Pelé: un documental celebratorio y condescendiente
Por Diego Moneta
Las producciones documentales alrededor del deporte suelen estar monopolizadas alrededor del fútbol. En el caso de Netflix, destacan particularmente el paso de Maradona por Sinaloa y la reciente exploración sobre la carrera del francés Antoine Griezmann. La apuesta fuerte para este año es el documental sobre Pelé, estrenado el pasado 23 de febrero para toda Latinoamérica.
Pelé, una producción británica a cargo de Kevin Macdonald y dirigida por David Tryhorn y Ben Nicholas, comienza con el astro brasilero entrando a cámara en andador. A sus 80 años, es la historia de un hombre que, como él mismo dirá, sin ser milagroso tuvo el don, otorgado por Dios, de jugar al fútbol. Edson Arantes do Nascimento, más conocido como Pelé, trabajó de chico como lustrador de zapatos antes de iniciar su exitoso camino por el deporte. Su paso por las cuatro copas del mundo (Suecia 1958, Chile 1962, Inglaterra 1966 y México 1970) son el eje del documental a través de material de archivo y del testimonio de distintas personas relevantes. Es el único jugador que pudo ganarla en tres oportunidades.
Uno de los primeros recuerdos presentados es el Maracanazo de 1950. Con apenas nueve años le afirma a su padre, apodado Dondinho, que se encargaría de darle a Brasil su primer mundial. La historia es conocida: el bicampeonato en Suecia y Chile, la eliminación en la ronda inicial en Inglaterra, la consolidación en el Santos y la vuelta a la selección y al título en México. A través de este recorte, y con pocas complejidades, podría repasarse la trama del presente documental.
Es cierto que no es fácil indagar sobre ídolos populares, pero uno esperaría al menos la presentación de distintas contradicciones, como sucede, por ejemplo, en el Maradona de Kusturica. Más difícil resulta si el entrevistado accede con determinadas condiciones, como ocurrió con Michael Jordan. Pelé concede hablar de su vida privada pero sólo admite alguna que otra infidelidad. Nada se menciona de lo extramatrimonial. Cabe recordar a Sandra Regina Machado, reconocida por el astro como hija, luego de un largo proceso judicial que llevó casi 30 años.
La trama tampoco aborda el racismo, a excepción de una mención a Suecia 1958: Pelé relata que las niñas lo tocaban para ver si su piel desteñía. Nunca fue un activista, quizá eso también lo relacione a Jordan. Tal vez, uno de sus mejores aspectos narrativos sea el comienzo. Una transición en forma de choque entre distintas temporalidades de la carrera deportiva y el contexto social que parecen demostrar cierta lejanía. Por momentos da la impresión de que el objetivo es contribuir al ya construido carisma alrededor de Pelé.
El punto más fuerte de Pelé es su material de archivo, muy valioso a nivel calidad y testimonial, ya sea en blanco y negro o a color. Como es de esperarse, se muestran goles, goles y más goles. Las cuentas del astro llegan a 1.283, porque se incluyen hasta partidos con la selección del Ejército brasilero. Jugó su último partido con Brasil en 1971 a sus tempranos 33 años, después dejaría Santos. De ahí llegó al New York Cosmos de Estados Unidos, auspiciado por Henry Kissinger, secretario de Estado del país que más apoyó las dictaduras en América Latina, hasta su retiro en 1977.
El documental realiza un rápido repaso por cómo las dictaduras del sur del continente, durante la década de 1970, sacaron provecho del fútbol. Uruguay y la Copa de Oro de Campeones Mundiales en 1981, más conocida como “mundialito”; Augusto Pinochet convirtió al estadio Nacional de Chile en un campo de concentración; en nuestro país, la Junta Militar intentó con el Mundial 78 ocultar el terrorismo de Estado, cuyas prácticas fueron llevadas a cabo a metros de donde se jugaban partidos.
De esta manera, llegamos al momento en el que el documental no sólo gana en ritmo, sino que asoma un poco en contradicciones. La pregunta es si Pelé fue “títere” del dictador Emilio Garrastazu Medici. Volvió a la selección luego de reiterados llamados y se abrazó con Medici tras la conquista en México 1970. Uno de sus ex compañeros, Paulo Cézar Lima, más conocido como Cajú, lo acusa de tener un comportamiento sumiso. Puede ponderarse la juventud del astro, pero más de medio siglo después, responde que su vida y el fútbol siguieron igual tras el golpe de 1964. Al rescate llega Fernando Henrique Cardoso, ex presidente de Brasil, que afirma que Pelé no se alineó con ningún gobierno. Sin embargo, fue ministro de Deportes durante cuatro años del mismo Cardoso. Más cercano en el tiempo, incluso le regaló una camiseta a Jair Bolsonaro.
No es la primera vez de Pelé frente a la cámara: compartió el elenco de Escape a la victoria y tuvo su participación en Pelé eterno y en El nacimiento de una leyenda. En esta obra, todo parece ser celebratorio y condescendiente para con el astro. El objetivo parece ser ensalzar su leyenda y, por qué no, su marca. Si el gran mito del fútbol brasilero siempre fue cercano al poder y al sistema, este documental se acerca mucho más a la versión que el ex futbolista propone de sí mismo.