Euphoria: las sombras de una generación adolescente
Por Micaela San Martín M.
Es innegable que este ha sido un gran año para HBO. A partir de producciones originales y coproducciones que se cuentan entre lo mejor del 2019, deja series como Chernobyl, Watchmen, Years and Years y Euphoria, de la que hablaremos a continuación.
La serie es arte en estado puro, atractiva visual y emocionalmente. La combinación de música e imagen complementan a la perfección lo que se está contando. Con ocho episodios, el creador, director y guionista Sam Levinson ha redefinido la forma de retratar ciertas temáticas que ya muchas veces habían sido abordadas. Es el encargado de llevarnos en un hipnótico viaje por las luces y sombras de una generación; y no hablamos solamente de una historia con drogas, amor y sexo, sino que nos hundimos en los problemas que marcan a la juventud y a una sociedad entera que suele subestimar a la adolescencia.
Para el público no pasó desapercibida, la prueba de ello es que ha sido la serie más comentada en las redes sociales este año, quedando por detrás el gigante de HBO, Game of Thrones.
En los capítulos que componen la primera temporada (la serie tiene confirmada una segunda para 2020), conoceremos las historias de un grupo de estudiantes que tienen que aprender a sobrellevar sus vidas cargadas de machismo, drogas, cánones de bellezas imposibles, redes sociales, traumas, violencia, malas relaciones y sexismo. Hasta acá la premisa no dista mucho de cualquier otra serie sobre adolescentes que esté rondando por ahí, pero lo que diferencia a Euphoria de otras es la forma de abordar y narrar estas problemáticas.
La estética es un componente clave a la hora de transmitir la historia hacia al espectador; cada personaje está muy bien definido, la corporalidad y vestimenta aportan lo necesario para revelarnos más de cada uno. Cada vez que se exhiben las miserias más profundas, los llantos vienen cargados de "glitter" y luces de neón contrastando con los vacíos emocionales que presentan.
El guionista y director, la banda sonora de Labrinth y el trabajo de fotografía de Marcell Rév, Drew Daniels, Adam Newport-Berra y André Chemetoff consiguen crear un aspecto visual realmente único para la serie que atrapa con sus planos y música, pero también con un guion que es sincero y que se centra en los triunfos y tragedias de nuestros protagonistas.
La historia gira alrededor de Rue Bennett, la protagonista, interpretada por una de las actrices más destacadas de esta generación, Zendaya, la cual vuelve a casa tras un periodo en una clínica de desintoxicación. Al poco tiempo de haber salido ya la vemos drogarse nuevamente, dejando en claro que el aislamiento no la ayudó con su adicción. Las drogas para ella no son el problema, sino una solución desacertada. Una alternativa momentánea que usa Rue para huir de sí misma sabiendo el daño que causa a su familia y el reflejo que le está dando a su hermana. Más allá de todo esto, es la única forma que encuentra para evadirse de una realidad que la ahoga desde la muerte de su padre.
La corporalidad del personaje de Zendaya es un factor a destacar también, poco se preocupa ella por su cuerpo. Lo maltrata a lo largo de la serie, ya sea con el (ab)uso de drogas o con una infección que ella misma se causa. El deseo inconsciente de degradar su propio cuerpo está presente, y que va de la mano con el desprecio a su vida en general y a los problemas que desde niña la persiguen.
Cada episodio cuenta una historia. Los personajes se van desarrollando y profundizando para ayudarnos a entender cómo llegaron a donde están, para ir conectando y generando empatía con ellos.
Rue es el hilo conductor de una temporada que va recorriendo a cada uno de los personajes secundarios a medida que avanzan los capítulos. Al conocerlos, nos vamos dando cuenta de que quizás ella tenga un problema con las drogas, pero no es la única que se destruye con sus decisiones.
Al volver, Rue conoce a Jules Vaughn (Hunter Schafer), una chica transexual con la que rápidamente se siente cómoda y que eventualmente se convierte en su mejor amiga. Jules tampoco tuvo una infancia fácil. Nació con el cuerpo de un niño, fue maltratada por querer mostrarse como es y fue abandonada por su madre.
Otros personajes como Kat (Barbie Ferreira), Cassie (Sydney Sweeney), Maddye (Alexa Demie) y Chris (Algee Smith) van a venir a representar inseguridades con respecto al mundo en el que viven, ya sea con su físico, las reputaciones, con sus vincularidades o, incluso, con las masculinidades.
Un capítulo aparte es Nate (Jacob Elordi), que en su posición de "macho alfa", quarterback, popular, con una gran familia y otros estereotipos del estilo, devela que su vida perfecta oculta engaños y frustraciones.
Todos ellos, en cada episodio, van a ir contando sus vidas cargadas de diferentes tipos de matices. En Euphoria nada es lo que parece.
La serie está cargada de momentos con sexo explícito, desnudos, drogas de todo tipo y violaciones, pero estas no son más que la excusa para explorar un mundo que describe, en definitiva, a nuestro mundo. Con ingenio, el show logra escenas donde la protagonista va a fantasear ser una detective, o va a explicar, de forma graciosa, diferentes temas rompiendo la cuarta pared. El mensaje que subyace a todo esto es que estos jóvenes no son seres aislados que viven "la adolescencia”, sino que son parte de una sociedad que los forma y los deforma, que poco los acompaña y mucho los critica.
Por todo esto, la serie de HBO es una perla que nos invita a una montaña rusa de emociones, pensamientos y estados mentales, que aportan lo necesario para vivir, disfrutar o entender a una generación entera.