’70 traspasó, en menos de lo que canta un gallo, la delgada línea que separa el cielo del infierno. En un irrepetible “fondo blanco”, bebió de un solo trago la copa de la vida”.
Analiza el accionar de la juventud a través de una mirada de memoria que lo lleva también a la autocrítica: “Nosotros nos equivocamos, nuestra conducción mucho más, pero creo que el que más se equivocó fue Perón. El General optó por los sectores de la derecha peronista y por la burocracia sindical, justamente aquellos sectores que nada habían hecho por su retorno. Su muerte nos dejó a la Vicepresidenta Isabel Martínez con José López Rega (El Brujo) y la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) ycon ellos el camino abierto para la dictadura militar genocida.
El gran perjudicado fue el Pueblo Argentino: sus trabajadores, estudiantes, profesionales, los militantes de los ‘70, muchos desaparecidos y fusilados, los sobrevivientes con la carga que implicó la sobrevivencia, las madres y las abuelas, los nietos recuperados y los que faltan recuperar, familias destruidas e infinidad de exiliados. Esa generación de los ‘70 no peleó nunca por cargos o puestos políticos y quizás fue ese uno de los errores, pero sí trabajó inclaudicablemente por una sociedad más justa, una distribución equitativa de la riqueza, por educación y cultura para todos, por una salud pública eficiente,por trabajos dignos, por rescatar a nuestros pueblos originarios, por la unidad latinoamericana en una Patria Grande”.