Emmy 2022 mejor serie dramática: Succession, el pequeño milagro de la última década
Desde 2018 a la fecha, los Premios Emmy decidieron coronar en la categoría Mejor serie dramática a las dinastías que construyó la televisión. Desde Game of thrones hasta Succession, sin dejar a The Crown de lado, la lucha por el poder se adueñó de las narrativas audiovisuales que lograron tanto el reconocimiento público como el visto bueno de la crítica. Sin embargo, la temporada de premios siempre enciende la controversia y esta vez no fue la excepción. En una época de sobrepoblación, Succession consiguió alzarse con la estatuilla por segunda vez debido a que, simplemente, es una de las mejores series de las últimas décadas.
Succession no tiene pasado, no es un spin-off ni una reversión. Es una idea detalladamente coreografiada por Jesse Armstrong que se asienta sobre una praxis argumental que tiene un lugar privilegiado en el público: la sucesión. Un tema que no sólo evoco Game of Thrones sino reliquias como El Padrino y Macbeth de William Shakespeare. Esos son los tonos que adopta durante sus tres temporadas, pero con una mirada actual. No son reyes librando guerras sino un clan dispuesto a dar pelea por quedarse con el imperio mediático que construyó el patriarca.
A su vez aborda, con precisión brutal, al poder como tópico, que también se apoderó de las tramas televisivas. Breaking Bad, House of cards y Billions son algunas del largo listado de imprescindibles, pero quizás la novedad de Succession sea que las manipulaciones y las trampas suceden dentro y no afuera, es decir, son parte del corazón de la vida familiar de los Roy. No hay empatía y ese es un efecto contagio. No la sienten ellos, pero tampoco la percibimos los espectadores. Esa es la moral de la serie, del contexto y de la época que Armstrong quiere recrear y, sin dudas, lo logra en cada episodio.
El camino de Succession no está exento de obstáculos que, a la fecha, la tira logró sortear. No es una serie liviana ni mucho menos, tiene una trama con mucho peso, pero adopta un tono y un clima que la dinamizan. No nos cansamos ni necesitamos una pausa porque es adictiva. Su argumento es un equilibrio difícil de diseñar entre un guion sin fisuras y actores que dan en el blanco, tanto los personajes principales de la familia Roy, como otros del reparto que toman las sobras del clan sin reserva ni asco.
Quizás el debate a futuro, que aún tiene destino incierto, es si terminará extendiéndose más de la cuenta o si elaborará un final que no cumpla con las expectativas de lo que fue su desarrollo. Hace poco, en una entrevista, el actor Brian Cox sostuvo que “no querían que la serie se quede más tiempo de lo esperado como sucedió con Billions, que pasó su fecha de caducidad”. Quizás hacemos bien en no ilusionarnos mucho más allá de una cuarta temporada, que ya se terminó de filmar y tiene fecha de estreno en 2023.
Logan (Cox) es un migrante escoces al mejor estilo self-made, todo lo que tiene lo construyó por sí mismo. Un pulpo que alimenta al resto de los personajes a través de la maquinaría de dinero y poder que él fabricó. Dinámica de la que sus hijos son víctimas, pero también victimarios. Sin lealtades y llena de grises, la trama recrea un escenario donde todo está permitido y, probablemente, ese sea otro de los grandes aciertos, una coyuntura donde cualquier cosa puede pasar todo el tiempo.
Habrá otras grandes producciones que dieron en el clavo pero, sin dudas, Succession es ese pequeño milagro que ocurre muy de vez en cuando. La serie imprescindible que se hizo a sí misma con sangre, sudor y lágrimas y un gran fuck off dispuesto a musicalizar cada temporada.