Nuevos desafíos interdisciplinarios para el desarrollo de América Latina
La territorialidad nos define. Es el lienzo en el que se dibujan nuestras acciones y se reflejan nuestras teorías. Importamos ideas y modelos de pensamiento de otros lugares, tratando de aplicarlos a nuestra realidad con la esperanza de que encajen. Pero es el territorio, con su singularidad y particularidades, el que nos muestra si las teorías que hemos importado se adaptan a nuestra realidad o si, por el contrario, necesitamos replantearlas. Es como un espejo que refleja la efectividad de nuestras acciones y la pertinencia de nuestras ideas. En última instancia, es el territorio el que nos enseña, a través de sus respuestas a nuestras intervenciones, cómo debemos pensar y actuar para prosperar en él.
Latinoamérica ha sido tierra de experimentación, no sólo de ellos, sino también, por momentos, nuestra. En este apartado se propone reflexionar acerca de las ideas que condujeron los procesos de desarrollo durante las últimas décadas. Se propone la emergencia de un punto de inflexión, de un momento que exige un desligamiento de las ideas que han dominado hasta ahora, ya sea porque los caminos que abrieron no eran los que esperábamos, o porque identificamos problemas que derivan necesariamente en resultados indeseados. Comencemos.
La colonización de América fue no solo física, sino también intelectual, imponiendo en nuestra forma de pensar las ideas occidentales forjadas en Europa y EE.UU. Estas ideas, como la teoría económica neoclásica en economía, se han tomado como referencia en la academia y se enseñan de manera acrítica, sin considerar su aplicabilidad a nuestra realidad. Enrique Dussel resalta este acto de dominación epistemológica, donde nuestra interpretación de los problemas científicos, políticos y estatales se ve influenciada por estas perspectivas externas.
El pensamiento neoclásico-neoliberal, con su énfasis en el equilibrio, la eficiencia y la racionalidad perfecta, proporciona una visión abstracta e hiper simplificada de las relaciones sociales y económicas. Esto se debe interpretar, además, como una construcción conceptual que tiende a perpetuar las desigualdades existentes, ya que "los mercados" no son simplemente fuerzas naturales, sino que están conformados por grupos de poder e instituciones que buscan mantener condiciones beneficiosas para ciertos sectores y actores sociales. Debido al rol protagónico que esta disciplina ha tenido en el diseño de estrategias de desarrollo, avanzaremos un poco más en esta breve contextualización.
En las teorías del desarrollo económico el problema de la importación teórica no atañe sólo al mainstream o corriente central del pensamiento, sino también a muchas contracorrientes que se oponen al neoliberalismo. En las últimas décadas, surgieron y maduraron enfoques alternativos como las escuelas evolucionista, neoinstitucionalista, de la regulación y poskeynesiana, entre otras. Aunque estos enfoques heterodoxos (porque se oponen a la ortodoxia neoclásica) aportan una visión mucho más amplia de las dinámicas económicas y sociales que la perspectiva neoclásica, no terminan de considerar las diferencias contextuales como determinantes de los supuestos que realizan, ni de los resultados que obtienen. Muchas de estas teorías -por no decir todas- surgen del norte, y ninguna de ellas considera la condición periférica de nuestras economías, ni las restricciones estructurales que eso conlleva. Si bien esta discusión es extensa y compleja, puede señalarse, a esta altura del asunto, que el neodesarrollismo es la corriente que da forma a gran parte de las intervenciones del desarrollo productivo, y que omite elementos esenciales que caracterizan nuestras economías.
Este asunto de las teorías y las corrientes en pugna es una discusión principalmente académica, pero sus implicancias no se limitan al ámbito intelectual. Tienen fuertes influencias en el diseño de estrategias de desarrollo y, en especial, en la formulación de políticas públicas. Por abstractos que puedan parecer, los argumentos de los postulados neoclásicos aparecen de manera punzante en los modelos de empleo, de apertura y de achicamiento estatal que caracterizan las políticas aplicadas en los años noventa en Argentina y la región. Esta perspectiva originó la reforma previsional, la quiebra de numerosas PyMEs argentinas, la privatización de servicios y empresas estatales, y la asunción de deudas empresariales por el Estado, desembocando en la devastadora crisis del 2001.
Desde el 2003 el modelo cambia drásticamente, en nuestro país se implementaron políticas direccionadas a sostener la demanda agregada como fuente para sostener el crecimiento, reducir el desempleo y mejorar las condiciones distributivas, que tuvieron su fundamento central en aproximaciones post y neokeynesianas. Ello se combinó con estrategias neoschumpeterianas que buscaron vincular el plano del empleo, la producción y el entramado científico-técnico a través de la creación y fortalecimiento de múltiples instituciones y programas públicos. Si bien estas estrategias permitieron una fuerte expansión inicial, con el paso de los años evidenciaron diversos límites. Algunos de ellos eran esperables porque las nuevas políticas estaban fuertemente inspiradas en intervenciones de décadas atrás -como la sustitución de importaciones y su vínculo con la restricción externa- y otras hicieron evidentes nuevos inconvenientes, en particular en lo que refiere a la reducción de brechas tecnológicas, el avance del sector productivo en los mercados internacionales de producción y los problemas de la desigualdad estructural.
Las teorías del desarrollo económico y social latinoamericano, discutidas desde mediados del Siglo XX, señalaron hace ya más de 70 años muchos de los elementos y problemas del desarrollo descritos hasta aquí. Sería injusto intentar resaltar algunos aportes sobre otros, aunque con el paso del tiempo algunas ideas se transformaron en emblemas de esta corriente. En el núcleo de la aproximación, se argumenta que el sistema capitalista se divide en centros y periferias. Cuando los países periféricos intentan implementar estrategias de desarrollo, diversos factores como los sociales, políticos, regionales, industriales, tecnológicos y financieros, pueden hacerlos alejarse aún más de los centros, fortaleciendo involuntariamente la posición de estos últimos en el sistema global. Estas ideas dieron forma a estrategias de industrialización y a la necesidad de generar nuevos sectores industriales con el acompañamiento del Estado para superar la condición periférica.
También se sugiere la articulación local entre ciencia, industria y Estado, una planificación y gestión mediante enfoques situacionales, estratégicos y sistémicos, y se pone la atención en la influencia restrictiva de las élites en las estrategias estatales, entre otros aspectos. Un aspecto fundamental del pensamiento latinoamerica fue la inclusión, novedosa e inaugural para la época, del plano multidisciplinario como matriz analítica de los problemas de nuestros países. Ello generó una ruptura epistemológica de gran potencia que perdura hasta nuestros días en el pensamiento nacional y popular. Si bien estas ideas tuvieron un fuerte núcleo en la región, su proceso de socialización, discusión e implementación se vio violentamente interrumpido por la secuencia de dictaduras implementadas en la región, lo que además de las terribles consecuencias a nivel humano, social, político, económico y cultural, generó un importante retroceso a nivel académico e intelectual. Ese escenario implicó una virtual ausencia de dichas ideas hasta iniciado el Siglo XXI.
Esta rica tradición de la teoría económica y social latinoamericana permite replantear los desafíos de las políticas económicas y sociales sin empezar desde cero. Aún así, es esencial adaptar estas propuestas a la realidad actual. Con este objetivo, diferentes sectores de la sociedad, la política y la academia están aportando nuevas perspectivas para comprender las continuidades y transformaciones del escenario en constante cambio que enfrentan nuestros países. El I Congreso de Pensamiento Nacional Latinoamericano es un punto de referencia en este esfuerzo, donde se expusieron diversas ideas que inspiran lo que sigue de este artículo.
El primer elemento que vale la pena plantear es la necesidad de devolverle a la soberanía un rol protagónico en el debate sobre el desarrollo. En el pensamiento nacional latinoamericano la soberanía política y económica aparecen como condiciones necesarias para superar las desigualdades históricas, en pos de sociedades más justas y equitativas. En este sentido, toda estrategia de desarrollo pensada desde el Sur, debe partir de fortalecer la capacidad de diseñar y definir nuestras propias estrategias económicas y sociales, sin que estén subordinadas a los intereses externos. Históricamente, pero también en los últimos años, las corrientes heterodoxas han planteado al proceso de industrialización y al desarrollo de capacidades productivas y tecnológicas nacionales como camino para superar las brechas del subdesarrollo y generar una incursión en la disputa del poder económico a nivel global. En este sentido, la centralidad de la soberanía nacional en estrategias de desarrollo plantea un desafío mayúsculo ya que, incluso desde corrientes de corte heterodoxo (como el neodesarrollismo), ello se ha planteado con una aproximación desterritorializada y ahistórica.
En otras palabras, los modelos videntes más difundidos (que discuten la lógica neoliberal) no contemplan la soberanía como punto de partida y, en muchos casos, ese asunto ni siquiera adquiere el estatus de ser un problema a resolver. Los desafíos en torno a la generación de nuevos y pujantes sectores productivos, de la diversificación exportadora para generar divisas y financiar al Estado, para enfrentar los procesos de extranjerización y de explotación predatoria y de enclave de nuestros recursos naturales, así como para hacer frente a los desequilibrios territoriales, son aspectos que deben abordarse estrictamente desde la dimensión soberana. Se puede encontrar inspiración en los postulados de décadas pasadas del pensamiento latinoamericano, pero esta es, sin dudas, una gran cuenta pendiente que requiere grandes esfuerzos y construcción colectiva de nivel teórico, político y práctico.
Muchos de los desafíos del desarrollo han sido tradicionalmente abordados desde una perspectiva económica. Sin embargo, los problemas descritos van más allá de ese enfoque. Muchas visiones actuales están reformulando los abordajes usuales, enfatizando la necesidad de una aproximación interdisciplinaria, siguiendo la tradición iniciada en el estructuralismo. Esta articulación de disciplinas -que incluyen sociología, antropología, historia, ciencias políticas, ingenierías, relaciones internacionales, entre otras- permite una comprensión más completa de la realidad y abre nuevas posibilidades de investigación y análisis. La interdisciplinariedad no debe limitarse al plano de las ideas, sino que también debe ser incorporada en el diseño de políticas públicas y estrategias colectivas. En este aspecto se manifiestan claramente áreas prometedoras de trabajo conjunto multidisciplinar. En efecto, América Latina es pionera en estas articulaciones, lo que ha generado una trayectoria de colaboración particularmente potente. Si bien este segundo elemento, que consiste en no compartimentar disciplinarmente el análisis de los problemas que hay que resolver no está superado, ha avanzado de una manera muy prometedora durante el último tiempo y es un camino que se debe profundizar.
El asunto de las CGV
El tercer aspecto a resaltar, es que el mundo ha cambiado y que las recetas de décadas pasadas no pueden aplicarse a la espera de resultados transformadores. Las vertiginosas transiciones internacionales, la conformación de un mundo indiscutiblemente multipolar, el número y ritmo de innovaciones tecno-productivas, el rol de las tecnologías de la información y de las telecomunicaciones han cambiado las formas de vincularnos y de relacionarnos con el entorno. Uno de los cambios más drásticos que se debe señalar dentro de las transformaciones recientes es el de la consolidación de las Cadenas Globales de Valor (CGV) o redes globales de producción, que transforman la forma en la que se despliega y reparte la producción a nivel global. Mediante contratos, estas estructuras resguardan las tecnologías clave y segmentan las tareas de la cadena, generando una consecuente trivialización del rol de la manufactura.
Estas nuevas organizaciones deslocalizadas y multi-territoriales están conducidas por grandes corporaciones multinacionales que, mediante este inédito esquema, han generado mecanismos que aplacan de manera notable las posibilidades de aprendizaje tecnológico y de encadenamientos locales de los sectores tecnológicamente más dinámicos (por ejemplo, la industria automotriz, textil, electrónica y plástica son algunos casos en los que ello se refleja crudamente) y que son capaces de absorber y compartimentar la renta generada en la cadena de una manera inequitativa para los eslabones menos complejos, que son los cuales en donde nos hemos insertado. Esta configuración productiva y comercial plantea grandes desafíos para las estrategias de desarrollo desde el Sur, en especial en lo que hace a los espacios de intervención estratégica por parte de los Estados. El alcance nacional de las estrategias parece encontrar claros límites al buscar regular cadenas que operan a nivel supranacional, y que además dominan de manera exclusiva técnicas de producción. Los conflictos y contradicciones que surgen de esto dejan a las claras la necesidad de un cambio de enfoque y del reconocimiento del papel que estas estructuras tienen en el mundo de la política pública.
El asunto de las CGV no es el único que tensiona el plano global con el nacional. Otro elemento importante es el financiamiento de las intervenciones estratégicas desde el Estado. En Argentina, así como en el resto de las economías de la región, gran parte del “financiamiento al desarrollo” no se realiza mayormente con fondos propios, sino que se recurre a programas y convenios con Organismos Multilaterales de Desarrollo (como el BID, la CAF, el FLAR, entre otros). En este sentido, cabe preguntarse por la capacidad real que los Estados nacionales tienen en este contexto para decidir hacia dónde dirigir sus estrategias y recursos. Los proyectos financiados por estos organismos suelen responder a intereses particulares, generalmente alineados con los del norte global y las empresas multinacionales que demandan recursos de nuestros países.
En algunos casos quizás coincidan con las necesidades más urgentes o un interés local específico, pero al observar de manera agregada las políticas que financian, se observa un claro patrón hacia la especialización en la producción de recursos naturales y la profundización de un papel subordinado dentro de cadenas globales de valor. Este camino debe superarse, y deben generarse alternativas que puedan acompañar estrategias de desarrollo autárquicas y soberanas que respondan exclusivamente a los intereses de la región. La disputa hegemónica del orden global y el aprovechamiento de las posibilidades que se puedan abrir en ese marco, así como el fortalecimiento de la asociación entre los países de la región parecen dos caminos factibles para revertir esta secuencia recurrente que tiñe la gran parte de los esfuerzos de desarrollo nacional.
En este sentido, toman potencia propuestas alternativas que hasta hoy no han adquirido protagonismo en las estrategias de desarrollo, y que conviven con las anteriores. La primera, parte de la necesidad de cuestionar las reglas de juego del capitalismo globalizado, para centrarse en los propios intereses nacionales y regionales. Es la idea de “desconexión”, de discutir las estructuras de dependencia y buscar una reintegración estratégica en el escenario global multipolar, por ejemplo en lo que refiere al financiamiento del desarrollo, pero también en otros ámbitos de la producción.
La segunda, plantea la necesidad de reconocer que la economía formal no es la única que ha tenido un rol protagónico en las periferias. En ese marco, surge como clave el rol de la comunidad organizada que, frente a la exclusión del mercado, propone generar nuevas condiciones de inclusión para un segmento creciente de nuestras sociedades, en el movimiento que se ha reconocido de manera agregada como la economía popular. Estas visiones aún no han tenido un papel crucial en las perspectivas del desarrollo y su integración parece ser no sólo necesaria sino prometedora para transitar nuevos caminos.
Vale la pena concluir esta reflexión enfatizando dos o tres elementos derivados de las dinámicas descritas. El primero, es que el mundo cambió, y que no sólo debemos atender esos cambios para evitar acrecentar las brechas existentes con otros países, sino que también debemos reconocer nuevas restricciones y cerrojos que no estaban presentes décadas atrás. Muchos de ellos deshabilitan, descolocan o simplemente esterilizan las estrategias tradicionales del manual del desarrollo económico y social. La academia, la política y la sociedad deben estar atentas a estas transformaciones y contemplarlas en sus propuestas.
El segundo, es que ello no es posible sin reconocer la soberanía como fuerza estructurante de las acciones y estrategias. El tercero, es que esos posibles caminos de transformación no pueden recorrerse de manera aislada, en soledad. Por un lado, la interdisciplina parece brindar la oportunidad de encontrar de forma colectiva y original las salidas que aún no son evidentes. Por otro, la acción colectiva y coordinada desde el Sur, tanto a nivel regional como con otros países que comparten nuestra condición y dificultades que enfrentamos parece ser un camino no sólo necesario, sino inesquivable para avanzar en la superación del subdesarrollo. La colaboración entre países puede potenciar los recursos disponibles y facilitar la creación de fondos comunes e instituciones compartidas en áreas clave. La unión y la cooperación latinoamericana son esenciales para enfrentar conjuntamente los desafíos del desarrollo y lograr una prosperidad compartida.
Las aproximaciones interdisciplinarias al desarrollo en América Latina nos invitan a reflexionar sobre los mecanismos que han perpetuado el subdesarrollo en la región. No podemos subestimar este escenario, ya que hemos identificado nuevos obstáculos que dificultan nuestro avance hacia la superación de desigualdades históricas. Para lograr un avance genuino, debemos realizar nuevas reflexiones teóricas e implementar políticas adaptadas, simultáneamente, al nuevo contexto y a las necesidades y objetivos nacionales y regionales. Reconocer los mecanismos que articulan la condición periférica, las modificaciones del contexto y las disputas existentes en torno al dominio de la hegemonía global es crucial para superar la esterilización de estrategias pasadas. La soberanía se presenta como un elemento esencial, pero aún ausente en nuestras estrategias de desarrollo, especialmente en el ámbito industrial. Trabajando juntos a nivel latinoamericano y de manera plural, podremos identificar soluciones que actualmente no son evidentes. Estamos frente a desafíos que finalmente estamos abordando, y el Sur responde en movimiento.
*Rodrigo Kataishi UNTdF: Red PLACTS/ CONICET / Universidad Nacional de Tierra del Fuego
**Débora Noguera Instituto de Estudios Fiscales y Económicos (IEFE), Instituto de Investigación en Políticas Públicas y Gobierno (IIPPyG), UNRN y CONICET