Get Back: volver a Los Beatles
Por Melany Grunewald
No me resulta sencillo hablar de Los Beatles si no es desde el corazón. ¿Acaso alguien puede tomarse la tarea de hacerlo, despojándose de todo lo que le significan? Sería tonto enumerar los múltiples símbolos que se me atraviesan en torno a ellos. Después de todo, si hay algo que son los Fab Four, es un recorte: una parte de cada uno de nosotros. Pueden aparecer como imágenes más o menos vinculadas en la infancia. O recordarse como algo más concreto de la adolescencia. Fueron el primer amor musical de tantos. No hay reglas ni cosas fijas. Pueden significar algo diferente para cada quien. Un verdadero patrimonio de la humanidad.
Get Back, el documental de 8 horas dividido en tres partes y dirigido por Peter Jackson nos muestra, tal vez, aquel otro gran recorte que Michael Lindsay-Hogg no pudo (o no quiso) lograr en 1970 con Let it be. Además de la duración, se diferencia notablemente de aquello que pretende contar y las sensaciones físicas en las que sumerge al espectador.
En cuanto a “las sensaciones físicas”, pese (o debido) a la longitud de las 3 partes que recapitulan las tres semanas previas al mítico show en la azotea, el cuerpo logra abstraerse del tiempo y espacio actual para transportarse junto a ellos en algún rincón de los estudios Apple. Se está ahí, se está con ellos y el espectador se convierte en una suerte de testigo del proceso creativo: ve cómo van mutando letras, melodías y armonías. Se puede vislumbrar cómo a partir de una cosa amorfa o una neblina espesa, empiezan a aflorar unos acordes, un par de palabras y casi de forma milagrosa, emana una canción. Nacen de un modo que difícilmente se haya podido imaginar cualquiera que no se haya topado con la tarea de crear canciones. Además de todo lo bonito que pueda significar “estar ahí”, también se perciben las dificultades que implicaba “estar ahí”. Se sienten los aires caldeados, las susceptibilidades, la tensión. Incluso las ganas de sobrellevar la convivencia de la mejor manera posible.
El documental no busca contar cuándo se separa la banda, ni cómo. Inevitablemente sucede que a raíz de lo que se va mostrando, lógicamente afloran los porqués, pero no es el foco sustancial de lo que quiere comunicar. Lo que importa es el registro del desarrollo del proceso, el “long and winding road” cuando hay un proyecto en común entre personas que ya no se ponen de acuerdo fácilmente. Pero sin desmerecer el cariño que prevalece entre ellos. Podríamos decir que el documental de Jackson viene, por un lado, a romper viejas leyendas en cuanto a las formas en que Los Beatles se separaron y, por otro lado, a subsanar la deuda respectiva para con sus ¿”seguidores”?. Permítanme ser cabeza de termo: la deuda era con todo un mundo. Merecíamos saber cómo eran verdaderamente los acontecimientos que, de forma simplista, fueron dibujados como un final muy oscuro. Del mismo modo simplista, podemos desmitificar que no eran exclusivamente los egos de Paul y John discutiendo; que no era cierto que George y Ringo estaban al margen de todo; que no fue culpa de Yoko. Merecíamos verlos no como genios, si no como jóvenes de entre 26 y 29 años que vivían ser un fenómeno y un éxito inédito, pero que necesitaban apartarse para expandirse artísticamente, y que en ese aspecto no sintonizaban. Merecíamos entenderles lo doloroso de ese proceso, y de la inminencia de la ruptura.
Lo más desmitificante de Get Back es el modo en que se decide mostrar la personalidad de cada uno. A mi humilde parecer, Paul tiene un carácter mucho más firme, meticuloso, metódico pero era más fácil decir que era “insoportable”. John conlleva una capacidad innata para manejar el ánimo colectivo: si está tenso, todos lo están; si elige descomprimir con chistes, todos bajan los cambios. Pero esencialmente se lo muestra más abierto a la escucha y menos orgulloso de lo que hicieron que pareciera. Por lo menos en lo que respecta a ese momento en donde se graba Let it be. En George, por otra parte, vemos sus esfuerzos por correrse del segundo plano y que sus ideas sean tomadas con otra consideración. Eso no es nuevo, pero si noto que su carácter fue injustamente diluido en las leyendas, y que en ese momento era mucho más cabrón. Ringo tal vez sea el más genuino en cuanto a su imagen. Es el simpático, el bonachón, pero también el que más se presta a la colaboración para trabajar.
En la misma línea, después de construirnos la imagen de que sus últimos tiempos juntos fueron insoportables, resulta reconfortante ver cómo los instrumentos pareciera que les sirvieran, además de para ejecutar la música, como un cable a tierra que los pone en un mismo eje y los encarrila en la misión de terminar con las propuestas. Funcionaban porque eran ellos, y porque eran los cuatro. Si faltaba cualquiera, la mesa no se sostenía. Incluso con Billy Preston, quien colaboró durante los ensayos, hacía tan bien su aporte que Los Beatles parecen confiarle la vida con los ojos cerrados. Un entendimiento tácito.
Particularmente, siento que la decisión de subir el documental a la plataforma Disney + no es la acertada. Básicamente porque no es la plataforma de más alcance, y creo podrían haberse dado el lujo de balancear en favor de mayor acceso, representado incluso en mayores vistas. Por otro lado, también debería poder conseguirse en formato físico, fetiche del coleccionista.
De cualquier manera, más allá de la plataforma en la que quisieran publicar el documental, es innegable que Los Beatles conforman un verdadero bálsamo en el alma, ni hablar después de lo que tuvimos que padecer como humanidad el último tiempo. 50 años más tarde siguen conmocionando generaciones enteras. Es cierto que el documental recibió sus críticas acerca de la larga duración de los capítulos, pero ¿qué harías si te dijeran que tienen 150 horas de material inédito grabado de los ensayos de tu banda favorita? ¿No las verías?