The order: La pastoral paranoica de Robert Jay Mathews

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The order: La pastoral paranoica de Robert Jay Mathews

18 Febrero 2025

A poco de avanzar The order, de Justin Kurzel, comprobamos que su trama central se sostiene en el enfrentamiento entre el agente del FBI Terry Husk (Jude Law), fumador con una cicatriz en el pecho, con Robert Jay Mathews (Nicholas Hoult), joven familiero que trabaja honestamente de electricista mientras sueña con volar por los aires “al Gobierno de Ocupación Sionista”, como llaman los supremacistas blancos al Gobierno Federal en Estados Unidos.

La acción empieza con la llegada de Husk a Coeur d'Alene, en el noroeste de Idaho, a donde es enviado para reabrir una oficina del FBI. Al solitario Husk, que espera a su familia que nunca llega, le bastaron unas pocas visitas a los bares de la ciudad para oler el hedor supremacista en el aire. Husk es en realidad el veterano agente Wayne Manis y el paisaje de bosques y lagos, al revés de lo que pensó en un principio, le representó cualquier cosa menos un alivio para su carrera de casos complejos contra la Mafia y el Ku Klux Klan, como cuenta en su autobiografía “The street agent”.

El duelo entre Husk y Mathews como lo muestra The order, matizado por encuentros furtivos y contraseñas de fair play, es pura invención. Manis fue acercándose a Mathews con mucha prudencia porque sabía que se trataba de alguien dispuesto a todo y con un largo historial, a pesar de su juventud, en grupos de extrema derecha. Preocupado por el comunismo soviético, a los once años Mathews se había unido a la Sociedad John Birch, poco después a la Iglesia Mormona y más tarde a los Jóvenes Republicanos. Abandonó la secundaria el último año y formó los Hijos de la Libertad, una milicia anticomunista. A partir de entonces ingresó en los archivos del FBI y en 1973 lo arrestaron agentes del IRS –equivalente al ARCA– por dar información falsa sobre impuestos que debía pagar, delito menor que le valió seis meses de libertad condicional. Para 1980 Mathews se afilió a la Alianza Nacional, el grupo supremacista de William Luther Pierce, ex profesor de física de la Universidad Estatal de Oregón y oficial del Partido Nazi estadounidense creado por George Lincoln Rockwell.

Pierce escribió bajo el seudónimo de Andrew Macdonald la novela “The Turner diaries”, una de las “biblias” de los supremacistas, algo así como el Planeta de los simios donde los racistas blancos ganan. Transcurre en 1990 y narra la historia de un grupo de terroristas que se autodenominan “The order” o “The organization”. Las peripecias de Earl Turner, que culminan en el “día de la soga” cuando los blancos cuelgan a negros, judíos e inmigrantes, le confirmaron a Mathews la viabilidad de tomar las armas. Pero no sólo a él. El atentado contra las oficinas federales de Oklahoma de 1995 es casi un calco del atentado que Turner ejecuta contra las oficinas del FBI en Washington DC. A diferencia de Mathews y Turner, Timothy McVeigh, su autor, era un ex veterano de Irak decepcionado e inorgánico, sin creencias religiosas firmes. Como se sabe, sería larga la lista de atentados del terrorismo interno en EE.UU. con el sello de la extrema derecha racista. 

El otro libro decisivo para Mathews, también provisto por la Alianza Nacional, fue “¿Hacia dónde va el hombre occidental?” de William Gayley Simpson, un “ensayo” que versiona las amenazas para el hombre blanco contenidas en los Protocolos de los Sabios de Sion. Toda literatura de compromiso político en estado puro. La novela de Pierce que, paradójicamente, sirvió de inspiración a Mathews le serviría también a Manis como una bitácora de investigación en virtud de las similitudes de las acciones de The order ficticia con la real.

Casi simultáneo a la llegada de Husk a Idaho fue el divorcio de Mathews de La Nación Aria, desprendimiento del KKK creado en 1970 por el ingeniero aeroespacial Richard G. Butler. La Nación Aria tiene una base religiosa más sólida que el Klan, la llamada Teología de la Identidad Cristiana. No es una teología sino una ideología que afirma que los descendientes de Adán son los arios, que los judíos son la descendencia maldita de Caín y que la salvación de EE.UU. reside en la limpieza étnica, preludio necesario para la supervivencia de los hombres de hielo o del norte, el verdadero pueblo elegido. 

La narrativa de la Identidad Cristiana fija el origen de los EE.UU. en las tribus perdidas que atravesaron el Cáucaso y crearon los primeros asentamientos en Escandinavia y Europa occidental. Descendientes de esas tribus fueron los tripulantes del Mayflower que se establecieron en el Nuevo Mundo, la Tierra Prometida que había que dar a luz. Dios inspiró a los padres fundadores para escribir la Declaración de Independencia, la Constitución y la Carta de Derechos. Las enmiendas posteriores, según la Identidad Cristiana, son complementos satánicos dictados por los judíos para subvertir el destino original de la nación. Aunque adhiere formalmente a los principios del evangelismo protestante, la Identidad Cristiana, radicalmente anticatólica y antijudía, desconoce autoridades centralizadas, se levanta en regiones relativamente aisladas –se ha reproducido exitosamente en las cárceles– y preserva la tesis segregacionista por sobre cualquier otro principio.

La Identidad Cristiana fue la última fase de la educación ideológica y sentimental de Mathews y, aunque desde 1982 asistía a la Iglesia Cristiana de Jesucristo del complejo militar-religioso de Hayden Lake de la Nación Aria, la escena en la que, harto de los sermones contra el “sistema”, confronta al “pastor” Butler nunca ocurrió allí. El anuncio de su paso a la clandestinidad fue en septiembre de 1983 durante una convención de la Alianza Nacional en Arlington. En esa ocasión Mathews pidió la palabra y pronunció un breve discurso anunciando la creación de un nuevo “movimiento racista blanco” y llamó a la lucha armada. Lo ovacionaron de pie. 

Mathews es un puente que conecta directamente a “The Turner diaries” con la Teología de la Identidad Cristiana y a ambas con la necesidad, así lo creyó él, de sustituir los desfiles provocadores con el paso de ganso y las banderas con esvásticas por la acción secreta. Esta escisión liderada por Mathews fue la Hermandad Silenciosa o la Orden o el Bastión Blanco Americano. Este último nombre también se refiere a la tierra de resistencia en la cual los blancos serían los únicos habitantes sin las “contaminaciones” de los no blancos, y se la llama indistintamente Bastión Blanco Ario. Mathews planteó un dilema para Butler, que temía perder el mando de La Nación Aria a manos del joven revoltoso pero no podía denunciarlo sin quedar marcado como un traidor al que The order no hubiera vacilado en ejecutar.

La escena en que Husk y su desgraciado ayudante Jamie Bowen (Tye Sheridan), un personaje totalmente ficticio, se reúnen con Butler en el complejo militar-religioso de la Nación Aria tampoco ocurrió. Fue Manis quien citó a Butler para interrogarlo sobre los movimientos del grupo de Mathews en el edificio municipal. Butler, por supuesto, no sabía nada. Quien ayudó a cercar a Mathews fue uno de los miembros de The order, Thomas Martínez, personaje real al que el guionista Zach Baylin no le da la importancia que tuvo en la historia. Cuando Mathews estuvo por rechazarlo como miembro, por creer que era mexicano, Martínez le explicó que su padre era sueco-español y su madre griega-galesa. Detenido por el FBI, Martínez funcionó como anzuelo para llegar al corazón de The order. Testificó contra los sobrevivientes del grupo y el FBI le pagó 25 mil dólares por sus servicios.

En quince meses de existencia The order falsificó dinero, atesoró un gran arsenal de armas, robó bancos y blindados obteniendo casi cuatro millones de dólares, atentó contra cines pornográficos, instituyó un sistema de salarios para sus soldados y adquirió una buena cantidad de tierras en el bosque de Idaho para usarlas como campo de entrenamiento. El guion de Baylin extrajo del libro “The Silent Brotherhood: The chilling inside story of America’s violent, anti-government militia movement” de los periodistas Kevin Flynn y Gary Gerhardt esta escaleta de calamidades y las sintetizó en una trama seca rematada por el asedio final a un Mathews arrinconado en su casa de Whidbey Island contra ciento cincuenta agentes de FBI. A su vez, es muy flojo el tratamiento que Baylin le da a la relación de Husk con su compañera y superior Joanne Carney (Jurnee Smollett), otro personaje ficticio, cuya función en la trama pareciera sobrar. Los colaboradores reales de Manis fueron un equipo de agentes, cuya presencia autorizó el Departamento de Justicia cuando el raid de delitos de Mathews parecía imparable.

La primera víctima de la Hermandad fue Walter West, miembro de la Nación Aria, al que ejecutaron con un martillazo en la cabeza y varios disparos. El error fatal de West fue comentar en los bares de la ciudad que Mathews estaba falsificando dinero. La segunda fue un presentador de radio, Alan Berg, al que asesinaron en Denver en 1984. Berg era número puesto por ser judío y abrir el micrófono de su programa a antisemitas y racistas con los que discutía acaloradamente. Su vida y su asesinato están retratados en Talk radio de Oliver Stone

En paralelo, Robert E. Miles, “pastor” y “Gran dragón” del Ku Klux Klan de Michigan, escribió en Liberty Net, un periódico de la Nación Aria, un panegírico de Mathews y su grupo, sin nombrarlos, en el que alentaba: (...) “estos dragones de Dios no tienen tiempo para panfletos, discursos ni reuniones. Conocen su papel. Conocen su deber. Son el partido armado que está naciendo de la incapacidad de los jóvenes blancos de hacerse oír. Son el producto de la incapacidad de esta monstruosidad federal satánica y antiblanca de escuchar voces más pacíficas, como la nuestra”. Miles, creador de la Iglesia de Jesucristo de la Montaña en Cohoctah, otro engendro de la Identidad Cristiana, cumplió seis años en la prisión federal de Marion, Illinois, por ser instigador de atentados con bombas a autobuses escolares vacíos en Pontiac y fue uno de los aliados más cercanos de Butler. Ambos terminaron siendo juzgados en 1987 por sedición y fueron absueltos.

¿Qué relación tiene The order con la actualidad política de EE.UU.? Más allá de que existan supremacistas blancos que voten, si es que se someten a ese acto espurio que pega a la casta con la chusma, por alguien como Donald Trump -que apuntala las masacres del sionista Benjamín Netanyahu-, la aspiración de la Identidad Cristiana de imponer una comunidad fundada en la superioridad racial es absolutamente ajena a los intereses económicos y geopolíticos del Partido Republicano y de los neoreaccionarios más cercanos a Trump y a Trump mismo. El supremacismo es feudal y rural, y por lo tanto precapitalista –lo que no quiere decir que el capitalismo esté libre de racismo y menos de religiosidad–, y sus postulados diseñan una pastoral paranoica y elitista que rechaza –y teme– a la multitud como entidad política y a cualquier diversidad como enemiga de esos valores inefables que Dios depositó en la raza blanca. Mathews consumó esta pastoral paranoica convencido de que debía reducir a cenizas el “melting pot” de pueblos y culturas que, pese a todo, sigue siendo el fundamento histórico y espiritual de EE.UU. como nación capitalista faro.

¿Qué relación tiene The order con la actualidad política argentina? Si bien sería excesivo partir desde homologaciones o equivalencias, es cierto que muchas de las consignas de los “nuevos” derechistas como Javier Milei y sus aliados amarillos o las del grupúsculo lumpen y de origen por ahora oscuro que intentó asesinar a Cristina, todos ellos guardan aire de familia con el maniqueísmo antiestatal y seudomoralizante lleno de golpes bajos que nutrió en parte a Mathews y sus enfierrados psicópatas. Milei ha ensayado una fundamentación religiosa para su praxis política pero es sumamente frágil como para ser tomada en serio. Por todo lo dicho, The order puede verse como un thriller sobre hechos pasados y a la vez como una advertencia sobre eventuales hechos futuros.

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