7 prisioneros: ¿Todo vale a la hora de progresar?
Por Francisco Pedroza
La trama de la nueva película brasilera de Netflix nos cuenta la vida de Mateus (Christian Malheiros), un joven humilde del campo que junto a tres chicos más, y con la promesa de un gran progreso económico, aceptan un trabajo formal en San Pablo. Llegados allí, se encuentran con un desarmadero de chatarra y poco a poco van a ir descubriendo que mas que un lugar de trabajo, es una cárcel y ellos mas que trabajadores, son esclavos dentro de un sistema de trata de personas. Tras fallidos intentos de escape, Mateus se da cuenta que puede ascender en este mismo sistema, aunque esto implique darle la espalda a sus pares.
El largometraje muestra el crudo universo del trabajo esclavo moderno, que si bien en cine no es ninguna novedad, en este caso podemos ver los entramados que allí se manejan y el ascenso de sus ejecutores. Esta visión es un acierto, ya que pone en cuestión la moralidad misma del espectador. No se pueden evaluar conductas desde la tranquilidad de un hogar de clase media y quedarse con el mero juicio a sus representantes, también es algo que durante su casi hora y media de duración se va difuminando. Cuando el contexto es totalmente atroz, la línea entre el bien y el mal es borrosa, la moralidad es solo una cosa pasajera y la lucha por la supervivencia es lo único que parece existir.
El film fue muy bien recibido por la crítica y ha abierto numerosos debates. Si bien la denuncia a este sistema de esclavitud es explicita, el largometraje no se detiene ahí, la suerte de empatización que se logra generar con “el villano” y el entendimiento de decisiones del protagonista hacen que la denuncia se diversifique y no quede solamente en la trata de personas. Vemos que el contexto es mucho más amplio y complejo, la pobreza, la marginalidad y la falta de oportunidades en un mundo cada vez más árido, no solo te pueden llevar a ser una víctima sino que también, te pueden llevar a ser un victimario. En un escenario donde solo están las opciones de matar o morir ¿Quién elegiría la segunda?
Si bien estos tópicos parecen estar más cerca en una región como Latinoamérica, no es algo de lo que quede afuera el resto del mundo. Los sistemas de poder son incontables y cubren todas las escalas. Así como muestra el largometraje, el escape nunca fue una opción, abrazar a nuestro captor tal vez siga siendo lo mejor.