"El presidente que no fue": una mirada a través del libro de Miguel Bonasso
"El presidente que no fue", fue escrito por el periodista y ex militante de Montoneros Miguel Bonasso. Fue publicado en 1997 por Editorial Planeta, y vio la luz gracias al sobrino del ex presidente Mario Cámpora. Funcionario de Cancillería, de donde fue expulsado por la dictadura del 76, se comunicó con Bonasso durante su exilio en México y le habló por primera vez de correspondencia inédita Perón-Campora.
A su regreso, en 1988, que coincidió brevemente con él en Buenos Aires pero recién seis años más tarde, lo hizo depositario de tres carpetas de frondosa documentación hasta entonces ocultas en la caja de seguridad de un banco. De a poco, se fue gestando la idea de complementar la biografía de Héctor Cámpora con estos archivos que develaban cuestiones hasta entonces secretas del peronismo. Ante su desaparición física, Bonasso le dedica un sentido recuerdo: “ (..) me llevó seis meses ordenar en un archivo antes de escribir las primeras líneas de “El Presidente…”. Algo que hubiera sido imposible sin la tutela decisiva del gran hombre que se acaba de ir. Como ese Tío que signó su propia vida, Mario Cámpora fue una rara avis en una política tan empuercada que facilita con sus porquerías la intrusión de personajes que cultivan el fascismo y rifan sus dietas para hacer inteligencia sobre un millón de canallas codiciosos”
En este texto de casi setecientas páginas el autor va jugando con la temporalidad para construir la figura de ese hombre que fue presidente por tan solo cuarenta y nueve días. Mediante un movimiento de piezas que no tiene demasiado fundamento republicano ni constitucional, se vio obligado a renunciar, asumiendo el cargo vacante Raúl Lastiri, Presidente de la Cámara de Diputados.
Solo esos días bastaron para soportar los desmanes luego del acto de asunción, la liberación de presos políticos la primera noche de Cámpora como presidente, en cumplimiento de la orden de Perón ( “Liberelos a todos”) y la promesa de que no habría presos políticos. El 20 de junio se produjo uno de los hechos más sangrientos de la historia política argentina como fue la masacre de Ezeiza.
Unos meses antes del regreso cuando Cámpora, frente a las cámaras de televisión, llamó a Puerta de Hierro para comunicarle que ya le habían conseguido casa en Argentina (la residencia de la calle Gaspar Campos en Vicente López) pero atendió Isabel y le dijo que el general no estaba. Alguien se encargó de demostrar que en ese horario estaba allí mismo, recibiendo a una visita. Meses más tarde, la propiedad adquirida se convertiría en el centro de poder alternativo a la Casa Rosada, eclipsando completamente a la Quinta de Olivos, lugar de residencia del Presidente. En Gaspar Campos se realizaron las reuniones que decidieron los destinos mediatos e inmediatos de la Patria. Durante esos cuarenta y nueve días Peron jamás fue a la Casa de Gobierno.
“Poco después de las nueve de la noche del 21 de junio supimos de qué lado estaba Perón. En su territorio de G. Campos, sentado entre Cámpora e Isabel, con López Rega y Lastiri como edecanes a sus espaldas, el Jefe leyó con semblante adusto un discurso muy duro, donde condenaba, sin nombrarlos, a los hombres más cercanos al Presidente, así como a esa juventud que antes le había parecido “maravillosa”. Es decir, a los que le habían devuelto el poder y eran las víctimas de Ezeiza”. En este párrafo, Bonasso describe lo que sería la tesis central del camporismo.
Solo cuarenta y nueve días (o siete semanas) después de su juramento ante la Asamblea Legislativa, Cámpora finalmente renunció al cargo el 13 de julio de 1973, y pasaron solo 30 meses hasta que debió pedir asilo en la Embajada de México. En ese tiempo Peron se calzó por tercera vez la banda presidencial en una ceremonia a la que no fue invitado pero si concurrió al Congreso a despedirse del Jefe cuando su maltrecho corazón dijo basta. A partir de allí, una sucesión de hechos desgraciados, el golpe del 24 de marzo, su enfermedad, su vida en México, su muerte en la ciudad de Cuernavaca el 19 de diciembre de 1980.
“El regreso de Cámpora a la Argentina, el 9 de noviembre de 1991, puso en evidencia lo bien que funciona la máquina de la desmemoria, si al moribundo de 1979 lo habían lapidado los insultos, al cadáver de los noventa lo sepultaron los elogios que le tributaron en el Salon Azul del Congreso”, relata el post scriptum que describe también su traslado a San Andrés de Giles donde fue recibido con verdadera devoción para su destino final.
“El Presidente que no fue” es, además, un homenaje. Reivindica a un hombre que pagó cara la lealtad, que aceptó la enorme responsabilidad de ser el Presidente de la Nación, sabiendo que nunca tendría verdaderamente las riendas de su mandato. Cargó con las culpas de Ezeiza, debió partir al exilio y murió lejos de su patria. Cabe la pregunta de qué le habrá pasado por el corazón en esos tiempos, si tuvo acaso la intención de alejarse y abandonarlo todo…
A poco de comenzar el siglo XXI, una agrupación surgida en tiempos del kirchnerismo, algo así como una “encarnación superficial de la jotapé” fue bautizada “La Cámpora”. Más allá de un gesto de memoriosa reivindicación, representa de algún modo, la tendencia "revolucionaria" leída en clave siglo XXI. Con desigual llegada territorial logró insertarse en ciertos espacios políticos como sindicatos y centros de estudiantes. El kirchnerismo consolidó en estos años un lugar propio.
Bonasso eligió finalizar su libro narrando un pequeño gesto reivindicativo. Cuarenta días después de su muerte se levantó la interdicción que pesaba sobre su patrimonio, recobrando sus herederos, la libre disposición de los bienes. Había logrado la declaración de inocencia.
El presidente que intentó ser cerró su discurso de asunción resumiendo lo que entendía como las demandas del pueblo que lo había votado: “No alterar. No adulterar. No traicionar. Ser esencialmente fieles a la voluntad popular”. Se comprometió a trabajar por eso.