20 años de Okupas: la serie que abrió la puerta a una nueva forma de ficción
Por Diego Moneta
El 18 de octubre del año 2000 llegaba Okupas a la pantalla de Canal 7. La miniserie estaba dirigida por Bruno Stagnaro, quien además estaba a cargo del guión junto con Alberto Muñoz y Esther Feldman. Producida por Ideas del sur, sus once capítulos marcan una ruptura con lo presentado por la ficción nacional en ese contexto. Agencia Paco Urondo dialogó con Ariel Staltari y Diego Alonso, dos de sus recordados protagonistas.
Un antecedente directo de Okupas es la película Pizza, birra, faso, estrenada en 1998 y también dirigida por Stagnaro, junto a Adrián Caetano. Es el inicio de lo que se denominó Nuevo cine argentino, y se buscó trasladarlo a la televisión. La base de la década anterior eran programas costumbristas, donde destacan Grande Pá! y Gasoleros, que transmitían idealizaciones que terminaban en un final feliz siempre. Por eso Okupas es tan disruptiva. Y esa nueva corriente es la que rescata Alonso al afirmar que la serie “es muy recordada por ser cine hecho para televisión, ser actual y tener personajes veraces”.
El punto central es que las otras ficciones se empeñaban en representar una sociedad que ya no existía. El país se hundía en las consecuencias de la lógica neoliberal a cargo del gobierno de Fernando De la Rúa. La desocupación y la falta de vivienda se colaron en la pantalla, y ahí se puede notar la profundidad de esta miniserie, tan novedosa como arriesgada.
Su trama puede abordarse desde muchas aristas pero, principalmente, Okupas es una historia de amistad. Cuenta la historia de Ricardo (Rodrigo De la Serna), un joven de clase media que abandonó la facultad, y tres amigos. Su punto de encuentro es una casa antigua del barrio de Congreso, donde acaban de desalojar a varias familias, que le es ofrecida a Ricardo por parte de una prima. Para Staltari, la serie es tan recordada porque “puso el acento sobre lo vincular en un país muy amiguero que empatizó y siguió la historia”.
La narración comienza con el desalojo y desde el inicio demuestra estar cargada de realismo. Al final del primer episodio, la casa ya está en manos de Ricardo, su amigo de la infancia El pollo (Diego Alonso), Walter (Ariel Staltari) y El chiqui (Franco Tirri). El país está atravesado por el aumento de la miseria y una violencia creciente, como consecuencia de las políticas del menemismo continuadas por La Alianza. En ese sentido, además de lo actoral y lo estético, Okupas hace una lectura acertada de una sociedad que estaba a pocos meses de estallar.
La serie es una representación, para Ricardo y para el espectador, de la entrada a la marginalidad. Su personaje deberá aprender ciertos códigos pero, a medida que se sumerja, no tardará en dar pasos en falso, evidenciando que nada es tan lineal en la realidad. Su guía y refugio, en este mundo que le es ajeno, está representado por El pollo.
Los cuatro amigos vivirán distintas cuestiones, desde acercamientos con las drogas hasta la lealtad por los suyos, mientras se profundiza la amistad. El desafío más importante para el grupo es la entrada de El negro Pablo (Dante Mastropierro), quien encarna al villano más representativo para la trama.
La Ciudad de Buenos Aires, Quilmes y El Docke serán los escenarios naturales de la narración. Stagnaro reformula la forma y el contenido a representar, para adecuarlo a cierto clima de realismo urbano, resignando otras aspiraciones técnicas. Se enfatiza la presencia de la ciudad como trasfondo de los protagonistas, con la cámara como testigo. El registro es casi documental. “Bruno tiene un gran nivel de sutileza, matices y romanticismo para ubicar la cámara y contar con tanta belleza”, cuenta Staltari.
Más allá de ciertos estereotipos que se pueden señalar desde nuestros días, el elenco de Okupas está conformado, en su mayoría, por personas con poca o nula experiencia en el medio, lo que la vuelve más destacable. Sin embargo, el contraste entre los amigos que ocupan la casa y los personajes de Peralta (Augusto Britez) y de Miguel (Jorge Sesán) hoy reactiva categorías que escuchamos diariamente, y ninguna de las mujeres escapa a roles socialmente establecidos.
Otro de los puntos destacables de Okupas fue su musicalización, que incluye un amplio repertorio de rock nacional e internacional. Suenan, a lo largo de la tira, bandas como Almendra, Los redondos, The doors y The rolling stones; estos últimos son una referencia muy marcada en el personaje de Staltari. La producción ganó tres de los cuatro premios Martín Fierro a los que estaba nominada: mejor unitario y/o miniserie, mejor director, y el premio a revelación, por Diego Alonso.
El actor, galardonado por su papel, lo recuerda como “una experiencia inolvidable”, a pesar de ser su primer trabajo largo en televisión. “Para muchos de los que estaban lo era. Yo estudiaba cine en la Escuela Eliseo Subiela y talleres de guion con Juan Bautista Stagnaro (padre de Bruno)”, agrega. “Nos tomamos el trabajo con mucho compromiso y, al estar fuera de la televisión, no teníamos esa presión por el rating”, concluye.
Por su lado, para Staltari, quien también era estudiante (pero de teatro) en la escuela de Lito Cruz, haber participado “hoy tiene un peso específico por el aprendizaje”. Define a Okupas como “un programa de culto que trascendió el hecho artístico de ficción, que es materia de debate en facultades”. Es una serie que “que iba a marcar un antes y un después en la ficción nacional”, completa.
La excelente recepción en su primer año al aire llevó a que Canal 7 la emitiera nuevamente al año siguiente, incluyendo un capítulo 12, dedicado al detrás de escena. En 2002, para promocionar el estreno de Tumberos, Ideas del sur volvió a transmitirla en América TV . Por último, con el paso de Marcelo Tinelli a Canal 9, se retransmitió una vez más, sin el éxito de sus emisiones anteriores. Hoy es posible verla por YouTube en un audio y vídeo bastante precario, a pesar de que la productora debe tenerla en una mejor calidad.
Luego de la sensación y el efecto generado por Okupas, la fórmula buscó ser replicada, muchas veces, por la misma productora. La mencionada Tumberos o Sol negro son algunos ejemplos. Con el tiempo, esa forma de narrar pareció agotarse, a medida que crecía el formato de los reality shows, y terminó cediendo ante un realismo ficcionalizado condensado en Policías en acción, que le permitía al espectador sentirse lejos de todo ese mundo representado.
Para Staltari, una serie como Okupas “difícilmente se repita. Le abrió la puerta a una manera diferente de contar, con escenarios y personajes reales, con diálogos muy buenos e historias contundentes” y, así, allanó el camino para otras tantas producciones, “como Un gallo para Esculapio, donde trabajé y colaboré con Stagnaro”. Alonso complementa que “se han intentado hacer cosas parecidas, pero no han tenido la misma repercusión”.
Actualmente, ambos tienen sus proyectos. Staltari da clases de actuación hace seis años en la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia en Martínez, ahora de manera virtual. "Siempre siendo parte del equipo autoral de Stagnaro, detrás de proyectos para contar historias, que es algo tan lindo”, agrega. Alonso, por su parte, también es guionista ─trabajó, por ejemplo, en la serie Apache─ y presenta proyectos para las nuevas plataformas. “También estoy trabajando en la Televisión Pública en un programa de entrevistas con la pastoral villera y la obra del Padre Pepe”, completa. Espera que, si la situación no se reacomoda, pueda tener de nuevo la oportunidad de ir a trabajar a México y España.
20 años más tarde, la vigencia de Okupas todavía puede notarse. De nuevo, su importancia radica en la irrupción de una manera de representar y narrar totalmente disruptiva para ese momento. Es la demostración de lo que nuestra ficción nacional puede realizar si se intenta, aunque sea un poco, romper el molde. Y, en eso, Okupas tiene mucho que ver.