Noches del ‘73
Dicen que el país se paraba para ver a esos cinco parroquianos, el mozo y el dueño del bar de las polémicas. Razones para dudar no hay, porque todavía hoy asalta la vista, hipnótico, ese bagaje interpretativo que poco después se diluyó en muertes, prohibiciones o la caída en la chabacanería.
Hugo y Gerardo Sofovich no estaban por entonces tan lejos del periodista socialista que fue su padre y aquella mesa de café, que pretendía ser exagerada, un poco parodia bohemia de Mirtha, se quedó corta ante el siglo veintiuno de Chiquita y la Polémica actual, difícil de resistir más de cinco minutos. La voz de Edmundo Rivero conmovía ese tembladeral sonoro del pecho que llamamos alma.
Muchas cosas saltan a la vista de un archivo que cada tanto acercan a la costa las olas del YouTube; mayo del '73, imágenes de los días previos de la asunción de Héctor Cámpora como Presidente. Chistes que envejecieron y otros que conservan juventud, una capacidad interpretativa ya encomiada y varios arquetipos: el “sanatero”, el intelectual contrera, el comerciante y, claro, Minguito, el buscavidas atorrante y bonachón, parlador de cocoliche y de lunfardo, peronista, hincha de Boca y emocionado adherente de Cámpora. Cinco personalidades tan distintas que creer en su encuentro en una misma mesa, invariablemente voladora en algún momento, era per se un acto de fe.
Esa charla cumplió, el 16 de mayo, medio siglo. A riesgo de caer en un comentario conservador, y en el lugar común de que todo tiempo pasado fue mejor, no pocos periodistas y referentes políticos de hoy parecen caricaturas de aquellas caricaturas. En fin.
Con el video ante los ojos, habrá hinchas que sentirán nostalgia incluso cuando no hayan vivido este momento: entre los comentarios, aparecen referencias a un Huracán que se encaminaba a ser campeón nacional y un Independiente que pronto ganaría la Copa Libertadores, para luego saber cuánto pesaba la del Mundo.
Pero, sobre todo, hay muchos temas de actualidad. El dólar, la relación con Brasil, Álvaro Alsogaray, los acuerdos políticos. El deseo de pacificación y la celebración de la democracia, una primavera de las urnas que no quedó tan en la memoria como la posterior, acaso porque la historia oficial es antiperonista y/o porque la magnitud de la oscuridad que se derramó desde el 24 de marzo de 1976 superó lo de cualquier dictadura previa.
Sobre los diálogos -es notable- no pesaba un guion tan operado como serían los de las décadas posteriores. Es ostensible la cicatriz dejada por el terror que acompañó el cambio de patrón de acumulación entre 1975 y 1976. En la actualidad, es difícil suspender la inocencia incluso para sumergirse en el chiste más trillado, porque en cualquier rincón puede sospecharse una opereta. Sobre todo si es horario central, y canal líder.
De los “cuentos” que contaba Minguito, lo gracioso eran las expresiones con que acompañaba los muy malos. Talento doble: convertir en entretenido lo aburrido. Varios de sus latiguillos, tomados del lunfardo real o inventados de quién sabe dónde, quedaron en el decir popular.
Sin ropero identitario, Fidel Pintos creó por su parte un personaje inolvidable, verdadero emblema del chanta nacional, que adornaba las mentiras con un poco de ternura y algo de complicidad. Un simpático truhan de copetín se las daba de importante, refería haber estado en la cocina de todas las cosas y concluía con explicaciones que maridaban la lógica con lo descabellado, porque lo más absurdo de todo es el mundo en que vivimos.
Un día de aquellos meses, Juan Domingo Perón lo citó en un discurso. El que pueda encontrarlo tendrá entre manos una joya: dicen que el programa siguiente comenzó con Fidel sentado aparte, en otra mesa, fingiendo no conocer a sus compinches de siempre. Lo había nombrado el General. Como en tantas otras cosas, Perón se había encargado de poner en duda el sentido de lo real: si él mismo lo citaba en un discurso, todo lo dicho por Fidel en años de agrande y “sanata”, podía ser cierto o estar cerca.
Fidel Pintos murió el 11 de mayo de 1974. El día en que la autodenominada Alianza Anticomunista Argentina asesinó al padre Carlos Mugica. Hace 49 años y unos pocos días, ambas muertes ocuparon las portadas de los diarios, juntas. Crónica tituló para la del humorista: “Y lloran los que reían…”.
El homicidio del padre Mugica certificaba que había terminado la primavera. Muy pronto, el titular dedicado a despedir a Fidel Pintos podría usarse para cada día que el cono sur pasó sumergido en la más espesa de las noches.