La casa de los conejos: narrar desde la infancia
Por Diego Moneta
En el último dossier de Agencia Paco Urondo sobre el exilio, Valeria Selinger adelantaba su primer largometraje de ficción. La casa de los conejos, adaptación de la novela de Laura Alcoba “Paseos, una pequeña historia argentina” (Manèges, petite histoire Argentine, en francés), llega a las salas de nuestro país este jueves 21 de octubre. En diálogo con APU, la directora, que reside en París, desliza que la “historia nace en ese libro” que la atrapó al igual que a la mayoría, en especial por los “puntos de contacto” con su vida.
La película sigue a Laura (Mora Iramain García, nieta de Matilde "Tili" Itzigsohn, militante peronista y delegada gremial desaparecida durante la dictadura), que con tan sólo ocho años ya sabe lo que es usar nombres falsos y cambiar de hogar. Ana (Guadalupe Docampo), su madre, tiene pedido de captura y su foto sale en los diarios. Su padre es preso político. Ella sabe que para sobrevivir es necesario no decir nada, ni siquiera a su abuelo y abuela, representados por Miguel Ángel Solá y Silvina Bosco respectivamente.
El film parte seis o siete meses antes del golpe militar del 24 de marzo de 1976. Ana y Laura se instalan en la casa de los conejos, donde viven Diana Teruggi (Paula Brasca), embarazada de tres meses, y su marido Daniel Mariani (Patricio Aramburu), más conocidos como Didi y Cacho. Allí funcionará la nueva imprenta del periódico Evita Montonera, órgano de prensa fundamental para la organización. La fachada será la cría y venta de animales. El aporte clave lo hará el ingeniero (Darío Grandinetti), fascinado con Edgar Allan Poe. La directora asegura que “es un elemento que quería obviar” hasta que fue necesaria su inclusión para lograr tensión, pero que es “espejo de una de las tantas versiones que cree que fue quien, habiendo sido torturado”, delató al resto. “Es la postura que toma el libro y en la película es un poco ambiguo”, completa.
La adaptación de la obra, que también se llevó a cabo para radio y teatro, se suma a otras producciones culturales que desplazan el foco de los adultos para narrar desde la mirada de las infancias. A nivel filmográfico podemos señalar Infancia clandestina, de Benjamín Ávila, pero fue mayormente abordado desde lo literario. Raquel Robles, una de las fundadoras de H.I.J.O.S, es la autora de “Pequeños combatientes”. Al mismo tiempo, Ángela Pradelli escribió primero “En mi nombre: historias de identidades restituidas”, con testimonios de personas nacidas en cautiverio o apropiadas desde muy temprana edad, y luego “La respiración violenta del mundo”, sobre una niña que queda sola una madrugada tras el secuestro de sus padres.
De esta manera, en La casa de los conejos lo que importa es Laura y su manera de percibir. Tras la mudanza, la infancia va perdiendo la inocencia. Viajes sola en colectivo, cacheos en comisarías, jugar entre muñecas e imágenes del Che Guevara. Ese es el cotidiano de la niña y los recuerdos que le quedarán. Sin poder ir a la escuela, la clave es lo que se vive ahí adentro, desde educarse en el hogar a la visita de César (Federico Liss), responsable político del grupo. Para Selinger la “historia que se cuenta es esa voz y mirada infantil” y “no hubiera podido ser de otra manera” porque eso es lo que le produjo la identificación, y el resto no es de su interés narrarlo más allá de posiciones coincidentes.
En esa clave, los aspectos sensoriales se vuelven determinantes. Su infancia se llena de secretos, nervios, miedos y ansiedades. Los discursos de época sólo contextualizan la vida de Laura, que lidia con no tener que generar dudas, esquivando decir su apellido. Es una voz silenciada en lo colectivo, por la presión a que los espíen y persigan. Todo esto la vuelve una película fragmentada, con cámara nerviosa y más baja. Lejos de una búsqueda de explicaciones, se plantea desde la interpretación de una niña, que también es un poco adulta, y deja al espectador la valoración y reflexión de lo sucedido.
La casa de los conejos es una coproducción entre Francia, Alemania y Argentina, en la que el principal aportante es el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). Si bien la historia es sobre el hogar ubicado en Calle 30, en la Ciudad de la Plata, donde hoy funciona la Asociación Clara Anahí, la filmación se llevó a cabo en Ensenada, con la cooperación de la Municipalidad. Además, la música estuvo a cargo de Daniel Teruggi, hermano de Diana, una de las protagonistas de los hechos. Selinger espera que en nuestro país se replique “la emoción y el debate que generó en el público” de otros festivales, ya que decidió esperar la presentación por decidir que era “mejor un estreno en pantalla grande”, y que “contribuya a que las salas de cine estén cada vez más llenas”.
En la actualidad, la casa puede ser visitada como uno de los Sitios de la Memoria. Casi la totalidad de quienes se encontraban en ese momento fueron asesinados por fuerzas militares y policiales el 24 de noviembre de 1976. Mariani fue detenido y posteriormente desaparecido. La hija de Didi y Cacho, Clara Anahí, fue apropiada, y su abuela, María Isabel Chicha Chorobik de Mariani, más conocida como Chicha, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, la buscó incansablemente hasta su fallecimiento en 2018. Hasta el día de la fecha, al igual que otros cientos de bebés, se desconoce su paradero, y contribuir a su encuentro es el otro deseo que tuvo al inicio del proyecto la cineasta.
Quienes tengan dudas acerca de su identidad o información acerca de las apropiaciones de menores, hoy Clara Anahí tendría 45 años, pueden comunicarse al correo de la Asociación asociacionanahí@gmail.com o al teléfono de Abuelas 4864-3475.