Morbius: ¿Qué hiciste Marvel?
Por Manuela Bares Peralta
El estreno de The Batman de la mano de Matt Reeves consiguió un estado al que el mundo cinematográfico de superhéroes no nos tenía acostumbrados: un frágil equilibrio entre el multiverso de Marvel y DC Comics. Una competencia que se renueva con los reboots que se estrenan cada temporada sobre los principales héroes y villanos de ambas franquicias. Sin embargo, al igual que el Joker y Batman o Spiderman y el Doctor Octopus, un universo no puede existir sin el otro, sin sus éxitos, pero tampoco sin sus fracasos.
Una parte del éxito de los Avengers se explica porque, a través de los años, el ecosistema que rodea al Caballero de la Noche se fue perfeccionando y viceversa. Consumimos Marvel porque nos da lo que no encontramos en las producciones de DC, vemos DC porque consiguió diferenciarse de Marvel. Sin ir más lejos, las fallidas Daredevil y Elektra fracasaron— en parte— por lo mismo que Batman vs Superman o el Escuadrón Suicida: copiar un estilo que era contradictorio a la génesis de su propio arco narrativo. Si quiero ver una seguidilla de buenas escenas de acción, entremezclada con alivios de comedia veo Marvel; si quiero ser testigo del equilibrio quirúrgico entre el cine de acción y una teoría argumental con suficiente densidad elijo DC. Cuando ambos sellos encuentran sus límites y, también, sus posibilidades, nosotros nos convertimos en los mayores beneficiados.
Esta tregua construida bajo los cimientos del exitoso multiverso de Marvel y de las impecables franquicias de Batman, edificadas por Christopher Nolan y Matt Reeves, nos obliga a ser— mucho más— rigurosos con la recién estrenada Morbius, una reversión del “vampiro viviente” que Daniel Espinosa extrajo de la saga de cómics de Spiderman. El Doctor Morbius (Jared Leto), secundado por las actuaciones de Matt Smith y Jared Harris, es fácilmente olvidable. Quizás porque su arco narrativo simplemente se desmorona después de los primeros veinte minutos o porque ninguna escena— ni siquiera en términos visuales— logra generar un impacto perdurable.
De esta forma, el último estreno de Sony, en esta especie de relación conflictiva llena de tires y aflojes que mantiene con Disney— vale aclarar que comparten los derechos sobre Spiderman—, se transformó en uno más de los fallidos intentos que la productora llevó adelante con el objetivo de ampliar el éxito que el hombre araña cosechó en los últimos años.
Sin ir más lejos, esta versión moderna del doctor Jekyll y Mr. Hyde pero con su propia dosis de Nosferatu se queda, a duras penas, a mitad de camino: nunca terminamos de conocer la genealogía de este pseudo villano, ni siquiera podemos rastrear un mínimo intento en el guion confeccionado por Matt Sazama y Burk Sharpless, ni tampoco de digerir los escasos conflictos que lo rodean. Una falta que sólo podría ser remediada si las escenas de acción fuesen lo suficientemente buenas como para olvidarnos de la narrativa accidentada de la historia, pero eso tampoco pasa.
Puede ser que, a pesar de errores propios, a Morbius no la ayude la llama emocional que despierta en nuestro subconsciente. El parecido del personaje creado por Roy Thomas en 1971 con el mismísimo Drácula, tras la relajación de la doctrina que prohibía la inclusión de vampiros, hombres-lobo y otros personajes sobrenaturales a los cómics estadounidenses, probablemente abone al poco interés que despierta este casi villano. Si bien, a lo largo de los años, se ensayaron diversas reversiones del clásico de Bram Stocker, algunas más cómicas y otras más lúgubres, la combinación que ensaya Daniel Espinosa respecto a los orígenes de Morbius pierde la impronta disruptiva que supo construir el cómic. En vez de permitirse licencias con el objetivo de naufragar esa ancha avenida del medio que separa a Marvel y DC, la propuesta de Sony insiste en recrear el “mundo Marvel” con una estética más cercana a la Liga de la Justicia de Zack Snyder, sin la densidad de la trama que la caracterizó.
La película en sí no es mala, pero sí es olvidable y, por momentos, hasta resulta incómoda, al punto de tensar con fórceps un arco argumental que es difícil de entender, más allá de los guiños obvios al universo de Spiderman con referencias a Venom y a Vulture (Michael Keaton).
Morbius sirve de ejemplo para describir un terreno que le es hostil a Marvel, el de las tramas oscuras. Un terreno que DC domina a la perfección. Más allá de este intento a medias, ambos sellos lograron remixar sus personajes más memorables, brindándose a sí mismos las licencias necesarias para alejarse de los cómics y esbozar personajes y tramas acordes a la época y a la demanda de su público. Cuando eso pasa, y ambos universos parecen ponerse de acuerdo y trazar una línea imaginaria de pertenencia, nosotros obtenemos lo mejor de ambos mundos.