The Pitt: el éxito del drama médico que siempre está volviendo

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PREMIOS EMMY 2025

The Pitt: el éxito del drama médico que siempre está volviendo

19 Septiembre 2025

Una de las sorpresas de los Premios Emmy de este año fue el triunfo de The Pitt en la terna a mejor serie de drama, no tanto por el éxito que venía acumulando la producción de R. Scott Gemmill sino por otras que corrían con favoritismo. Sin embargo, la vigencia de un género en sí mismo, con sus códigos y tipos ideales, hizo valer su peso: también se llevó las estatuillas a mejor actor principal, actriz de reparto y actor invitado. ¿Qué hay detrás de una de las sensaciones del momento? ¿Un drama médico como cualquier otro o algo más?

Si hay una fuente inagotable de tramas narrativas es el aspecto laboral de la medicina, junto con la policial, dada la cantidad de emociones, motivaciones y tensiones diarias. No obstante, en general, responde a una lógica más televisiva, antes que la de las plataformas, por su formato episódico, que no requiere un orden estricto, y sus casos autoconcluyentes, por lo que habían perdido cierta relevancia. Durante años ER Emergencias fue la referencia del género, luego relativizada por la llegada de House y Grey´s Anatomy. Sin dudas, la obra del médico y novelista Michael Crichton se convirtió en una producción pionera.

El mencionado Gemmill, uno de los creadores de ER, y Noah Wyle, protagonista y quien más duró en la misma -254 capítulos a lo largo de 15 temporadas-, recuperan de alguna manera su esencia. The Pitt no es un spin off, al menos no en teoría, pero sí una heredera espiritual y, en algún punto, un intento de televisión que funcione como tal, dados sus quince episodios de una hora. Si se compara con otras producciones, es contracultural.  

La serie, estrenada al inicio del año, nos sitúa en el Hospital de Pittsburgh, apodado “The Pitt” por sus trabajadores, y sigue al personal del servicio de urgencias, encabezado por Michael Robinavitch (Noah Wyle). La diferencia con el resto es su impronta narrativa: cada capítulo cuenta, casi a ritmo real, lo que ocurre en una hora de las quince totales del turno laboral, al mejor estilo 24. Si bien hay elementos serializados, apela a que cada una de ellas sea una unidad cerrada en sí misma. La idea surge de la inquietud de Wyle, que también es guionista, y John Wells, otrora productor de ER, por la realidad del sistema sanitario público estadounidense postpandemia.

Robinavitch vive al límite del colapso, entre secuelas personales y exigencia de rentabilidad. Su equipo está integrado por Frank Langdon (Patrick Ball), su mano derecha; Dana Evans (Katherine LaNasa), jefa de enfermería; Heather Collins (Tracy Ifeachor), embarazada sin que nadie lo sepa; Samira Mohan (Supriya Ganesh), criticada por sus demoras; y Cassie McKay (Fiona Dourif). Hay que sumar a las y los nuevos residentes, a quienes se les da la bienvenida al inicio de la temporada, que son Victoria Javadi (Shabana Azeez), Melissa King (Taylor Dearden), Dennis Whitaker (Gerran Howell) y Trinity Santos (Isa Briones), un grupo heterogéneo que irá ganando centralidad. A su vez, tenemos varios casos por episodio, lo que convoca a otro amplio abanico de personajes, cada uno con sus propias derivas profesionales y personales, al igual que el elenco principal. Alta densidad dramática.

La polémica 

Desde el vamos, el punto de partida de la notoriedad de The Pitt era su relación con ER, en algún punto la secuela que nunca tuvimos, a pesar de las tantas que ha habido el último tiempo en todas sus formas y temáticas. En agosto pasado, Sherri, la viuda de Crichton, alegó que su difunto esposo debía ser acreditado como creador. Según detalla la denuncia contra Wells, Wyle, Gemmill y Warner, el primero de ellos le informó la propuesta dos años antes y que, tras revisar contratos, tenía derechos sobre materiales derivados de la serie original -como heredera, debía dar su visto bueno-. El vínculo tenso ya venía con una disputa previa por Westworld, en la que sólo aparecía el nombre en los créditos finales.

Sin embargo, a Sherri le aseguraron que el proyecto inicial estaba descartado, tras varias negociaciones muertas y lecturas del piloto. Pocos días después, las partes mencionadas presentaron otra idea como nueva y desvinculada, por lo que solicitaron que se desestime el recurso. De todas formas, si el proceso avanza podría llegar a juicio y afectar la actual reputación de The Pitt. Cabe destacar que hay momentos en los que se refiere a la vida de su protagonista en la tira previa, quien interpreta a Robinavitch al mejor estilo de John Carter, su anterior papel, más allá de las diferencias, e incluso con varios guiños. Por algo se la vincula con ER y no con St. Elsehere, Chicago hope o The good doctor, entre otras.

¿Qué la vuelve tan relevante?

Por otro lado, hay sobrados elementos narrativos y técnicos para que The Pitt se haya consolidado como una de las grandes opciones de este año. Ha recibido elogios por su escritura, dirección y actuaciones, además de su representación precisa del mundo de los trabajadores de la salud, más allá de que, en el afán del tiempo real, termina pisando funciones entre médicos y enfermeras. A su vez, el recurso de complejizar casos que de entrada parecen simples se vuelve previsible, pero su enfoque realista de la actualidad del sector sanitario público estadounidense -y sus posibles traslados- es su mayor fortaleza.

Suele decirse que una producción puede interesar por lo que narra o por la forma en que lo hace. The Pitt es un poco las dos. El ritmo frenético combina tensión clínica y emocional -e incluso momentos de humor- con un elenco coral bien construido en el que no hay tiempo para el desarrollo de tramas secundarias, ni siquiera descansos. Funciona porque el guion permite hacernos idea del trasfondo de cada protagonista y, al mismo tiempo, abre muchas aristas en simultáneo, lo que genera la sensación de caos. Es una rutina demoledora, en tiempo real, y brutal, y de esa manera se siente: la urgencia constante define a la serie.

En ese sentido, el realismo que maneja se apoya en la reivindicación vocacional. Esa celebración se comparte con su causante y El ala oeste de la Casa Blanca, entre otras. El foco está en el personal, y la crudeza del ambiente, antes que en los pacientes y, en ese camino, Wyle es el centro gravitatorio. Los casos comunes no pierden verosimilitud en el afán de favorecer el drama, así como cede autenticidad, por ejemplo, cuando a veces prescinde de barbijos, para facilitar la inmersión y compresión de la experiencia televisiva. La cámara por encima, planos largos e incómodos, y luz blanca clínica, sin banda sonora ni diálogos pomposos. Hay una puesta en escena que, en todo sentido, se mete bajo la piel. 

Cabe señalar, a su vez, que The Pitt no esquiva temas complejos ni los suaviza con cierta anestesia narrativa. Aborda temáticas actuales con crítica social, no sólo en las historias sino en los protocolos, en la escasez de recursos y en la situación del personal. Tampoco pierde actualidad. Si bien el impacto de la pandemia se recupera con flashbacks que son anticlimáticos, hay lugar para la crisis de los opiáceos y, sobre todo, la comercialización de la sanidad estadounidense, con la exigencia de mejores puntuaciones de satisfacción y la utilización de tecnología. Por último, la diversidad de personajes escenifica cambios culturales y tensiones sociales, raciales y políticas. 

En definitiva, podría pensarse que tomaron lo mejor de ER y lo comprimieron en quince capítulos. Eso resulta, por un lado, en que todo está y funciona como debe, pero, por otro, la sensación de homenaje, quizás estrategia voluntaria, nunca desaparece. No reinventa ni es original, pero sí es efectiva en su ejecución. De hecho, cuanto más se desvía de ese eje más trastabilla. HBO Max cumple con lo que promete con la serie: es el recordatorio de la existencia de fórmulas duraderas ante una oferta tan saturada. La segunda temporada, ya confirmada, no sólo saltará en el tiempo, por su dinámica propia, sino que debería soltar su pasado modélico para poder explorar más allá y consolidarse como un nombre en sí mismo.

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